¿Muy «manito» Obama con Cuba por dejar entrar a las trasnacionales? PUES QUE EU PAGUE LO QUE LE DEBE A LA ISLA

Blanche Petrich
La Jornada

La Habana. Ahora que Cuba y Estados Unidos mantienen oficialmente relaciones diplomáticas y se espera, para el 14 de agosto, que el secretario de Estado John Kerry viaje a La Habana para izar su bandera frente a la sede diplomática de Washington, el debate a nivel de la calle se sintetiza en una frase: “Ahora que vengan los americanos…”.

Y vendrán por montones, según las estimaciones, ya que la Cubamanía se ha apoderado de la industria del turismo en EU. Durante los primeros cinco meses del año el flujo de viajeros de EU creció un 36 por ciento. Si se mantiene este ritmo, entre 600 mil y un millón de estadunidenses habrán visitado la isla hacia finales de año.

Además, en 2016 empezarán a operar las navieras de cruceros, que trasladarán a masas de turistas ávidos del exótico mundo retro, socialista y tropical. En el puerto ya están listos los muelles que los recibirán. Y a un costado del emblemático Hotel Nacional esperan los Cadillac descapotables de los años 50, pintados de azul turquesa y rosa chicle, listos para darles un tour de la nostalgia a 25 euros la hora.

Para algunos, el desembarco de estadunidenses es una perspectiva preocupante. Para otros, una ilusión de que con las firmas de empresas norteamericanas llegarán también los bienes de consumo que por tanto tiempo han sido escasos o inexistentes. Riesgo y oportunidad: sin duda se desencadenará el apetito consumista y se hará más evidente la creciente desigualdad social. Pero habrá movimiento de dinero y mercancías para activar la economía y mejorar el nivel de vida.

Lo cierto es que el deshielo –sorprendente o previsible– encuentra a Fidel Castro vivo, retirado del ejercicio del poder pero con una indudable influencia en la gestión del sucesor, su hermano Raúl Castro.

“Si cayéramos en el capitalismo…”

En una cafetería popular, con una terraza que da a la calle, casi contra esquina con el antiguo cementerio Colón, un investigador cubano, autor de numerosos libros y ensayos, militante comunista y conferencista reconocido en los think tanks latinoamericanos, comparte conversación, reflexiones y café en la medida en que cae la tarde y el calor del verano cede.

“Los historiadores aun no miden en toda su magnitud la hazaña que logró Fidel Castro, el haber hecho la travesía en el desierto desde los años noventa y haber logrado mantener el consenso social, en un país que aún no logra tener una economía viable”.

Asegura que en este debate sobre las perspectivas de Cuba con relaciones plenas con Estados Unidos, en medio de las discrepancias, subsiste un consenso en la sociedad: a todos les preocupa mantener la independencia del país:

“Esa es la clave. Ese es el primer temor: perder la independencia. El segundo temor es perder las conquistas sociales: educación y salud gratuitas. El tercer miedo es que Cuba termine siendo como cualquier otro país pobre del mundo. La población cubana sí está bien informada y sabe que si caemos en un sistema capitalista, lo que nos toca es ser como República Dominicana y como México, no como Suecia, ni siquiera España. Frente a esa disyuntiva la conclusión es sencilla. Mejor este socialismo imperfecto. Esa es la base del consenso”.

En enero, cuando ya estaba al descubierto el trabajo de fino tejido que se había hecho en absoluta reserva para anunciar el deshielo, el ex presidente Fidel Castro, desde su retiro, manifestó: “No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos”.

¿Fue una señal de discrepancias entre los dos hermanos?.

No lo ve así. Recomienda aprender a leer estos guiños y juegos en «clave cubana». Lo explica como los ritmos de una transición sin una ruptura traumática que se está dando entre la generación de la gesta del siglo 20 y los que tomarán la estafeta de la conducción política dentro de poco.

A Raúl Castro se le identifica como cabeza de esta línea reformista. ¿Pero eso quiere decir que es más reformista que su hermano mayor? Nadie se atrevería a adelantar una opinión así. No se concibe que en ninguna de las decisiones tomadas hasta ahora por el actual mandatario, incluida la de reanudar las relaciones diplomáticas y políticas con Estados Unidos, haya prescindido del visto bueno de Fidel.

Fin del juego. ¿Quién gana?

