Gabriela Hernández
Proceso
SAN BERNARDINO CHALCHIHUAPAN, Pue. (apro).- La violencia con la que policías ingresaron a esta comunidad la madrugada del sábado 18 sólo puede explicarse como una venganza del gobernador Rafael Moreno Valle sobre el pueblo de Chalchihuapan, consideró Misraim Hernández, representante de Contingente Puebla.
“Para mí, es una venganza del gobernador por el golpe político que le representó la recomendación de la CNDH, y prueba de ello es la forma en la que entraron los policías, llegaron golpeando, lastimando a la población cuando no había nada que justificara que actuaran de esa manera”, declaró el activista social.
Apenas amanecía el sábado, refirió el abogado Alejandro del Castillo, cuando los policías agredieron a los pobladores que aún dormían y no representaban mayor peligro.
El gobierno de Moreno Valle, acusó el defensor, quiso dar una reprimenda a esta población.
“No conforme con haber matado a un hijo de este pueblo, hoy manda a sus perros a mancillar una vez más esta población”, denunció.
La noche del jueves 16 los pobladores habían notado que policías ministeriales recorrieron las calles de Chalchihuapan, por lo que se lanzó un alerta de que posiblemente habían ido para ubicar casas.
Las agrupaciones pusieron entonces en resguardo a 10 habitantes que eran mencionados en las averiguaciones previas, entre ellos a Javier Montes Bautista, edil de la Junta Auxiliar.
Sabían que esa noche algo pasaría, por eso quitaron la placa que colocaron la noche del 15 de septiembre: “En memoria de nuestro niño héroe José Luis Tehuatlie Tamayo… Víctima del represor Rafael Moreno Valle”.
“Esa placa la vamos a volver a poner y la vamos a cuidar porque para nosotros es un símbolo”, refirieron los pobladores.
Araceli Bautista, madre del edil auxiliar, contó que la primera casa a la que fueron esa noche fue a la suya. Unos 20 policías vestidos de negro y sin identificarse rompieron la chapa de su puerta para entrar.
En menos de cinco minutos la recorrieron toda. Cuando no encontraron al edil auxiliar, se retiraron diciendo: “Esto ya valió madre”.
Por la mañana la duda era por qué habían ingresado a las otras cinco casas, ya que algunas de las personas que se habían llevado ni siquiera participaron en la manifestación del 9 de julio y otros sólo habían sido observadores.
Sin embargo, la PGJE pretende ahora fincarles cargos por motín, ataque a las vías de comunicación, y a dos de ellos por intento de homicidio.
Fausto Montes
Fausto Montes García, de 31 años, y su esposa Petra López se habían levantado desde las 3:30 horas para “torcer” hilo con el que hacen tenderos, actividad de la que subsisten económicamente.
Con reboso atado a la cintura, la joven mujer carga a su bebé de seis meses. Así la traía en brazos, dice, cuando escucharon un vehículo afuera de la casa y se asomaron por la ventana.
“¿Quién será? ¿Quién puede ser a esta hora? ‘Deja, no salgas, quien sabe quién será’, le dije yo a mi esposo, cuando nomás oímos que echaron el carro para doblar la puerta de la calle y después los marrazos sobre la entrada de la casa”
“¿Qué hacemos? ¡Son rateros, son secuestradores! ¿Qué podemos hacer? ‘Vente pa el cuarto, atravesemos el ropero para tratar de detenerlos’, y entre los dos arrimamos el ropero”.
Ellos llegaron hasta a la puerta y gritaron: “Aquí están los hijos de su puta madre”, y usaron otra vez el marro para abrirse paso.
El ropero se les vino encima. “Apenas alcancé a agarrarlo para que no golpeara a mi nena, que traía cargando, me quedé atrapada, me golpeé pero lo que no quería era que mi niña se lastimara”, cuenta la mujer.
“Mi esposo les gritó: ‘Pero qué les pasa, si yo no hago nada, aquí estoy con mi familia trabajando, no tenemos dinero ¿qué quieren?’ Y nada le respondieron”.
Otro hijo que dormía, un niño de un año y nueve meses, se había despertado a gritos, asustado con los golpes y la presencia de los cinco hombres vestidos de negro que agredían a sus padres.
“Yo grité ‘¿qué pasa?, ¿qué pasa?’ Y ellos me apuntaron con las armas, les valió que traía a mi niña cargada, me gritaron: ‘Ya cállate pendeja’. Ya no pude hacer más nada. Jalaron a mi esposo, se lo llevaron arrastrando”.
Aún no amanecía cuando salió corriendo a la calle para pedir auxilio entre los vecinos. “Yo creía que lo habían secuestrado”, recuerda.
Petra muestra las puertas rotas, el ropero con un enorme hueco aún tirado adentro del cuarto donde trataron de refugiarse y el marro que los elementos policiacos dejaron abandonado en su casa.
“Nosotros nomás nos levantamos tempranito a trabajar honradamente, y ya nos vinieron a hacer esto, no es justo”, reclama.
Ahora, dicen que el nombre de su esposo aparece en la averiguación previa como Fausto Montes García y/o Bernardino Ocotl Ocotl, lo que a todas luces es ilegal.
“Ahora resulta que no era a mi esposo al que buscaban, que era otro, y eso qué, quién va a pagar los daños que nos hicieron, los sustos que nos llevamos, los miedos que nos metieron, el gobierno no pensó ni en los niños, eso no es de gobierno, es injusto, quiero que liberen a mi esposo y a todos los detenidos”, exclamó la mujer entre llanto.
