Shaila Rosagel
Sinembargo
Cananea, Sonora, 5 de septiembre (SinEmbargo).– Cananea, Sonora, es una ciudad que no comparte las millonarias ganancias del dueño de Grupo México, Germán Larrea Mota Velasco. Tampoco se beneficia de dar asilo a la mina más importante de Sonora y productora de cobre del país. Sus habitantes no pueden aspirar a encontrar trabajo en el complejo, porque debido a la huelga de más de 800 mineros originarios del lugar, pesa sobre los sonorenses una especie de veto seguro.
Sin embargo, Cananea sí padece diariamente de las actividades en la mina Buenavista del Cobre. Todos los días se despierta con el ruido de la maquinaria y con el olor de la lluvia ácida. El óxido se ha impregnado en cada casa, árbol y automóvil. Está en el aire. Se respira. Larrea no llevó progreso a la ciudad que le abrió las puertas, aseguran sus habitantes, pero el tajo de la mina se impone y domina el paisaje. El resto, las viviendas, los hombres, mujeres y niños viven a los pies de ese cerro de lixiviados y residuos.
Los mineros del Sindicato Minero de la Sección 65 exigen que la compañía les devuelva lo que les quitó y que se haga responsable del llamado “peor desastre ecológico en la minería mexicana”: el derrame de 240 mil metros cúbicos –aseguran– de ácido sulfúrico en el afluente de los ríos Bacanuchi y Sonora.
Germán Larrea en Cananea, dicen los mineros, es un hombre sin escrúpulos, que arrasa con todo lo que encuentra a su paso y que devora parte de la sierra sonorense en total impunidad, con la anuencia del gobierno del estado y las autoridades federales. Nadie le pone un freno. Simplemente, es intocable, afirman.
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Los habitantes de Cananea no comparten las ganancias del dueño de la mina –Germán Larrea Mota–, que le da una buena parte de su millonaria riqueza. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
En medio de la noche por la carretera que lleva de Bacoachi a Cananea, en Sonora, el tajo de la mina Buenavista del Cobre parece un valle de niebla espesa entre los cerros. Aparece y desaparece dependiendo de las pendientes del camino; en algunos momentos se confunde con cielo nocturno.
Ese tajo a cielo abierto, con sus piletas y terreros de lixiviados regados con ácido sulfúrico, domina por completo la vista de Cananea. En la noche, las luces del perímetro de la mina dibujan un contorno de kilómetros iluminados que vigilan el sueño de los habitantes. Ahí, a las faldas del tajo, amanece el caserío de la ciudad, con sus pobladores.
A las 5:30 de la mañana en la mina ya hay movimiento y aún no se pone el sol por completo. El aroma a esa hora no es común, ni se parece a ningún otro olor. Es ácido y desde el mirador de la colonia El Fortín se puede apreciar con claridad el interior de la mina, que hasta hace poco, contaba con un cerco de granaderos alrededor de todo el perímetro.
Ahí, en esa colonia, todos los vehículos tienen la carrocería oxidada y cubierta por un polvo gris que emana la mina. En toda Cananea, el óxido es común.
La ciudad fincada entre los cerros, de pendientes pronunciadas y que cobija a la mina más importante de Sonora y una de las principales productoras de cobre, no comparte las ganancias de Germán Larrea, el dueño de Grupo México.
Cananea, es una ciudad de tejados oxidados –debido a que nieva en el invierno, las viviendas “estilo americano” protegen sus techos con lámina galvanizada – por la lluvia ácida que día a día cae sobre todo lo que ahí se mueve.
María Rosa Guayante García, esposa de uno de los mineros en huelga y presidenta del Frente de Mujeres en Lucha por la Dignidad del Trabajador de México y del Mundo. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
A las faldas de la mina, habita la activista María Rosa Guayante García, esposa de uno de los mineros en huelga de Cananea y presidenta del Frente de Mujeres en Lucha por la Dignidad del Trabajador de México y del Mundo.
María Rosa habita esa vivienda desde hace 55 años y, asegura, no se moverá a pesar de que con la nueva planta de molibdeno que construyó Grupo México, como parte de su plan de inversión de tres mil 800 millones de dólares en Sonora, que debería concluir el próximo año. El olor a “huevo podrido” es insoportable en algunas horas del día.
“En las mañanitas nos despertamos con el aroma a NaSH. Ya estamos acostumbrados a los ruidos de la mina, del tren, del agua de las piletas, pero no a la planta de molibdeno. No se pueden abrir la ventanas, quité hasta el cooler porque por las rejillas entra el aroma del ácido. Huele a huevo podrido”, dice.
