MARGENA DE LA O
La Jornada
Chilpancingo, 17 de julio. Beatriz Ocampo Ortiz, una anciana de 83 años, habitante de Tenexpa, municipio de Tecpan de Galeana, murió la noche del martes por problemas de riñón. Esta muerte podría pasar desapercibida si no fuera porque esta mujer perdió parte de su casa con el sismo del 8 de mayo pasado; desde entonces vivía en la clínica del pueblo, refugiada con su hermana y cuñado casi de la misma edad, y porque el miércoles fue velada en lo que quedaba de la vivienda, entre cintas de precaución y escombro.
La familia de doña Beatriz fue censada por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), y la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso), y hasta el gobernador Ángel Aguirre Rivero, el 12 de mayo que estuvo en el pueblo, la vio en la clínica junto a su hermana y les prometió la ayuda que sigue sin llegar.
Ese día, el gobernador repartió dinero en efectivo: al sacerdote del pueblo le dio 500 mil pesos para reparar la iglesia católica San Juan Bautista. Dos días antes, estuvo su esposa, la presidenta del DIF estatal, Laura del Rocío Herrera, les pidió calma, cerrar los ojos, y les llevó despensas, colchonetas, cubetas y colchas que parecían de papel.
Tenexpa fue el pueblo más afectado por el sismo de 6.4 grados Richter del jueves 8 con epicentro cerca de la cabecera municipal. Los daños se resumieron en 200 viviendas afectadas en un lugar de unos 5 mil habitantes.
La Sedatu y la Sedeso aún no terminan, o en otros casos ni comienzan, a entregar las viviendas a afectados por la tormenta tropical Manuel de diferentes partes del estado, por ejemplo, en el Instituto Nacional de Deporte y Juventud (Indej), en Chilpancingo, todavía viven 38 familias de las colonias del norte de la ciudad, quienes supuestamente serán reubicadas en el predio El Mirador, donde hay no más de ocho casas tipo, de material prefabricado.
La casa de Beatriz está en la calle Morelos, cerca del zócalo de la comunidad. Regresó ahí en ataúd el martes pasado en la noche que llegó desde Zihuatanejo, a una distancia de dos horas, 24 después que se la llevaron.
Paradójicamente vivió los dos últimos meses de su vida en la clínica del pueblo, a unos metros de su casa, sin que recibiera un tratamiento para su mal del riñón. En ese pueblo costeño no hay ni equipo ni medicamento para esos padecimientos.
Carmela, hermana de Beatriz, quien dijo que tenía setentaytantos años el 10 de mayo pasado, a dos noches de dormir en la clínica comentó que le preocupaba vivir en esas condiciones: la incomodidad de no estar en casa, a que tenían que dejar el espacio al doctor del pueblo para sus consultas de la mañana, y esperar en el zócalo hasta que terminara, después de las 15 horas.
Beatriz Ocampo Ortiz fue sepultada ayer en el panteón del pueblo.