«Cuando puedo dormir, sueño con mi hijo»: padre de normalista desaparecido

Jesús Guerrero
Reforma

Tixtla, Guerrero (10 octubre 2014).- El campesino Epifanio Álvarez Carbajal recuerda que, cuando su hijo Jorge le dijo que quería ser maestro de educación primaria, le respondió que eso era difícil porque él no contaba con dinero para pagar los gastos de sus estudios.

Sin embargo, el joven le explicó que la normal de Ayotzinapa era una buena opción ya que, estando en esta casa de estudios, si es que pasaba el examen de admisión, no pagaría hospedaje ni comidas porque es un internado.

A Don Epifanio se le ruedan las lágrimas al relatar esa conversación que tuvo con su hijo hace poco más de tres meses y que, hasta ayer, junto con otros 42 normalistas de primer año, se encuentra desaparecido tras los hechos de violencia que se registraron en Iguala el pasado 26 de septiembre.

«Eso me lo dijo cuando me ayudaba en las tareas del campo», recuerda don Epifanio, quien tiene las manos curtidas por las tareas que realiza en el campo.

Dice que desde hace varios días no ha ido a su comunidad porque, al igual que otros padres de familia, está esperando noticias de su hijo.

«Cómo es posible que este pinche gobierno haya hecho esto con los muchachos», expresa con rabia y enojo.

Cuenta que él, como el resto de los padres, ya entregó su muestra de sangre para que se coteje con los restos de los 28 cadáveres que el pasado fin de semana localizaron las autoridades de las Procuradurías federal y estatal en varias fosas clandestinas en un cerro de Pueblo Viejo, en Iguala.

«Yo espero que mi hijo no sea uno de los que encontraron muertos en Iguala, sería algo que me mataría de por vida», implora.

«Yo tengo mucha rabia contra este gobierno de Ángel Aguirre, que es el responsable de los asesinatos de los tres estudiantes y de la desaparición de 43», indica Epifanio.

Recuerda que la última vez que vio a su hijo fue el 19 de septiembre en las instalaciones de la Normal.

«Ese día y siempre que lo iba a visitar, lo abracé y le dije que lo quería mucho y que, a pesar de que no teníamos mucho dinero, lo apoyaríamos en todo para que saliera adelante en sus estudios», rememora.

Con dificultad para hablar el español, la indígena nahua de la comunidad de Amilcingo, del municipio de Temoac, Morelos, Mardonia Torres Romero, se pasea nerviosa por la cancha de usos múltiples de la Normal de Ayotzinapa.

Su hijo, de 19 años, José Luis Luna Torres, es otro de los 43 desaparecidos.

Cuenta que desde el sábado 27 llegó a Ayotzinapa porque le dijeron que su hijo había sido detenido por la Policía de Iguala.

La señora, que es madre soltera, se dedica a vender cacahuates y manzanas en su comunidad o en un crucero de la carretera federal Cuernavaca-Ciudad de México.

Luna Torres cursa el primer año en la licenciatura de educación bilingüe.

«Mi hijo quiere ser maestro para dar clases en las comunidades indígenas porque de aquí viene su origen», menciona la madre.

Dice que desde el sábado 27 no ha podido dormir.

«Pocas veces puedo dormir; si es que duermo, sueño con mi hijo», refiere.

En todas las marchas en que doña Mardonia ha participado lleva en su pecho una hoja de cuaderno donde tiene pegada la fotografía de su hijo José Luis, de 21 años.

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Un comentario:

  1. Me da tristeza e indignación… siento unas enormes ganas de llorar al ver a estas personas sufriendo, al no saber de sus hijos… Deseo de todo corazón que sus familiares aparezcan, y si no es así que dios los fortalezca…

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