Se maquillan, visten de negro y exigen en Chihuahua justicia para normalistas de Ayotzinapa

Patricia Mayorga
Proceso

CHIHUAHUA, Chih. (apro).- Casi 500 jóvenes mujeres entre 18 y 24 años, han encabezado las marchas en la entidad para apoyar a sus compañeros de la Normal de Ayotzinapa, en Guerrero, y han sido acompañadas por cientos personas que se unen al grito de justicia.

Normalistas de Saucillo protestan en Chihuahua. Foto: Patricia Mayorga

Por tercera ocasión, las estudiantes de la Normal de Saucillo “Ricardo Flores Magón” viajaron hacia la ciudad de Chihuahua, a Juárez y Cuauhtémoc. En la frontera, tomaron el puente Libre y desde Creel también se han sumado egresadas, estudiantes de otras universidades, organizaciones y familias completas.

Son las estudiantes que advierten por las calles de la entidad que las muertes de sus compañeros no quedarán impunes y exigen, junto a decenas de miles en todo el país, la aparición de los 43 normalistas que permanecen desaparecidos.

Ellas conocen la lucha de los normalistas de Ayotzinapa, saben qué representa vivir y estudiar con el estigma de “revoltosas y guerrilleras”, con el sistema gubernamental en contra y la apatía social.

“Se dice que somos guerrilleras, que somos revoltosas, pero luchamos por el bien común, por los derechos que nos corresponden, no sólo a nosotras sino a toda la sociedad”, advirtió una estudiante de segundo grado desde el quiosco de la plaza de armas, donde se han reunido últimamente para unir su grito de justicia para el estado de Guerrero.

Cuando llegan a las marchas, dan una muestra de fuerza y determinación. Las normalistas llegan maquilladas, bien presentadas, casi siempre vestidas de negro para solidarizarse y exigir justicia para Ayotzinapa.

Gabriela Ortiz tiene 20 años, llegó a la Normal de Saucillo –ubicada a una hora de la capital– en busca de una oportunidad que en Ciudad Juárez no tuvo. Su familia no podía pagarle una carrera y, cuando conoció la posibilidad que le daba la Normal, presentó examen de admisión.

“En todo el estado hay universidades, te enseñan a trabajar con tecnología, con máquinas, etcétera, pero en la Ricardo Flores Magón no te cobran ficha ni cuota, ni inscripción, nada. Es una escuela rural donde van a egresar maestras no comunes y corrientes, formadas en todos los sentidos: deportivo, cultural, académico, productivo y político”, explica, con voz firme y convincente, la guapa joven.

Entre gesticulaciones y movimiento de manos, Gabriela recuerda que de chicas crecieron con el orgullo y la ilusión de vivir en un país ideal, en México, pero conforme crecieron, las injusticias las “bombardearon” y su panorama se abrió. Cuando ella tenía 13 años, la guerra contra el narcotráfico abatió su ciudad, Juárez.

“Eso te abre un campo más grande para ver, para estudiar. La Normal es totalmente gratuita porque la paga gobierno, no nos cobran nada, ni materiales ni nada, pero no todo es fácil para acceder a esa beca”, dice Gabriela en un extremo de la plaza de Armas.

Alejandra Hernández, quien tiene 21 años, explica que en la Normal de Saucillo hay una organización interna, todas colaboran en las gestiones para tener necesidades básicas.

Están organizadas por comités y cada grupo académico tiene una o dos representantes y ellas llevan las inquietudes y propuestas a la mesa estudiantil y sus respectivos comités.

Hay comités de actividades cívicas, periódico mural, honor y justicia, embellecimiento (de las áreas de la Normal), comunicación, difusión de imagen de la escuela, entre otros.

“Ideología socialista”

“La ideología es socialista porque se toman las decisiones en común, compartimos responsabilidades como Consejo Estudiantil con los directivos”, indica.

“Es un mundo totalmente diferente, estar en la escuela da fuerza para ser una nueva persona y luchar por el bien común de toda la sociedad… cada año dicen las autoridades que van a desaparecer la escuela y cada vez nos la modernizan más, le quieren quitar lo rural para ya no gastar, pero la arreglan mejor para recibir más apoyos. A las autoridades no les convence la Normal rural porque no les conviene que salgamos preparadas, más analíticas y combativas”, reitera Gabriela.

Son formadas para ir a dar clases a la sierra Tarahumara o a las zonas más marginadas de Juárez, por ejemplo, donde cada año se le dificulta a la Secretaría de Educación, Cultura y Deporte enviar maestros porque nadie quiere ir.

Gabriela explica que no están en contra de la modernidad, pero no toda la sociedad está en el mismo nivel socioeconómico y las autoridades se empeñan en tratar el plantel como si realmente hubiera igualdad, para aprobar, por ejemplo, las reformas estructurales, situación que genera mayor inequidad.

Y Mariana Delgado, de 22 años, respalda a su compañera: “Aquí (en la Normal) te dan una familia. No podemos ir cada semana a ver a nuestra familia porque no hay dinero, convivimos con más de 400 hermanas, 30 en cada salón, es nuestra familia”, comenta la joven originaria de Cuauhtémoc.

