Ahora amenazan a autodefensas de la UPOEG que participan en búsqueda de normalistas de Ayotzinapa en Iguala

Con la salida de Mazón se afina un golpe contra Morena.

Arturo Cano
La Jornada

Iguala, Gro., 16 de octubre. El macabro carrusel del reparto de responsabilidades (siempre de los otros) y su capítulo de hoy: el flamante presidente del PRD, Carlos Navarrete, acude al Senado y pide, con eufemismos, que el gobernador Ángel Aguirre abandone su cargo (“deberá estar haciendo una evaluación de las circunstancias de su gobierno”).

Acto seguido, el nativo de Ometepec aprovecha el viaje para deshacerse de un colaborador incómodo, el secretario de Salud, Lázaro Mazón, a quien ya en varias ocasiones había solicitado la renuncia.

En el juego de aventar culpas en que ha convertido la crisis, Aguirre no sólo separa de su cargo a Mazón, sino lo hace para que el médico igualteco “acuda a las instancias correspondientes y explique sobre la relación que mantiene o mantenía con el alcalde con licencia José Luis Abarca”, según reza el boletín oficial. La Procuraduría General de la República (PGR) lo “invita” enseguida a declarar.

Con la salida de Mazón, por lo demás, se afina el golpe contra el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), del que era puntero para obtener la candidatura al gobierno estatal. “No puedo responder por amigos, ni conocidos, ni familiares; estoy acá para hacer cualquier aclaración, nunca he tenido fuero”, dice el médico, amigo de la infancia del alcalde Abarca, en Acapulco.

Se entiende que Aguirre pretenda cargarle el bulto al destituido Mazón, pero se podría haber ahorrado el paso si el alcalde José Luis Abarca hubiese sido detenido el martes 30 de septiembre, cuando solicitó licencia por 30 días, en un salón de cabildos repleto de colaboradores y amigos. “Hasta luego”, dijo, y se fue. Tres minutos después, patrullas de la policía ministerial del estado rodearon la sede del ayuntamiento.

Reporteros, empleados y transeúntes lo vieron salir de la alcaldía pese a la instrucción “precisa y contundente” del gobernador Aguirre de detenerlo junto a su secretario de Seguridad Pública.

“No sabemos cómo se nos escapó”, dijo a los diputados federales de la comisión especial el procurador de Justicia de la entidad, Iñaki Blanco.

“Aquí en Iguala tampoco sabemos cómo se les escapó”, ríe un vendedor de periódicos que vio salir al edil aquella tarde de martes.

En todo caso, parece no haber ido muy lejos, pues este día lo buscó la Marina en el vecino Amacuzac, municipio del estado de Morelos.

Un cementerio de narcos

¿Cuántas fosas clandestinas –es un decir, todos los vecinos conocían sus ubicaciones aproximadas– existen en Iguala de la Independencia?

A saber, porque los rastreadores de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (Upoeg) hallaron seis más, en la zona conocida como Lomas del Zapatero, cerca de donde ya se habían encontrado otras cinco con restos de 28 personas.

La historia se va haciendo vieja en Iguala, pues por el rumbo, recientemente rastreado por todas las fuerzas federales dotadas de los equipos más avanzados, entre abril y mayo las autoridades desenterraron una treintena de cuerpos.

Los comunitarios de la Costa Chica encontraron restos humanos, cabellos y jirones de ropa, en cuatro lugares. Dos fosas más estaban listas para recibir a sus víctimas, “pero no las habían usado”, dice uno de los rastreadores.

El asombro cabe en los fuereños, no en los vecinos que repiten lo que una muchacha dijo tras el hallazgo de las primeras fosas: “Aquí, para qué más que la verdad, es un cementerio de narcotraficantes”.

Antes de que la búsqueda de los normalistas se convirtiera en “prioridad” del gobierno federal, habían sido encontradas por las autoridades 10 fosas, aunque se desconoce el número de cadáveres hallados en ellas. A esa cifra hay que sumar las encontradas por los rastreadores de la Costa Chica.

Los comunitarios de la Upoeg afirman que han sido amenazados para no continuar su búsqueda y, al igual que los reporteros, son constantemente vigilados por presuntos halcones.

La esperanza del templo abandonado

En la explanada frente al palacio municipal, padres de familia pasean a sus hijos en cochecitos eléctricos. Nada que sugiera que cerca de ahí, y en los municipios aledaños, mil 200 elementos de la Policía Federal buscan a los 43 normalistas desaparecidos, ahora, según informe del comisionado nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, apoyados por buzos y jinetes.

Según Rubido, la búsqueda, en la que participan familiares de los estudiantes, se realiza en los municipios de Iguala, Cocula, Eduardo Neri, Tixtla, Mártir de Cuilapan, Buenavista de Cuéllar y Huitzuco de los Figueroa.

Los normalistas de Ayotzinapa quisieron llegar, el pasado viernes 10 de octubre, al poblado de Acaquilan, la comunidad más alejada de la cabecera municipal de Huitzuco, pero las condiciones del camino los impidieron.

Los estudiantes, que ese día llegaron en cuatro autobuses, fueron acompañados por comunitarios de la Upoeg. Los llevaba hacia allá el informe de que en un templo abandonado estarían sus compañeros, o al menos una parte de ellos, y vivos.

Parece ser, sin embargo, parte del torrente de rumores que ha acompañado la desaparición de los normalistas. Una fuente de la Procuraduría General de la República dijo a este diario que en el lugar “ya se hizo un operativo, sin resultados”.

“Hay que esperar, para no decir cosas y luego arrepentirnos”, dice Bruno Plácido, dirigente de la Upoeg, que conoce la versión del templo abandonado, en una pausa de la búsqueda que encabeza.

El peso de la historia

Plácido habla mientras los empleados del H. ayuntamiento siguen vaciando la sede municipal. Se llevan archivos, computadoras y hasta el papel sanitario. Además de esa acción, que mira en el espejo el incendio del palacio de gobierno en Chilpancingo, los regidores a cargo se sienten obligados a recomendar a los comerciantes del centro de la ciudad que, para “prevenir alguna contingencia”, mantengan “despejadas las calles y no estacionar automóviles afuera de sus negocios”.

La ciudadanía así conminada no hace el menor caso. Fotógrafos y camarógrafos hacen guardia en vano, pues la anunciada toma de la presidencia municipal nunca ocurre. No hay un solo espacio para estacionar autos afuera de los negocios y todos permanecen abiertos, mientras los comunitarios de Costa Chica llaman a una marcha vespertina, este viernes, con el apoyo de algunas agrupaciones locales.

Se lee en el llamamiento al que se han sumado grupos igualtecos: “No pasemos a la historia por un hecho tan trágico; pasemos a la historia por haber ayudado, cobijado y por habernos sobrepuesto a la adversidad, siendo solidarios con el dolor del pueblo… Iguala, despierta, la sangre está en tu puerta”.

Una narcomanta que es rápidamente retirada por agentes federales aparece muy de mañana. Firma El Chucky, señalado por policías municipales detenidos como jefe de plaza del cártel Guerreros Unidos, quien presuntamente dio la orden de disparar y levantar va los muchachos.

La manta incluye los nombres de presuntos operadores del narco y de prácticamente todos los presidentes municipales de la zona y sus directores de seguridad pública.

Le responde a su modo una solitaria cartulina que alguien pegó en la sede del ayuntamiento y que alude a la “pareja criminal” que convirtió “la cuna de la bandera en la cuna del crimen organizado”.

Fuente

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