ROBERTO RAMÍREZ BRAVO
La Jornada
La Comisión de la Verdad (Comverdad) ha logrado no sólo documentar la desaparición de personas durante la guerra sucia y las inhumaciones clandestinas, como el caso de los dos guerrilleros exhumados en el poblado de El Posquelite, en Atoyac, sino también la desaparición física de poblados enteros, cuyos habitantes fueron obligados a emigrar, expresó el comisionado Nicomedes Fuentes García.
Con ello, dijo, el Estado prácticamente aniquiló a esas poblaciones y actuó contra la economía regional; hay casos de poblados muy prósperos y en condiciones de que la gente viviera muy bien.
Para aniquilar a los movimientos guerrilleros de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, en las décadas de los 70 y 80, en que florecieron varias células, el Estado desató una campaña contrainsurgente conocida como la guerra sucia, donde hubo centenares de desaparecidos y asesinados.
El Congreso de Guerrero creó hace dos años a la Comisión de la Verdad, como organismo autónomo para investigar la verdad histórica de lo ocurrido durante ese periodo.
En entrevista, Fuentes García señaló que hubo pueblos que desaparecieron de manera transitoria, pues sus habitantes, obligados a desalojarlos por las acciones del Ejército, con el paso de los años regresaron y volvieron a darles vida. Entre éstos mencionó a Corrales de Río Chiquito y El Saltito, entre otras pertenecientes al municipio de Atoyac, donde se centró la acción contrainsurgente.
Entre los que ya no volvieron a poblarse, Fuentes García mencionó a La Peineta, en la sierra de Atoyac, y Valle Florido, en el municipio de Acapulco.
El primer caso, dijo, se trató de un pueblo próspero, donde vivía don Juan Javier, que producía unos mil quintales anuales de café –producto a cuya cosecha se dedicaba la población–, lo que era la producción más alta a manera individual o familiar. Ahora el pueblo está abandonado, y sólo quedan los potreros como señal de lo que ahí existió, y se ven, dijo, los retajes de las casas, pero la gente nunca volvió.
En el caso de Valle Florido –ubicado en Acapulco, por Dos Arroyos– “también, hay vestigios mínimos de que existió esa comunidad, pero no se volvió a poblar más”, dijo. Precisó que, al igual que La Peineta, Valle Florido era un lugar muy bonito, con condiciones para que la gente viviera muy bien: tenían terreno, agua y una gran biodiversidad. Eso, dijo, “es lo que trajo la guerra sucia”.