Raúl Contreras
A Raúl Contreras, de 36 años, y a su esposa Anahí Xelhua los despertó el ruido que hicieron los policías cuando rompieron una puerta y cristales de un cuarto de la planta baja. Aquí, incluso tumbaron una parte de la pared.
En el mismo cuarto dormía el matrimonio, tres niñas de 4, 6 y 9 años, así como un bebé de tres meses.
Otro familiar se asomó de otra habitación, pero el policía le gritó: “Métete o te disparo”.
“Mi esposo abrió la puerta para asomarse, cuando vimos que iban subiendo al cuarto, yo que cierro la puerta y lo trato de detener: ‘Raúl, no salgas, no salgas’, le dije”, recuerda.
“Pero él dice ‘no, ¿pero por qué nos están haciendo esto?’. Ellos llegan hasta el cuarto y nos empiezan a patear la puerta, rompen el cristal y los vidrios van a dar hasta la cama, donde estaba mi bebé de tres meses acostado, mis niñas se levantan todas asustadas”, relata entre sollozos la mujer, con una niña de seis años sentada en su regazo que igual no para de temblar y llorar.
“Mi esposo todavía les dijo: ‘Cálmense porque mis niños aquí están’, pero ni así nos tuvieron compasión, y que lo agarran”, cuenta.
“Mis niñas y yo lo abrazamos, ellas gritaban: ‘Papi, papi, no se lo lleven, no se lo lleven’, pero nomás nos empujaron”.
“A mi suegra le apuntaron con la pistola, a mi suegro le pegaron”, reclama.
“Mi niña tiene heridas, se cortó con los cristales, les ruego que me saquen a mi esposo, lo agarraron injustamente, mis niñas lo buscan, se me van a enfermar, ellos no tienen corazón”, reclama.
María Fernanda, de seis años, enseña las heridas que trae en su mano y en su pie, que causaron los vidrios cuando la aventaron al piso. “Me empujaron, nos pegaron”, solloza la niña, “¿Por qué nos hacen esto? ¡Quiero que nos dejen a mi papá!”.
En rueda de prensa se mostró una fotografía de Raúl Contreras y de otro individuo que participó en la trifulca con policías del 9 de julio, para demostrar que no son la misma persona, pues las características físicas no corresponden.
Vicente Juárez
Mónica Varela, la esposa de Vicente Juárez, de 57 años, dice que a las cuatro de la mañana estaban bien dormidos.
“Cuando oí ruidos, abrí la puerta del cuarto”, relata, “pero ya estaban aquí, me aventaron, caí al suelo, sentí que una policía me estaba apachurrando aquí (señala su brazo)”.
La hija de ambos salió también de su cuarto, pero de inmediato, los policías le apuntaron a ella y a su pequeña hija de tres años. “Métete o te disparo”, les dijeron.
“Mi esposo estaba en trusa, y les decía: ‘Déjenlo vestirse’. Yo rápido saqué una ropa para que se le dieran, pero ya no sé si dejaron que se la pusiera. Se lo llevaron”.
Mónica asegura que su marido ni siquiera es la persona que refieren en la averiguación, por lo que pide que lo liberen. “¿Por qué nos rompieron la puerta? ¿Por qué no presentaron papeles?”, cuestiona.
“Él es el único sustento de mi familia, de qué vamos a vivir, mi hija es madre soltera y su niña ve a mi esposo como su padre, está preguntando por él”, dice.
Florentino Tamayo
Bárbara Ponce, de 76 años, cuenta que un día antes se había dado un baño de temazcal para curar unos golpes que traía. “Estaba yo calientita, dormida en la cama con mi nieto, cuando en lo oscuro nomás se oye el golpe de la puerta y las luces que nos echaron a la cara”.
“Pero nosotros no hacemos nada, estamos durmiendo yo y mi niño, no hacemos nada”, les grité, y ellos me pusieron la pistola en la cabeza, que pa’ que no chille yo, que pa’ que no grite yo”.
Entre la oscuridad pudo ver que eran cuatro hombres con armas largas que lo único que les decían a ella y a su nieto, de seis años, era que se callaran.
En ese lugar sólo la anciana mujer y el niño dormían, pero en la casa de atrás se encontraba su hijo Florentino Tamayo, de 39 años, que era a quien buscaban los agentes.
“Aquí está, aquí está”, dijeron cuando el hombre se asomó al creer que unos ladrones se habían metido a la casa de su madre.
“Se lo llevaron a rastras, como si fuera un marrano”, relata uno de sus hermanos. “Creímos que lo estaban secuestrando, porque no nos dijeron nada ni mostraron un papel, ni dijeron de qué se trataba”.
Álvaro García Xelhua
En el patio de la casa de Álvaro García Xelhua aún está, como un surco, el rastro que dejaron sus pies cuando se oponía a que se lo llevaran.
Dos lo jalaban y tres le apuntaban con sus armas. Igual lo sacaron prácticamente desnudo porque dormía cuando los policías irrumpieron en su casa y tumbaron la cerradura de la puerta.
En la desesperación de no saber lo que estaba ocurriendo, su esposa y su hijo lo abrazaban para impedir que se lo llevaran.
El niño, de 12 años, se agarró a su pierna, pero un policía lo apartó de una cachetada que lo tumbó en el suelo.
“Trataba de que no se llevaran a mi papá, pero no pude evitarlo, me dieron una cachetada y ya me quedé ahí del golpe”, recuerda el menor.
La esposa relata que igual una mujer policía la apartó de un golpe en la cara.
“Mi hijo no es de problemas”, dice la madre del detenido, quien muestra una credencial que identifica a Álvaro como policía municipal del municipio de Ocoyucan.