La temprana debacle de Peña

Carmen Aristegui F.
Reforma

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En la lógica sexenal mexicana, prealternancia, los Presidentes empezaban a sufrir el descenso en su popularidad y de la fuerza para ejercer su mandato al final de sus periodos, cuando estaba en turno de espera el sucesor.

Venía la ruptura más o menos sutil o más o menos violenta entre el que se iba y el que llegaba. El Presidente saliente no volvía a aparecer en escena o aparecía muy esporádicamente. Todo se reacomodaba para que la maquinaria priista siguiera funcionando como relojito.

Quitando del análisis a los dos Presidentes panistas que protagonizaron la llamada alternancia, en ningún momento de la historia presidencial de México se recuerda a un jefe del Ejecutivo que haya entrado, de manera tan temprana, en un desgaste tan pronunciado como el que hoy vive Enrique Peña Nieto.

Literalmente, estamos presenciando su debacle si entendemos la palabra como dicta el diccionario: «Desastre que produce mucho desorden y desconcierto, especialmente como final de un proceso».

Hay desorden, hay desconcierto, hay horror, hay graves indicios de corrupción. Hay una debacle de este Gobierno.

El dramático cambio en las percepciones sobre México y sobre quien ocupa la Presidencia a nivel nacional e internacional se ha producido de una manera acelerada.

«This is a big political crisis for Mexico», le dijo Christiane Amanpour de CNN al Embajador Medina Mora preguntando por la crisis de Ayotzinapa. El Embajador mexicano no tuvo más remedio que asentir.

A la indignación causada por lo sucedido en Iguala se suma, ahora, la indignación que causan las revelaciones sobre la «Casa Blanca», la propiedad valuada en 7 millones de dólares en posesión de la pareja presidencial, cuyo título de propiedad está a nombre de la empresa de un contratista amigo de Peña Nieto beneficiado con obras públicas y servicios en campaña cuando el Presidente fue Gobernador del Estado de México y ahora que encabeza el Ejecutivo federal.

Digámoslo suavemente: estamos ante una alta probabilidad de un caso grave de corrupción protagonizado por el hoy Presidente de la República.

La debacle de Peña Nieto cruza por la imposibilidad de explicar, de manera convincente, por qué él y su esposa están en posesión de tan espectacular casa.

En un clarísimo conflicto de interés, Rivera y Peña Nieto vivirán ahí una vez que dejen Los Pinos, según declaró Angélica Rivera a la revista ¡Hola! en mayo de 2013, confirmando por ellos mismos la posesión de la casa.

El dueño legal de la casa, Juan Armando Hinojosa Cantú, hizo obras millonarias para Peña Nieto cuando era Gobernador. Es el mismo que rentó aeronaves al PRI cuando Peña era candidato. Es al que acaban de adjudicar, junto con otras empresas, el contrato para el polémico proyecto hidráulico Monterrey VI, por 47 mil millones de pesos. A quien declararon ganador -junto a empresas del Gobierno chino- de la licitación revocada abruptamente para el tren de alta velocidad México-Querétaro por más de 50 mil millones de pesos.

La Presidencia salió al paso para explicar que la «Casa Blanca» no es de él, sino de ella, y que la casa de atrás, en Palmas 1325, también es propiedad de la señora «desde varios años atrás».

Como parte de la investigación difundida por Aristegui Noticias, se dio a conocer, esta semana, que la residencia que se encuentra a espaldas de la «Casa Blanca» -y que conecta a ambas con un pasillo- fue «transferida» por Televisa Talento, S.A. de C.V. a Angélica Rivera el día 14 de diciembre de 2010, 17 días después de que ella y Enrique Peña Nieto se casaran.

Televisa dijo a CNN que había otorgado esa casa a Rivera como lo hace con otros artistas con quienes mantiene contratos de «exclusividad». El último que firmó Rivera con Televisa fue en 2004. Esa otra casa está valuada en 27 millones 651 mil 744 pesos, según documento en poder de AN.

Se publicó ayer en REFORMA que para comprar una casa como la «Casa Blanca» se tendrían que pagar 790 mil pesos mensuales y demostrar que se tiene un ingreso mensual de 1.6 millones de pesos.

Presidencia afirma que la esposa de Peña Nieto «es económicamente solvente y contaba con los recursos suficientes para adquirir estos inmuebles… La larga carrera profesional de la Señora Rivera Hurtado le ha permitido consolidar su patrimonio personal». Ajá, dirían los suspicaces.

México debe estar preparado. No quedan muchas dudas. Estamos ante la debacle del Presidente Peña Nieto. Una debacle temprana.

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