La mujer asegura que el olor de la mina le provoca a los vecinos dolor de estómago, nauseas, dolor de cabeza, ardor de ojos y nariz.
“Hay muchos casos de asma en Cananea, más en las colonias que vivimos a las faldas de la mina, por la brisa de ácidos de todo el día. También hay casos de cáncer, la mayoría de estómago”, asegura.
De acuerdo con María Rosa, el único beneficio que obtenía Cananea de la mina, eran los empleos para los pobladores, que dejaban una derrama económica considerable. Sin embargo, a partir de la huelga, los puestos ya no son para los habitantes de la ciudad.
“Ahora pura gente de otros estados. Ellos no viven aquí, tienen sus familias fuera. Si te vas a las cajas de los bancos, vas a ver a la gente que está depositando dinero a las familias, porque aquí no hay derrama de dinero. Son mentiras ese boom que dijo el Memo Padrés [Guillermo Padrés Elías, Gobernador de Sonora] nunca ha habido una derrama económica para Cananea”, dice.
Con María Rosa coincide el agricultor del río Sonora, Ramón Lares Osorio, quien asegura que la compañía minera sólo llevó contaminación a los pueblos del río Sonora y no progreso.
“Porque ni trabajo: si la gente va con una solicitud de empleo, no tienen, menos si son de ahí [de Cananea] o sin trabajaron antes en la mina”, explica.
Habitantes de Cananea responsabilizan a Grupo México de los daños ambientales, laborales y de salud que ha provocado por años. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
En 2011, Joaquín Rojo de la Vega, quien era en ese momento presidente de la Asociación de Mineros de Sonora (Amsac) y es director de Proyectos Especiales de Grupo México, previó que el crecimiento de la producción de cobre en Sonora sería de 30 por ciento anual durante cuatro años consecutivos y que entre 2010 y 2014 la producción se incrementaría de 179 mil toneladas a 450 mil.
Si bien las inversiones proyectadas por la empresa son millonarias, también lo son sus ganancias. El sitio económico Cnnexpansión publicó hace unos días que la multa de 40 millones de pesos que las autoridades mexicanas podrían imponerle a la empresa de Germán Larrea por el derrame de ácido sulfúrico en el río Sonora, representa apenas 0.1 por ciento de sus utilidades en un año.
Sólo en 2013, la minera se embolsó mil 747 millones de dólares como ganancias netas, expone el sitio.
Pero en Cananea no se observa a simple vista un beneficio por esas ganancias. El pavimento de las calles está lleno de baches y grietas y en cada uno de los accesos a la mina, hay un grupo de granaderos con armas largas vigilantes. Granaderos que no llegaron al complejo por las clausuras que hizo la semana pasada la Procuraduría General de la República (PGR), sino que están ahí para impedir que se acerquen los 800 mineros que permanecen en huelga.
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Los mineros en huelga están vetados en Cananea. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
A raíz del derrame de tóxicos en el río Sonora, los mineros del Sindicato Minero volvieron a salir a las calles y a instalarse en plantón permanente en cada uno de los accesos de la mina.
En grupos de entre 150 y 200 mineros se reparten los turnos de cada uno de los puntos donde permanecen en protesta día y noche, como una forma de solidarizarse con los afectados de los siete municipios del río.
“A Cananea lo único que nos deja es la contaminación, las enfermedades, una desintegración social. Grupo México llega a Cananea a tronarla, devastar. Aquí no vive más que la mina, cuando han querido venir otras empresas, la empresa es la que reparte el agua. De los 125 pozos de agua que tiene el municipio, 123 son de la empresa y dos del pueblo”, dice Antonio Navarrete Aguirre, del Sindicato Minero Sección 65.
El minero asegura que lo que ocurrió en el represo que derramó los tóxicos, se debió a falta de mantenimiento y que ellos alertaron en su pliego petitorio –desde 2008– a la Comisión Nacional del Agua (Conagua), al gobierno del estado, y a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Ellos sabían que tarde o temprano ocurría lo que pasó: fue una “tragedia anunciada”, dice un grupo de mineros en entrevista con SinEmbargo en un auditorio ubicado en el centro de la ciudad, donde se reúnen.
Integrantes del Sindicato Minero denuncian que Germán Larrea no les dio condiciones para trabajar. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
De acuerdo con el Sindicato, debido al alza del precio de los metales, Germán Larrea sólo se interesó en producir, sin importarle las condiciones de inseguridad y los más de 300 puntos críticos que persistían al interior de la mina.
