Benito Jiménez
Reforma
Baja California Sur, México (18 septiembre 2014).- La desesperación de los damnificados por «Odile» recrudeció ayer en esta ciudad.
Algunos supermercados y gasolineras fueron saqueadas por los habitantes, después de tres días y largas filas de infructuosa espera.
La rapiña, que comenzó el domingo en tiendas de conveniencia, se extendió además a zapaterías e incluso negocios de equipo para oficina ante la mirada impasible de fuerzas de seguridad.
En Cabo San Lucas, miles de habitantes se abalanzaron sobre los supermercados como Costco, Soriana, Aurrerá [esos roban todos los días millones y millones y nadie les dice nada, al contrario, los siguen enriqueciendo] y hasta tiendas pequeñas y zapaterías.
El robo a los comercios incluyó pantallas planas, zapatos, enseres de cocina, víveres, ropa, cobijas, colchas, ventiladores, hornos microondas, llantas, y hasta osos de peluche, camionetas de todo tipo, incluidas de lujo, fueron repletas de mercancía, principalmente de las cadenas de supermercados.
Los policías municipales fueron rebasados en su intento por detener a la aglomeración de personas que hurtaron lo que pudieron en los carritos de los supermercados.
La vía que va de Cabo San Lucas a San José del Cabo lució la noche del martes abarrotada de vehículos llenos de mercancía robada y filas de personas llevando en sus hombros hasta comida para perro.
«¿Esta no se la esperaban verdad? ¡Pues manden ayuda!», gritaron a militares unos jóvenes que hurtaron un refrigerador.
En San José del Cabo, el Ejército logró controlar el saqueo a las grandes tiendas comerciales, pero sólo en las cercanas al aeropuerto.
Los militares desplegados para contener los pillajes dijeron que tenían la orden de no confrontar a la población.
También, la desesperación de la gente la llevó a ordeñar dos gasolineras en Cabo San Lucas, metiendo una manguera en uno de los depósitos de combustible.
Filas interminables de personas y autos esperaron hasta ocho horas para conseguir 200 pesos de gasolina.
En Cabo San Lucas, la fila alcanzó hasta tres kilómetros.
A la inquietud por la falta de agua, luz, alimentos y telecomunicaciones, se sumó la preocupación ciudadana por la fuga de reos del penal de San José de los Cabos.
«Andan armados con machetes y están quitando comida», alertó un guardia de seguridad del aeropuerto.
El martes arribaron a Los Cabos más de 40 camionetas de la CFE, procedentes de Sinaloa, para evaluar y restablecer el suministro de energía eléctrica. Pero los propios técnicos reconocieron que el problema llevará días en solucionarse.
Lo mismo se pronostica para regularizar el abasto de agua potable que, combinado con la ruptura de drenajes, ya es un foco de insalubridad.
La evacuación de turistas continuó, pero el puente aéreo apenas había rescatado 5 mil de los 30 mil viajeros varados en la entidad.
«Había mucho desorden. El puente aéreo fue insuficiente y le dieron preferencia a los extranjeros. A nosotros que traíamos niños nos dejaron ahí», contó Ernesto Cruz, quien, junto con su esposa y sus cinco hijos, logró salir hacia La Paz en busca de un ferry que lo traslade a Mazatlán.
A la tragedia se sumó la parálisis del comercio y la vida laboral de los habitantes de Los Cabos.
Por ejemplo, Juan Medina, de 27 años, compró un racimo de plátanos, medio kilo de jitomates y un puñado de papas en 300 pesos.
Una botella de agua de litro y medio cuesta 70 pesos y medio kilo de huevo se logró conseguir hasta en 120 pesos.
«Es un desmadre, porque gente que no resultó afectada se aprovechó de la situación para robar y la que verdaderamente está padeciendo la contingencia no cuenta con nada, no tiene apoyo», expresó un mando militar de la Tercera Zona Militar.
En Cabo San Lucas, la Sedena utilizó la Escuela Primaria «Lázaro Cárdenas» como albergue temporal para 300 personas.
Pero a más de 50 horas de su funcionamiento, los 48 militares a cargo del refugio ya resienten la falta de agua, medicamentos y víveres.
«Estamos dando unas 500 en cada comida al día, tenemos a demasiados niños, más de 100, y algunas heridas, pero seguimos dando ayuda en el albergue», indicó el mayor médico cirujano Juan Carlos García.
Adela González, de 38 años, lloró en un rincón de uno de los salones de la primaria su situación.
«No tengo casa, ropa, ni zapatos, todo se lo llevó el huracán», dijo.
Lo peor para la señora Adela es que su familia no sabe de ella.
El hambre tuvo un tinte dramático luego de que diversos militares médicos alertaran sobre las mordidas de perros en pacientes.
«Han sido atacados por perros, que seguro también ya padecen la falta de alimentos», dijo una enfermera militar.
Las tortillerías El Arco y El Farolito, en Cabo San Lucas, abrieron ayer, la gente también hizo largas filas para obtener un kilo del alimento.
El transporte público también se colapsó. Los taxis cobraron 700 pesos por un tramo corto y en los camiones colectivos ya no entró ni un alfiler.
«Si no se atiende esta emergencia, ahora sí van a ver muertos», alertó un policía municipal.