- Aguirre Rivero y Moreno Arcos no quieren que Peña Nieto vea a los refugiados, dicen
- El martes, el plazo para que 42 familias dejen el albergue; la alcaldía ofrece darles $5 mil
MARGENA DE LA O
La Jornada
Chilpancingo, 14 de septiembre. Dormir un día en un albergue es “un tormento”. Vivir 365 días es “una tristeza”. María Guadalupe Guerrero Benítez, este 16 de setiembre cumple un año de vivir en el Instituto del Deporte del Estado de Guerrero (Indeg), el albergue de los afectados por la tormenta tropical Manuel en Chilpancingo.
La intención del gobernador Ángel Aguirre Rivero y del alcalde Mario Moreno Arcos es que las 42 familias que están allí desde hace un año no las vea el presidente Enrique Peña Nieto el 17 de septiembre que visitará Guerrero. Dieron de plazo hasta el martes que Guadalupe cumple un año para que se vayan, a cambio el alcalde les prometió 5 mil pesos para dos meses de renta en lo que les entregan sus casas en El Mirador.
Con todo y la tristeza de la que habla Guadalupe, en los 500 metros cuadrados de la cancha de basquetbol del Indeg es una convivencia de una unidad habitacional. Cada una de las 42 familias tiene un espacio de unos tres metros divididos por palos, colchonetas y sábanas, que a manera de broma, los damnificados llaman departamentos.
La división de los dormitorios no los exenta de que por la noches convivan con la tos, los gases, los sueños delirados, y cualquier otro ruido nocturno de los vecinos. Hace 26 días nació Milagros Yamilet (made in Indeg). “Sí, pero como ya estamos en confianza”, comenta entre risas Guadalupe de que la bebé fuera concedida en el albergue.
La convivencia en un lugar tan reducido para 120 personas, con agua de uso doméstico limitado, y sin servicios de salud, propagó la pediculosis (piojos), causó tres casos de hepatitis y uno de tuberculosis. Entrar a la cancha del Indeg llega de sopetón una mezcla de olores entre comida, sudores, y sanitario.
Guadalupe platica que el ayuntamiento les manda una pipa de agua al día, pero que hace unos días les quitó las brigadas médicas. Todo el tiempo de la conversación se rasca la cabeza, la cara y el cuello, en los que tiene llagas frescas y oreadas por una infección en la piel por la que gastó mil 200 en medicamento la última semana.
Hasta antes de Manuel, Guadalupe tenía su casa en un escurridero de la colonia Nueva Alborada, en un cerro de 15 por ocho metros podado, por el que pagó 11 mil pesos. La noche del 15 de septiembre pasado únicamente quedó el techo de su casa de madera por los robustos horcones que lo sostenían. El cerro de lado cayó sobre el escurridero y el agua de su caudal hacía una maniobra que fue a parar a las paredes. “Eso sólo lo había visto en una película de terror”.
Ese lugar antes de la tormenta era igual de peligroso, el esposo de Guadalupe murió el 17 de junio de hace cinco años al caerle otra parte del cerro cuando limpiaba el terreno.
Milagros Yamilet es la sexta hija de Verónica Sonora, una mujer de 33 años, que vivía en la barranca Pesuapa, y espera como el resto de las familias la vivienda que le prometieron de la Sedatu.
En la mañana se reunieron en el ayuntamiento dirigentes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero (APPG), organización que representa a los afectados, el alcalde Mario Moreno Arcos; el asesor del gobernador, Ernesto Aguirre Gutiérrez, y el delegado de la Sedatu, Héctor Vicario Castrejón, quienes acordaron llevarse a los afectados a casas rentadas, informó Higinio Luna, uno de ellos.
El acuerdo lo desconocían en el Indeg: “dicen que nos van a llevar a La avioneta. No quieren que nos vea el Presidente”, “que las casas estarán en dos meses con todos lo servicios”, “ahora dicen que son varios predios para nosotros”. Fueron los comentarios.
El único lugar autorizado para reubicar a los afectados de la ciudad es El Mirador, que carece de servicios porque dar fuera de los márgenes del Plan de Desarrollo Urbano Municipal. La Sedatu, encargada de la construcción de mil 200 viviendas en el lugar, quedó de entregar las primeras 400 desde el 15 de julio pasado, sólo hay 100.