Inseguridad que costó ya la vida de un centenar de mineros foráneos, que fueron engañados y contratados para trabajar en sustitución de los trabajadores sonorenses que emplazaron a huelga, dicen.
En cuanto a los represos, los voceros del Sindicato aseguran que Grupo México trata de ocultar la magnitud real del derrame, pues la capacidad del represo que vertió ácido en el afluente del río es de 240 mil metros cúbicos. La mina, explica Antonio Navarrete, no recubría con hule a los represos como se hacen en otras partes del mundo.
“Es demasiado cruel por parte de las autoridades que no atendieron a estas demandas que se originaron aquí en Cananea. Germán Larrea es un egoísta, un avaro, este empresario ha demostrado que no le importan sus trabajadores y hoy se ven afectados 24 mil habitantes en el río de Sonora. Es un empresario que ha humillado a todo un pueblo, fraudulento, inhumano y que tiene 63 compañeros mineros en Pasta de Conchos, ambicioso”, apunta.
Grupo México, dice, controla a las autoridades municipales y el gobierno del estado está de su parte a través de la figura de Padrés Elías.
La vida en Cananea ya no será la misma. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
De acuerdo con los mineros, el Gobernador de Sonora debió detener las operaciones de la mina, hasta que no se reparara el daño. Pero al contrario, anunció que absorbería los gastos de 100 millones de pesos, en forma de préstamo a la empresa minera.
“Pero, ¿qué podemos esperar de él, si fue quien entregó la mina en 2010? Él debió cuidar el estado de derecho de los huelguistas, pero en contubernio con el gobierno federal nos arrebató la mina. La mina contaminó esta importante fuente de agua para la ciudad de Hermosillo, porque ellos quieren ocultar que la contaminación llegó hasta Hermosillo, cuando es obvio que sí le afectará a la capital del estado”, expone.
Los mineros que conocen perfectamente el funcionamiento de Buenavista del Cobre, detallan que el peligro por contaminación no concluyó con el derrame del 6 de agosto. Existe un represo que resguarda desechos tóxicos desde hace 30 años de la mina y que está a punto de colapsar y contaminar de forma irreversible el río Sonora.
Navarrete Aguirre indica que el represo de jales se encuentra ubicado en la raíz del río y que contiene millones de metros cúbicos de ácidos y reactivos para la recuperación de los metales, confinados ahí desde hace tres décadas.
“Ese represo colapsará en cualquier momento porque no se le ha dado mantenimiento. Si eso sucede, el daño será brutal, no se comparará con el que ya se le hizo al río, sino que será el fin de los pueblos donde viven 25 mil sonorenses”, dice.
El minero explica que el represo mide 15 kilómetros de largo por 15 kilómetros de ancho, y la cantidad de desechos contenidos ahí, es incalculable.
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Don Octavio Lara Ramírez, otro habitante de Ures preocupado por lo que pasará después del derrame de tóxicos de la mina de Grupo México. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
A cientos de kilómetros de Cananea, río abajo, Don Octavio Lara Ramírez, de 68 años, está sentado en el portal de su casa en Ures, Sonora, y se dice preocupado porque la vida de los habitantes de la región, cambiará después del derrame de Grupo México.
Don Octavio recuerda que hace 20 años ocurrió un derrame de tóxicos provenientes de la mina de Cananea que llegó hasta Ures, municipio ubicado a una hora de carretera de Hermosillo.
“Pasó el agua verde, pero en aquellos tiempos nadie dijo nada. Ahora es diferente, el desastre ya está hecho, y esto no pasará de un día para otro. Este golpe no se quitará rápido, porque la gente no olvidará fácilmente”, advierte.
El hombre cultiva dos hectáreas de cacahuate y tres de alfalfa, pero desde hace tres semanas las autoridades le cortaron el riego.
“Nunca pensé que esto le iba a pasar al río Sonora. Yo pensaba que se podía fregar todo el mundo, menos aquí, y todo por culpa de las autoridades que no le exigen a la minera. Es una vileza lo que hicieron”, afirma.
Don Octavio continúa: “Yo creo oiga, que hay mucha gente que todavía no entiende bien lo que está pasando. Es más, ni conocían en México el río Sonora. Esto es muy grave, yo estoy muy preocupado. Esa mina no no ha dejado más que pura desgracia a nosotros”, dice.
Desde Cananea, hasta Ures, la sensación de la población es la misma: hay una compañía que les arrebató un río y una ciudad a cambio de nada. Nada en beneficio para los pueblos, pero mucho, en ganancias para Grupo México.