Esmeralda también llegó de Juárez. “Muchas llegamos por necesidad. Gaby y yo estamos en cuarto año, así llegamos y en dos semanas te puedo decir que no eres la misma persona. Palpamos que hay mucha precariedad, pero como individuos tenemos un valor enorme y como sociedad, esa es la satisfacción más grande que nos deja ser docentes. Aquí aprendemos desde limpiar marranos, a tratar con ancianos en un asilo, a desherbar, a gestionar apoyos en circunstancias difíciles para la gente que realmente lo necesita. Aprendemos el verdadero significado de solidaridad”.

Lo hacen sin obtener ganancia, “lo haces porque te nace, porque necesitamos estar bien como nación, estamos forjadas con sentido común”, comenta Esmeralda.

“Quería ayudar en algo”: Nadia

El 29 de septiembre pasado, una comisión de normalistas de Saucillo llegó a Ayotzinapa para apoyar a sus compañeros y a las familias que se encontraban en espera de los 43 estudiantes desaparecidos hasta ahora.

Nadia Pérez es originaria de Camargo y fue en la comitiva para apoyar. “Participamos en la guardia. Esa noche velaron a uno de los compañeros, estudiaba primer año y era originario de Tixtla. Era mucha impotencia ver a los papás, porque se cuestionaban a qué había entrado su hijo a la escuela, se preguntaban: ‘¿Entró a que lo mataran?’”

“Cuando nos dijeron que íbamos a ir no lo dudé. Había cierto miedo por lo que decían, pero yo quería ir a apoyar en algo porque allá no descansan para vigilar y, aunque sea una hora de guardia, para ellos es gratificante. Los papás nos preguntaban que de dónde veníamos y, el hecho de que supieran que éramos de Chihuahua, lo agradecían, porque sentían las ganas de apoyar”, comenta Mariana, quien también se sumó a la comitiva.

Nadia comenta con los ojos rasantes de lágrimas que es difícil ver a los padres de familia en espera de sus hijos, pero también a las madres que fueron a apoyar a sus hijos que están aún en la escuela y que se los querían llevar.
“Entras a normales a veces por necesidad de superarte, pero llega un punto en que te cuestionas si te puede pasar lo mismo. Los estudiantes les dijeron a sus papás que no se iban a ir, y muchos papás decidieron quedarse ahí con sus hijos, a acompañarlos en ese momento difícil”, relata Mariana.

Gabriela cuestiona por qué cuando sucedieron acontecimientos graves, aunque de menor impacto, no se hizo nada. El 12 de diciembre de 2012 balearon a dos normalistas de Ayotzinapa en la Autopista del Sol, a las afueras de Chilpancingo, cuando volanteaban y boteaban para obtener recursos, y no se hizo justicia.

El año pasado atropellaron a otros dos estudiantes y tampoco se hizo justicia. “No fue noticia nacional hasta ahora, en el 2014, pero si nos callamos, ¿qué pasará en otro año y luego en otro si seguimos en con esa mentalidad conformista? Esta lucha no es guerrilla ni sólo es por los estudiantes ni por los normalistas, es una lucha social, para el pueblo”.

Ahora, recuerda, fueron tres compañeros asesinados, otros tres civiles ajenos a los estudiantes y 43 normalistas desaparecidos. Enseguida critica que en Chihuahua la gente está en una zona de confort, porque los problemas los lejos y no se pone en los zapatos del otro.

“A pesar de todo lo que está sucediendo, Chihuahua no es solidaria, allá (en el sur) son más solidarios. Guerrero se unió, los papás salieron con ellos, los papás se estaban en la escuela a acompañar a los hijos que están ahí y que no quieren dejar la escuela, los vecinos, la sociedad se unió”.

Y es que en Chihuahua hay constantes campañas contra las normalistas cuando llegan, en marchas, a exigir mejores condiciones para su escuela y ellas.

Al inicio del actual ciclo escolar, dos jóvenes de recién ingreso presentaron una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) porque enfermaron con las arduas actividades de las dos primeras semanas que el comité estudiantil impone como “novatadas”.

La CEDH emitió la recomendación 13/14 a la Secretaría de Educación estatal, para que investigue el comportamiento de quienes estuvieron a cargo de dichas actividades y se imponga una sanción; que valore el contenido del curso de inducción para que sea cambiado en caso de que sea necesario y sea acorde a los planes educativos de la institución.

Esa situación generó una campaña mediática de desprestigio en contra de las normalistas por parte de algunos medios de comunicación locales, consideran ellas, y opinan que es molesto cuando se les quiere estigmatizar, porque se trató de dos casos de jóvenes que no estuvieron ni una semana en la escuela y no alcanzaron a conocerla, sin embargo, acataron la recomendación.

La situación de Ayotzinapa levantó la simpatía por las normalistas de Saucillo, quienes han marchado en tres ocasiones por las calles de Chihuahua, Juárez, Camargo, Delicias y Cuauhtémoc, para exigir justicia.

Fuente

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