Acapulco, como el resto de Guerrero, vive ola de feminicidios desde hace varios años

Marisol Wences Mina
Vice News / SinEmbargo

Ciudad de México, 6 de octubre (VICE News/SinEmbargo).– Franceri baja del cerro con la cara inflamada, en partes morada, verde y azul, llena de sangre. Tiene que cuidar sus pasos para no caer porque lleva prisa, sortea piedras pequeñas y usa las grandes como escalones. Arriba, en su casa construida casi en la punta de un cerro, yacen cuatro cuerpos baleados y ensangrentados en el piso de tierra, resguardados por las paredes de cartón y plástico.

Muchos vecinos escucharon los balazos pero nadie se asomó, nadie acudió en auxilio; por eso ella baja casi corriendo con las manos embarradas de sangre. Se detiene en la primera casa y grita: “¡Auxilio, tía!, ¡ayúdenme! Mataron a mi mamá, a mi abuelita, a Omayra, a Rosita”. La tranquilidad en la colonia Paso Limonero, en el puerto de Acapulco, quedó trastocada. Franceri Solís Nava es una niña de nueve años y mataron a todas las mujeres de su familia; las mató la ex pareja de su madre.

Así comienza la primera parte de un reportaje de VICE News sobre los feminicidios en Acapulco de Juárez, Guerrero. Según la asociación civil mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, los tres últimos años el puerto se ha colocado entre las tres ciudades más violentas del mundo, con una tasa de 113 homicidios por cada cien mil habitantes en 2013, por ejemplo. En el caso de agresiones a mujeres, se podría hablar de más de 120 feminicidios al terminar 2014.

De enero a junio de este año el Observatorio Hannah Arendt del Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados Ignacio Manuel Altamirano lleva contabilizados 46 feminicidios en todo Guerrero, pero se calcula que el número se elevará a más de sesenta en ese periodo al contrastar datos de varios medios impresos, indica a VICE Marisol Alcocer Perulero, investigadora del Observatorio y perita de equidad de género y feminicidio en el Tribunal Superior de Justicia estatal.

Si hablamos de asesinatos de mujeres, entre 1985 y 2009 el estado de Guerrero ha estado cinco veces en primer lugar por encima del paradigmático estado de Chihuahua (1987, 1998, 1999, 2006 y 2007) y salvo en tres ocasiones, no ha salido de los primeros cinco lugares, según datos de ONU-Mujeres e Inmujeres.

A partir de 2010 se registró en Guerrero un aumento sostenido en la violencia feminicida. Información del Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género de la cámara de diputados consigna que, a su vez, en Chihuahua las tasas han bajado en ese mismo lapso de tiempo, lo cual significó que para 2012 la tasa de asesinatos de mujeres en ambos estados fuera de bastante similar: Chihuahua 14.8 y Guerrero 13.2 por cada cien mil habitantes. Cifras alarmantes si se considera que 4.6 es el promedio nacional.

El 24 de marzo de 2014 asesinaron a la madre, la abuela, la tía y la hermana de Franceri: Zahira Yasmín Nava Blanco, de 25 años; Martha Patricia Nava Blanco, de 42 años; Osmayra Gutiérrez Nava, de 19 años, y Rosa Isela Solís Nava, de siete años, respectivamente.

Para la coordinadora del Observatorio Hannah Arendt yasesora en México de la Organización para las Naciones Unidas (ONU) Mujeres, Rosa Icela Ojeda Rivera, es más que lamentable que Guerrero siga ubicándose siempre en los primeros lugares en asesinatos de mujeres. La académica no escatima en reconocer los avances que en legislación y políticas hay en la entidad —el estado fue el primero en contemplar el feminicidio como delito y el primero en crear una Secretaría de la Mujer—, pero sí cuestiona que persiste el machismo, la marginación, la dominación y “una violencia exacerbada”.

Académicas y feministas como Marcela Lagarde diferencian el asesinato de mujeres del feminicidio. Y así lo reconoce el código guerrerense; según el artículo 135 del recién aprobado Código Penal que entra en vigor el 30 de septiembre, comete el delito de feminicidio “quien, por razones de género, prive de la vida a una mujer.

