De cumplir su principal compromiso de campaña —y sus electores no deberían esperar otra cosa— sobre expulsar de Estados Unidos a los migrantes indocumentados e impedir que realicen transferencias electrónicas, Donald Trump causaría un monstruoso déficit financiero en México equivalente a 20 MIL MILLONES DE DÓLARES ANUALES en promedio, por concepto de las remesas que dejarían de llegar a nuestro país.
El discurso de campaña del magnate y hoy presidente electo del vecino país del norte, giró en torno a la hipótesis de que los migrantes mexicanos y centroamericanos son, en buena medida, responsables del estancamiento económico en la Unión Americana. Por ello, prometió reiteradamente construir un muro fronterizo —pagado por México— para prevenir el ingreso ilegal de latinomericanos, bloquear las transferencias electrónicas de remesas y realizar deportaciones masivas de trabajadores indocumentados.
En 2015, México recibió casi 25 MIL MILLONES DE DÓLARES en remesas, superando los ingresos por exportación de petróleo (23 mil millones) que, por cierto, nuestro país también dejará de percibir a medida que Petróleos Mexicanos quiebre ante las trasnacionales que ya saquean nuestros hidrocarburos, cortesía del régimen usurpador de Peña Nieto y su contrarreforma energética.
Ese año, las remesas enviadas por mexicanos en el exterior ascendieron a casi el 2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Se espera que al concluir el 2016, nuestro país haya recibido más de 28 MIL MILLONES DE DÓLARES de nuestros connacionales desde el extranjero, superando incluso el máximo histórico alcanzado en 2007 durante el espuriato del genocida Felipe Calderón, con 26 MIL 59 MILLONES DE DÓLARES, 2.6 por ciento del PIB.
La mayor parte de las remesas enviadas a México provienen de Estados Unidos. De acuerdo con un reporte del Pew Research Center publicado en 2013, 98 por ciento de las remesas que México recibió el año anterior fueron enviadas desde el vecino país del norte, esto es, cerca de 23 MIL MILLONES DE DÓLARES. En aquel entonces se registró un decremento inusual en el monto de recursos que los mexicanos en Estados Unidos mandaban a nuestro país, sin embargo desde 2014 y hasta este momento, el envío de remesas a México ha vuelto a subir.
Por otra parte, dichas remesas son enviadas principalmente a través de transferencias electrónicas, vía que Trump ha prometido bloquear. Se desconoce la cifra real de dinero que los indocumentados mexicanos hacen llegar a nuestro país —Trump sostiene que son 24 MIL MILLONES DE DÓLARES anuales—, pero se sabe que utilizan mecanismos electrónicos para enviarlo. También se infiere que el grueso de las remesas son enviadas por trabajadores ilegales, ya que según estudios citados por Pew Research, residentes legales o extranjeros que adquirieron la nacionalidad estadounidense, son reacios a mandar dinero al exterior para evitarse problemas.
Sobra decir, pues, que si Trump cumple sus amenazas, la catástrofe económica para México será brutal. Pero hay que reconocer, haciendo acopio de frialdad, que ello no sería culpa de ese sujeto, por más que sus motivaciones parezcan fundadas en un pedestre odio racial contra los mexicanos, latinoamericanos en general, musulmanes y otros grupos. Al margen de sus desplantes retrógradas y su ridícula pretensión de «hacernos pagar» por el muro fronterizo (al parecer ya está reculando al respecto), varios planteamientos de Trump sí resultarían benéficos para Estados Unidos, México y el resto del mundo, entre ellos la cancelación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la propuesta de incentivar a las grandes corporaciones para que regresen a territorio estadounidense (y no salgan), la implementación de la famosa ley Glass-Steagall para frenar la voracidad y abusos de los bancos, así como su promesa de retirar a las tropas norteamericanas de los países que actualmente invaden, ya que como él mismo le reprochó a Hillary Clinton, «Estados Unidos no puede ser el policía del mundo».
Trump y el pueblo estadounidense tienen todo el derecho de hacer lo que les venga en gana en su país. Si sus decisiones afectan a México, no es culpa de ellos —lo hemos dicho hasta el cansancio en este medio cuando hablamos, por ejemplo, de la devaluación del peso— sino de nosotros mismos por depender absurdamente de lo que ocurra en el exterior, teniendo un país abundante en recursos naturales y humanos; por haber permitido que delincuentes usurpadores de la ralea de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, hayan rendido la soberanía nacional a Estados Unidos con sus «políticas» neoliberales que desmantelaron la planta productiva, entregaron las riquezas naturales del país y liquidaron los derechos constitucionales, ante la indiferencia de la mayoría de los mexicanos.
Ahora pagamos las consecuencias de mantener a una caterva de criminales entreguistas que disponen a su antojo de nuestro destino. Frente a ello, conviene preguntarse si en verdad es tan terrible que aparezca un sujeto como Trump, planteando cerrar la frontera e impedir —aunque sea a la mala— que sigamos dependiendo de los connacionales que huyen de la ignominia en nuestro propio país.
Entre líneas y muy en el fondo de su retórica deleznable, el mamarracho Donald Trump parece decirnos: «MEXICANOS, REACCIONEN YA Y TOMEN LAS RIENDAS DE SU PROPIO DESTINO».