Angélica Jocelyn Soto
Proceso
TIXTA, Gro. (apro-cimac).- Mochilas en mano, decenas de mujeres normalistas del estado de Chihuahua se trasladan en “aventones” hasta Guerrero, con el propósito de apoyar en la lucha a sus compañeros de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, en Ayotzinapa, que exigen la aparición con vida de los 43 estudiantes desaparecidos en septiembre pasado.
La mayoría de ellas tienen de 18 a 20 años, la misma edad de sus compañeros detenidos por policías municipales de Iguala y Cocula y entregados al grupo criminal “Guerreros Unidos”.
El viaje no es nada fácil. En tráiler y autobuses invierten aproximadamente 20 horas. En el trayecto se organizan en grupos de cinco compañeras. Una de ellas (la elegida en turno) viaja como copiloto con el conductor del tráiler para vigilar que éste siga la ruta acordada.
Neidi Arely Reyes Holguín, estudiante de la Normal Ricardo Flores Magón, de Saucillo, Chihuahua, dice a esta agencia que, aunque traen algunos ahorros en sus bolsillos, el gasto no es demasiado porque las personas que las llevan (y a quienes explican el fin de su viaje) les dan de comer y las alientan a seguir su camino.
“Tardamos como hora y media para abordar el primer transporte, pero una vez arriba platicamos con los traileros sobre sus familias, nos compran comida y dulces, les platicamos nuestro propósito y nos dicen que somos muy valientes y que sigamos”, dice.
El resto del grupo duerme en la cabina del tráiler y se prepara para el encuentro con los normalistas, quienes se están uniendo con otras normales rurales del país (cientos de jóvenes con madres y padres campesinos y obreros), para sumar esfuerzos y protestar en contra del gobierno del estado y el federal.
María Dolores, estudiante de 19 años también de la Normal Ricardo Flores Magón, cuenta que vienen en apoyo a los compañeros no porque las obliguen, sino porque “al estar en una Normal Rural todos somos compañeros, te solidarizas, son las personas que están para apoyarte, y cada vez que pasa algo ellos (los otros normalistas) están ahí”.
La normalista apuntó que una estudiante de una universidad de la ciudad es muy diferente a la que va a una Normal Rural. “En la rural tu mente se abre sobre muchas cosas que en tu vida te imaginaste saber. Antes de entrar a esa escuela, yo no conocía muchas cosas, parecía que yo me dejaba llevar por la moda, pero al momento de estar ahí valoras”, resalta.
María Dolores es de Durango, pero su escuela está en Chihuahua, por lo que hace un recorrido de 10 horas desde su casa hasta la Normal. “Cuando entré ahí mi vida y mi forma de pensar cambiaron. Es difícil estar ahí por la distancia con tu familia, ahí tú vives sola y ya eres independiente desde los 18 años”, refiere.
La estudiante proviene de una familia de profesores, y siempre estuvo convencida de su proyecto profesional. “Quise ser maestra porque algo que siempre he tenido claro es que un maestro rural es mucho más que la persona que se para delante del grupo a dar clases; es ir a comunidades lejanas donde no tienes agua, luz, ni recursos, y donde los niños a lo mejor no hablan español. Más que un maestro tienes que ser un tutor, un psicólogo o un médico”.
Las jóvenes tienen la labor de hacer promoción a las normales rurales en otras localidades cercanas, motivar a niñas y adolescentes a que continúen sus estudios y que sean maestras en comunidades rurales.
Para María Dolores, lo que hacen los normalistas día con día es “luchar por algo que ya nos pertenece (el derecho a la educación), que no deberíamos estar luchando porque ya es nuestro, pero que al día de hoy no tenemos”.
Durante su estancia en la Normal Raúl Isidro Burgos, las normalistas –quienes desean ser profesoras porque están convencidas de que es el medio para que la población campesina tenga más oportunidades– hacen guardias, registran a todas las personas que visitan la escuela, realizan faenas de limpieza y participan en marchas en Guerrero y el DF.
Por seguridad, las normalistas no participan en la toma de casetas, carreteras y camiones en Guerrero, pero están dispuestas a hacerlo cuando sea necesario.
Son varios los contingentes que desde Chihuahua han llegado a la Normal Rural de Ayotzinapa, tras la desaparición de los 43 jóvenes el pasado 26 de septiembre. Se relevan cada semana y están dispuestas a continuar con esta misión hasta la aparición con vida de sus compañeros.