El anarquismo no tiene absolutamente nada que ver con la violencia, el caos y el desorden

Mario Calixto
El Economista

Hace un año, jóvenes autodenominados anarquistas hicieron de la posesión presidencial de Enrique Peña Nieto un campo de batalla. Las calles se llenaron de gases lacrimógeneos, barricadas, policías… la escena parecía la antesala de la rebelión.

La imagen se repitió en otros momentos del primer año de Peña Nieto. La ocasión más reciente en la que supuestos anarquistas chocaron con la autoridad fue el 2 de octubre, en la conmemoración del 45 aniversario de la masacre de 1968.

Quizá la fotografía que mejor retrata el momento muestra a un joven de pantalones entubados, tenis Vans y cubierto del rostro atacando con fuego a un policía antimotines de la capital de México.

La constante aparición de estos jóvenes nos lleva a preguntar: ¿qué es ser un anarquista en pleno siglo XXI?

Ser un anarquista implica recuperar una historia de por lo menos 150 años. El anarquismo se ha utilizado erróneamente como símbolo de algunos grupos para inducir al caos y al desorden, cuando el verdadero fin de esta corriente política se basa en los valores de la paz, la libertad y la igualdad, dijeron expertos.
Anarquismo, que significa sin poder, es pensar que el hombre es bueno por naturaleza y que se tiene la confianza en que la sociedad puede autorregularse sin necesidad de un Estado, Iglesia, políticos ni jerarquías, aseguró Víctor Reynoso, académico de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP).

La idea básica del anarquismo es que la jerarquía puede ser eliminada para que la sociedad se autorregule en términos de libertad, igualdad, equidad, armonía, sin necesidad de la política, dijo el académico.

El anarquista Marcelo Sandoval, integrante del Grupo Libertario Solidaridad, dijo que el anarquismo en México, desde la década de 1990, está muy relacionado con la lucha de los indígenas, la lucha contra las multinacionales y contra la globalización capitalista.

“Lo que se busca es generar proyectos de autogestión, autorganización ya sea a partir de cooperativas de trabajo, centro social, realizando actividades por cuenta propia, sin financiamiento de nadie para difusión del propio pensamiento anarquista”, afirmó.

Respecto a la violencia, que el 2 de octubre del 2013 dejó decenas de heridos y un centenar de detenidos, Marcelo Sandoval dijo que existen anarquistas que se plantean el enfrentamiento directo como forma de lucha política. Pero ningún grupo anarquista conocido se adjudicó los ataques, sino que fue la prensa y el gobierno quienes calificaron a los jóvenes violentos como anarquistas.

“Las acusaciones de anarquistas y de ser anarquistas en sí han venido desde los medios de comunicación y del Gobierno del Distrito Federal”, dijo.

Existen dos ideas que se contraponen alrededor del anarquismo.

La primera es que “el anarquismo fue un error, ya que prometía una sociedad sin opresión y en lugar de eso dio lugar a asesinatos, terrorismo y a otras formas de opresión”, aseguró Víctor Reynoso.

El segundo juicio es más benevolente, ya que “la sociedad anarquista busca una organización social para desaparecer la forma de dominación capitalista, patriarcal, colonial, donde se tenga una relación diferente con la naturaleza”, dijo Sandoval.

El anarquismo deberá enfrentarse nuevamente a los mitos. La corriente política no lleva al caos sino a una sociedad en donde la confianza y el respeto son clave para alcanzar la libertad.

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