En opinión de muchos, y no solamente en las voces del oficialismo, la singular coyuntura del deshielo cubano-estadunidense es una victoria del líder histórico Fidel Castro, ya que para que Washington desistiera de su política de guerra fría –un anacronismo que mantuvieron vigente 10 presidentes de Estados Unidos y que a Barack Obama le tomó siete años en la Casa Blanca para empezar a remontar— el gobierno que encabeza hoy Raúl Castro sigue siendo el mismo que se quiso derrocar durante más de 60 años: un régimen de partido único y comunista: una estructura política vertical; una economía que, dentro del proceso de “actualización del modelo” en la que se encuentra pretende seguir siendo socialista. Aunque qué tipo de socialismo se quiere es otra parte del debate actual.

Ahora mismo, mientras se festeja por el deshielo, la hostilidad estadunidense continúa. Ejemplo muy reciente: en junio de 2015, un comité del Congreso estadounidense aprobó el proyecto de Ley de Apropiaciones de Operaciones Extranjeras para el año fiscal 2016 que permitirá inyectar fondos, entre otras organizaciones, a la Fundación Nacional para la Democracia (NED) que apadrina grupos anticastristas. A Cuba se podrán enviar hasta 30 millones de dólares para los programas de “promoción de la democracia”.

Mátame suavemente…

Carlos Alzugaray –diplomático, coordinador de la cátedra de Estudios Estratégicos Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores, miembro del consejo editor de la revista Temas– llama a esta política estadunidense de insistir en subvertir el poder de Cuba por medios no bélicos la “diplomacia Roberta Flack, por aquella canción killing me softly with this song…”.

Subversión amistosa, califica en otros textos la estrategia de Obama, donde coexiste la vía diplomática que busca la normalización de las relaciones y la intención de “cambiar al régimen” con medios no bélicos.

Frente a esta apuesta por el colapso del régimen castrista, el Partido Comunista Cubano y el gobierno en La Habana optaron por la vía de lo que Alzugaray prefiere llamar “una transición dentro de los marcos de la legitimidad establecida”.

En 2004, en un seminario en Santo Domingo, Alzugaray anticipaba atisbos del actual acercamiento: “Lo más probable es que en un plazo no mayor a los cuatro o cinco años se llegue al momento en que la gradual acumulación de medidas de flexibilización adquiera la suficiente masa crítica para que se acelere y se haga imparable”.

En 2009, ya con Barack Obama electo, confrontaba a quienes sostenían que Washington nunca abandonaría su voluntad hegemónica frente a Cuba, en un artículo que tituló “Cuba en Obama; Obama en Cuba”.

El historiador apostaba por lo contrario, a la vista de la propia crisis del poder hegemónico de EU, que de entonces para acá no ha hecho sino profundizarse: “Estas crisis (económica, diplomático-militar y político-ideológica interna) obligarán a Obama a pensar de manera más pragmática”.

En aquél momento su artículo no cayó bien en algunos círculos fidelistas. “Pero hoy está demostrado que no me equivoqué”. Asegura: “Vivir estos momentos es muy emocionante”. Sobre todo para él, que en su calidad de ex diplomático, académico apreciado en los think tanks estadunidenses y entusiasta de la estrategia de reformas de Raúl Castro –“de cambio y continuidad”, las califica—es también interlocutor privilegiado en el diálogo entre las dos embajadas.

Una pregunta frecuente es si puede haber en la transición reformas económicas sin reformas políticas. “No se puede. Pero las reformas políticas están ocurriendo. Están maduras; se caen de la mata”.

Entre los acuerdos previos al restablecimiento de relaciones, Raúl Castro dejó claro que ningún tema será excluido del diálogo con Estados Unidos, incluyendo el de la democracia y los derechos humanos. Pero en cada caso, Cuba se negará a aceptar imposiciones basadas en la desigualdad, las presiones económicas o el irrespeto a la soberanía.

A pesar de ello, Obama mantiene su determinación de normalizar las relaciones con este gobierno que en tantos aspectos es antagónico. “¿Y sabes por qué? Porque ellos ven venir los cambios en Cuba. Y quieren estar aquí cuando estos cambios ocurran”.

Alzugaray recuerda que hay ya un cronograma básico para la transición y el relevo de mandos en el gobierno. El año próximo tendrá lugar el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, donde se avanzará en la institucionalización de la reforma, que no le llaman reforma sino actualización del modelo.

Para 2018 Raúl Castro se jubila. Y la Asamblea Popular elige, conforme a sus propias reglas, al presidente sucesor. Según la resolución tomada en 2011, en el VI Congreso del PCC, solo podrá ser electo presidente por cinco años y por dos periodos consecutivos.

Y frente a Estados Unidos, los dirigentes que tomarán las riendas la década próxima tienen memoria. “No te olvides. Todos ellos, la nueva generación, nacieron y crecieron en un país bloqueado”.

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