Redacción Proceso
MÉXICO, D.F. (apro).- La prensa estadunidense mantiene la lupa puesta sobre México tras los incidentes registrados en Iguala, Guerrero, y sobre el escándalo de la “Casa Blanca”. Ahora, la prestigiada revista The New Yorker publica un artículo del periodista Francisco Goldman, quien, sin rodeos, advierte que el Peña Nieto, con ayuda de voces aliadas, está construyendo un discurso para justificar la represión de manifestaciones públicas y señala que el ejemplo más claro de corrupción en México “es el propio presidente de la república”.
En su texto titulado Crisis en México: Una Revolución Infrarrealista, el principal del semanario, Goldman pone énfasis sobre las dudas que hay en torno de los grupos violentos (los llamados “anarcos”) que aparecen en cada marcha y “proveen a la policía argumentos para utilizar la violencia”.
Y ofrece varias citas sobre los riesgos de una represión contra los manifestantes, y el discurso que se viene construyendo:
Por ejemplo, retoma parte de un artículo publicado por Beatriz Pagés Rebollar, una experiodista y ahora funcionaria del PRI, en el sitio oficial de ese instituto político:
“La cadena de protestas y actos vandálicos —perfectamente bien orquestados— replicados en varias partes del país demuestra que la desaparición y probable exterminio de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa forma parte de una trampa estratégicamente puesta a México […] Todos estos activistas y propagandistas del terror tienen el mismo modus operandi: utilizan un discurso provocador, engañador y fraudulento para confundir y hacerle creer a la sociedad que la desaparición y posible asesinato de los 43 jóvenes normalistas es un crimen de Estado, como si el Gobierno mexicano hubiera dado la orden de exterminarlos”.
Goldman fortalece su hipótesis luego con un texto de Carlos Alazraki, a quien describe como “un privilegiado veterano del PRI y ejecutivo de publicidad que ha trabajado en las campañas electorales de varios de los candidatos presidenciales del partido”.
Publicado en el diario La Razón, el artículo, dice: “Estimados comemierdas: Maldigo la hora en que se convirtieron en sindicato. Maldigo la hora en que nacieron. Son unos asesinos. Odian a México. Ya para terminar, les recuerdo que la violencia genera violencia. No se espanten si el Gobierno federal reacciona”.
Y para rematar cita al propio Peña Nieto en su famoso discurso, ofrecido en medio del escándalo de la “Casa Blanca”:
“(…) Hay protestas que no está claro su objetivo. Pareciera que respondieran a un interés de desestabilizar, de generar desorden social y sobre todo de atentar contra el proyecto de Nación que venimos construyendo […] A lo largo de esta semana y estos días se han apreciado lamentablemente actos de violencia en algunas partes, de protesta con violencia en otras; claramente [quiero] señalar que el gobierno de la República es solidario con el dolor que ha provocado la desaparición de jóvenes estudiantes, que el gobierno de la República ha emprendido una investigación exhaustiva a través de la PGR y que ha mostrado públicamente el alcance y lo que lleva en sus investigaciones”.
El Peña agregó:
“Pero también hemos advertido que al amparo de este dolor y del sufrimiento de los padres de familia y de la consternación social que hay por los hechos de dolor y de horror que de acuerdo con la investigación se tuvieron en Iguala, hemos advertido los movimientos de violencia que al amparo y escudo de esta pena pretende hacer valer protestas. No nos vamos a detener. Pareciera que algunas voces unidas a esta violencia y a esta protesta, algunas de ellas, fueran aquellas que no comparten este proyecto de Nación, que quisieran que el país no creciera y que frenara su desarrollo”.
Activistas y organizaciones civiles dieron respuesta al día siguiente al Peña al exigirle que pusiera rostro a los que “desestabilizan” al país.
Goldman refiere:
“Peña Nieto habla a menudo como un actor que interpreta a un estereotipado Presidente [sic] en un programa de televisión, hablando sobre el uso legítimo de la fuerza, como si frases como esa tuvieran un poder mágico para aislarlo de las realidades sórdidas de un poder autoritario ejercito sin ley y con brutalidad, y de un gobierno irremediablemente comprometido. Cuando un Presidente [sic] como éste habla de un uso legítimo de la fuerza y describe a los manifestantes como amenazas a un ‘proyecto nacional’, lo que la gente oye son amenazas de ejercer ese poder de manera violenta y arbitrariamente”.
En su artículo el reconocido periodista estadunidense expone las dudas que hay sobre la honestidad del sujeto. “El ejemplo más claro de la corrupción en México en este momento parece ser el propio […] Peña Nieto”, subraya.
“No puede explicar de manera creíble cómo un relativamente joven funcionario de una familia de clase media ha logrado acumular tanta riqueza como la que él tiene. La más difundida (aunque no la única) evidencia de esta riqueza es la mansión de siete millones de dólares que el Presidente [sic] dice que pertenece a su esposa, una estrella de telenovelas que no ha trabajado desde el año 2007”.
Y remata.
“El título de la casa es propiedad de una empresa de construcción que ha ganado contratos (algunos de ellos controversiales) de las administraciones de Peña Nieto, tanto durante su gobierno [en el Estado de México] como en su Presidencia [sic]. La semana pasada, cuando se le dio un premio en el Comité de Protección de Periodistas por su contribución para la libertad de prensa, Jorge Ramos, el locutor de Univisión, se refirió a Peña Nieto de una manera que ningún radiodifusor y muy pocos políticos mexicanos se ha atrevido: ‘¿Se imaginan lo que pasaría aquí en los Estados Unidos si un contratista secreto del gobierno financia la casa privada de Michelle Obama? Bueno… eso es lo que está pasando en México y, aunque no lo crean, ni siquiera hay una investigación independiente que estudie el caso’, dijo. ‘Eso no es salvar a México. Eso es corrupción’”.