Existen razones de género cuando ocurra cualquiera de los supuestos siguientes: la víctima presente señales de violencia sexual de cualquier tipo; a la víctima se le hayan ocasionado lesiones o mutilaciones denigrantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida, así como actos de necrofilia; existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia, cometido en el ámbito familiar, laboral o escolar, cometido por el sujeto activo en contra de la víctima; existan datos o referencias que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima; haya existido entre el sujeto activo y la víctima una relación de familia, sentimental, afectiva o de confianza; el cuerpo de la víctima sea expuesto, arrojado o exhibido en un lugar público, con el objeto de denigrarla, debido a su calidad de mujer; la víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo, previo a la privación de la vida”.

A quien cometa el delito de feminicidio se le impondrán de veinte a sesenta años de prisión. El código anterior establecía penas de treinta a cincuenta años; si bien la pena máxima subió, el mínimo disminuyó.

Las estadísticas muestran que es más frecuente el asesinato de hombres que el de mujeres, sin embargo la gravedad radica no sólo en el número sino en la forma en la que las mujeres son asesinadas:

“En las mujeres es más frecuente el uso de medios más brutales para asesinarlas: ahorcamiento, estrangulamiento, sofocación, ahogamiento e inmersión en 18 por ciento de los casos, tres veces más que en los hombres; objetos cortantes en 14.2 por ciento; objetos romos o sin filo 1.4 por ciento. La proporción de mujeres envenenadas o quemadas triplica a la de los varones (2.7 por ciento y 0.9 por ciento respectivamente). Cabe destacar que en casi 17 por ciento de los casos no hay información sobre el medio utilizado para el asesinato”, se puntualiza en el informe de ONU-Mujeres e Inmujeres.

Un dato más: los hombres asesinan a los hombres y son quienes asesinan también a las mujeres en la mayoría de los casos.

Los registros del Observatorio dicen a que a partir de 2005 hubo un repunte en la violencia feminicida, informó Ojeda Rivera y no descartó que entre las causas de ese aumento está la violencia por crimen organizado.

¿QUÉ PASA CON LA IZQUIERDA?

Para las mujeres no hubo cambios, aunque la alternancia llegó en 2005 cuando el Partido de la Revolución Democrática (PRD) llegó al poder. Desde entonces en los registros hay un incremento numérico en los asesinatos de mujeres.

Una de las causas de mayor peso está en la ruptura del estado de derecho, comentó la también catedrática del Instituto de Estudios Políticos Avanzados Ignacio Manuel Altamirano, y es que con la alternancia en el poder ejecutivo en el año 2000 “llegó al poder un partido de ideología conservadora; esto coincide con la actuación de bandas de delincuencia organizada. Hubo una ruptura del estado de derecho en México. No me atrevería a decir que hay estado fallido pero sí hoyos y boquetes donde el estado de derecho no impera”.

La actuación de estas bandas —abundó la investigadora—, incide en la existencia de la “violencia iniciática”, con la cual “estos grupos van actuando e iniciando a los nuevos miembros y las mujeres pueden ser parte de esa prueba como trofeos —como dice la investigadora Celia Amorós— parte de esos pactos de sangre”.

Sin embargo también se ha detectado el fenómeno de imitación, aunque hace falta documentarlo: “Me da la impresión de que las parejas o asesinos de estas víctimas también han querido encubrir el delito e imitar como si fueran bandas organizadas y eso ha hecho que se incremente la crueldad”.

La ruptura del estado de derecho —sentenció Rosa Icela Ojeda— además fomenta la impunidad porque “si no la hubiera habría una investigación y castigo. Tenemos un gran índice de impunidad: un máximo de treinta por ciento de los casos [de feminicidios en Guerrero] son medio investigados y diez por ciento llegan a sentencia. Tenemos de setenta a ochenta por ciento de impunidad en el caso de los asesinatos de mujeres”.

Y entonces también es inevitable hablar del recurso de la alerta de género, esa herramienta temida por los gobernadores como Eruviel Ávila, del Estado de México, que dice que no es necesaria.

En 2006 y luego en 2012, ya con Ángel Aguirre Rivero como Gobernador de Guerrero, se pidió que se decretara la alerta de género, pero al momento no ha sido posible. Entonces Amalia Tornez Talavera, presidenta de la Red de Mujeres por la Defensa de las Instituciones, señaló que el gobierno temía que se decretara la alerta porque “eso es encender un foco rojo y decir que no hay gobernabilidad”, según el diario Novedades de Acapulco. La alerta es absolutamente necesaria, dice Ojeda.

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