Inseguridad acecha a niños de la calle en territorio PRI (Veracruz)

Norma Trujillo Báez
La Jornada

Yamilet en este ciclo escolar terminó su secundaria y está buscando ingresar al bachillerato. La venta de flores ha quedado atrás, pero afirma que en los tiempos de inseguridad los niños de la calle y trabajadores tienen miedo, “las calles ya no son libres para que se caminen, antes andábamos juntos, en bolita, ahora andan solos y de mis amigos, algunos desaparecieron, otros ya se casaron”.

El Movimiento de Apoyo a Niños Trabajadores y de la Calle (Matraca) le dio oportunidad de terminar la secundaria. Es alegría para la familia, su madre le regala un arreglo floral como estímulo al logro obtenido, Yamilet confía en seguir estudiando, porque es la única forma de no volver a las calles. “Nosotros como mujeres, bueno también los hombres, corren peligro, mis amigos, mis hermanos, mis hermanas corren peligro en la calle”.

El clima de inseguridad también los afecta, “Nosotros éramos como 25 niños y todos juntos nos defendíamos, andábamos en bolita… ahora sé que a mis amigos los han querido violar, los jalonean, se los lleva la policía”.

De sus amigos dice: “a unos los desaparecieron, a otros los mataron y otros más siguen en la calle, antes era más tranquilo, ahora las calles son más feas, ya no se puede andar libremente… está más difícil, para andar en la calle ya no, hay más riesgo para las mujeres. Hoy hay niños más pequeños, andan solitos, o de dos, por eso los violan, los roban, les pasan cosas”.

Antes no era mucho peligro, dice y reflexiona, “saliendo a la calle, a la escuela, a trabajar en la calle, en los antros, puede pasar algo, salen los borrachos y te pueden pegar, allí sólo entramos a vender flores”.

Yamilet recuerda su infancia, cuando tenía como nueve años, “venía a la primaria, eran mis hermanos los que venían a la primaria y cuando salían se ponían a trabajar, salían de la escuela de 20 de noviembre, iban a Matraca y salían a vender chiclets, a malabarear. Ya cuando crecí también me llevaron a vender rosas, salíamos de la escuela y pasábamos a comer a Matraca y nos íbamos a vender. En la escuela ya sabían que vendíamos flores, en la dirección ponían una cubeta con agua y ahí poníamos las flores que venderíamos en la tarde en el centro, y Matraca nos ha apoyado mucho, cuando nos enfermamos, a las inscripciones, Matraca nos daba una hoja para darla en la escuela y así no pagaba las inscripciones mi mamá”.

Yamilet recuerda el riesgo: “una vez andaba vendiendo flores, yo entré con mi hermana y mi primo a un bar, cuando vemos a los del DIF y no nos alcanzaron… Otra vez un señor me compraba una rosa en 20 pesos, yo le dije que sí y el señor me dijo –acompáñame, allá abajo está mi coche… yo te pago ahí–. Ya me iba cuando mi hermano me dijo –Yami, a dónde vas–, entonces me pude ir, no sabía qué intenciones tenía el señor. Pero he estado en la calle por la pobreza, era difícil tener para comer, para los pasajes. Todos salimos a trabajar a la calle, ahora mis hermanos ya se casaron, pero yo quiero estudiar la prepa, presenté el examen y lo que quiero es ser educadora”.

Por falta de dinero, niños con cáncer abandonan tratamientos

La insolvencia económica sigue siendo un factor para que pacientes con cáncer abandonen su tratamiento, pues hay familias que proceden de la sierra de Puebla o Zongolica y gastan hasta 600 pesos diarios, por ello se buscan acciones que permitan recaudar fondos en su apoyo.

María del Carmen Zamorano Díaz Ordaz, encargada del programa Sigamos Aprendiendo en el Hospital, aseveró que en el caso del Hospital Regional de Río Blanco, se atiende a un promedio de 50 infantes con diversos tipos de cáncer, quienes además de recibir su tratamiento médico, reciben el apoyo educativo a través del programa que ella dirige, con lo que se evita que los niños caigan en rezago.

Al anunciar la carrera pedestre a campo traviesa Oncoamigos, con lo que se recaudarán fondos a favor de los pacientes oncológicos de escasos recursos, sostuvo que el dinero permitirá apoyar a familias que por falta de éste no pueden llevar a los niños a su tratamiento, pues en ocasiones viajan hasta tres horas en plena sierra y se gastan entre 400 y 600 pesos.

Y es que a pesar de que el hospital está comprometido dentro del tratamiento médico de los pacientes, siempre hay gastos extras que se generan diariamente y, ante una enfermedad de este tipo, hay ocasiones que el dinero no alcanza. “Es importante que las personas se sumen a este tipo de causas, hace falta sensibilizar a todos, estos niños están luchando por su vida y así como es importante que la ciudadanía apoye, los mismos pacientes se comprometen a seguir en la lucha cuando se sienten queridos, respaldados, apoyados por personas, conocidas o extrañas”, comentó la entrevistada.

Pacientes cuyas edades oscilan entre 1 y 20 años, toman clases de lunes a viernes con el fin de no tener un rezago educativo, este tipo de actividades influye directamente en el ánimo y la actitud del paciente, lo que a su vez repercute favorablemente en el tratamiento.

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