Abusos, droga y venganza en el historial de niños infractores.
Fabiola Martínez
La Jornada
Los testimonios incluidos en el estudio Adolescentes en conflicto con la ley refieren antecedentes de violencia, adicciones, pobreza y/o abandono. Por su grado de vulnerabilidad –alertan los especialistas–, estos internos (ahora más “desconfiados, deprimidos, desesperados o enojados”) requerirían de programas de atención especializados, “que desafortunadamente no están recibiendo”.
Aquí algunos testimonios, con nombres distintos para proteger la identidad de los menores infractores:
Julián ingresó al centro a los 17 años. Su sentencia fue de cuatro años. No conoció a su padre. Con su mamá vivió hasta los 14 porque desde entonces fue reclutado por La Familia Michoacana. Fue acusado de delitos contra la salud, delincuencia organizada y portación de arma prohibida.
Brenda fue acusada por homicidio calificado. Ingresó al centro de internamiento a los 17 años; en 2013 llevaba más de tres años interna y le quedan seis para cumplir su sentencia. De pequeña su padre la golpeaba, la humillaba, especialmente cuando consumía alcohol o drogas. “Me pagaron por matar. Desde los cinco años comencé a robar y después entré en peleas clandestinas; me entrenaron. Después ya me fui a asaltar a la frontera, donde me adiestraron en la guerra contra los guachos, luego me volví sicaria y me ofrecieron 200 mil pesos por asesinar a una persona y los acepté; lo maté con una daga… Todas las que estamos aquí venimos de lugares violentos; el personal no nos ayuda porque no está capacitado”.
Juan recuerda: “Yo hacía cualquier trabajo, ya fuera robar, matar o transportar droga…cualquier cosa con tal de ganar dinero”.
Armando, por su parte, afirma que su caso “fue una venganza. Yo tenía un hermano internado en un hospital siquiátrico y a mi mamá, que lo estaba cuidando, la enviaron a un mandado y cuando regresó mi hermano ya estaba muerto. Yo maté al doctor porque no lo ayudó. Lo asfixié”.
Pedro señala que “armaba los negocios, me decían qué necesitaban y yo contrataba. Cuando la policía ministerial me detuvo me dio una madriza. Mi derecho era quedarme callado y aguantarme los trancazos”. Los agentes que lo detuvieron lo llevaron a una mina; cuenta que no estaban uniformados y se presentaron como integrantes de Los Zetas. Esos mismos oficiales lo mandaron al Ministerio Público.
José comenta que “a los 15 años me uní a trabajar a la delincuencia organizada. Recibí entrenamiento en Estados Unidos. Mi jefe es un estadunidense. Yo era encargado de controlar a los sicarios y a los halcones”.
María: “Conocí a un hombre guapo que me invitó a pasear. La segunda vez que salimos me llevó a una quinta, donde tenían a una mujer secuestrada que lloraba mucho. Yo la intentaba calmar. Ese día trajeron a otros miembros de la misma familia; en total eran como 15 personas. Yo les daba de comer y los llevaba al baño”. María ingresó al centro de internamiento a los 17 años y, aunque en 2013 llevaba más de un año encerrada, aun no le dictaban sentencia.