Álvaro Ramírez Velasco
E-Consulta
Lo recibieron como el héroe esperado. Tres años y siete meses después de su última aparición en un acto político público, el ex gobernador Mario Plutarco Marín Torres fue el centro de atracción de la cargada priísta que este sábado se reunió en el Centro de Convenciones de la ciudad de Puebla, para la sesión extraordinaria de su Consejo Político.
La última vez que el llamado “góber precioso” arengó públicamente “viva el PRI”, que esta vez repitió con timidez, fue el 10 de enero de 2011, cuando Enrique Peña Nieto era el precandidato único del tricolor a la Presidencia de la República y las encuestas perfilaban la restauración del priato en Los Pinos.
En aquella ocasión, a diferencia de los otros ex gobernadores que asistieron (Melquiades Morales, Marino Piña Olaya y Guillermo Jiménez Morales), el protagonista del caso Lydia Cacho fue sentado lo más alejado posible de Peña y se retiró discreto, poco antes de que terminara aquel acto que también tuvo cita en el Centro de Convenciones.
Tres años y siete meses después, el oriundo de Navitas Cuautempan fue colocado en primera fila y recibió los saludos de la cúpula del priísmo local. Nadie le hizo el feo, ni evitó la foto con él.
Desde su asiento, con el rostro sereno, tocándose por momentos la nariz y dándose el tiempo con muchos para el comentario secreto, de la boca al oído, Mario Plutarco Marín Torres levantó la mano en cada votación económica que se requirió para modificar los estatutos de su partido en el estado y para avalar que la elección del nuevo dirigente será por el método de Convención de Delegados, que es mero trámite ante la imposición, desde el Comité Ejecutivo Nacional, de Ana Isabel Allende Cano y compañía.
Cuando fue presentado por el maestro de ceremonias, que nombraba a los “priístas distinguidos”, una ola de murmullos que comenzó con “Marín, Marín”, terminó en casi sonora ovación para el ex gobernador que tuvo que litigar ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), su exoneración por el caso Cacho.
Al terminar la sesión del Consejo Estatal, vino el baño de pueblo convertido en oleaje de fans que se volcaron ante el retorno de Marín.
Mujeres de filia tricolor, jóvenes y maduras, pidieron la foto al llamado “precioso”; nóveles militantes que se le acercaban para saludarlo; ex diputados que le pedían cita, “sí, búscame en la notaría”, respondía; más abrazos, más besos, más lisonjas enunciadas de prisa ante el paso entre la valla formada esporádicamente para que el ex mandatario saliera del Salón La Pastora del Centro de Convenciones.
También por ahí caminó, aunque con menos triunfalismo, su hijo Mario Marín García, quien saludaba a sus otrora aliados de la organización “Todos los jóvenes”; junto a él, el ex diputado federal y yerno de Rosario Robles Berlanga, secretaria de Desarrollo Social, Francisco Ramos. Entre bromas, soltaron que algo preparan para 2015; alguna candidatura se construye.
Alrededor de 20 minutos tuvieron que pasar para que Marín Torres llegara de su lugar de primera fila hasta su camioneta.
Antes del final de su recorrido triunfante, hasta casi la entrada del recinto, el diputado federal Enrique Doger Guerrero fue a saludarlo. Las críticas de ayer, los señalamientos de que Marín fue el culpable de la debacle priísta en el estado, se esfumaron con el abrazo que selló, en público, su nueva relación.
Mario Plutarco Marín Torres fue recibido y despedido como una gran celebridad.
En medio del episodio de horror que han vivido en los últimos tres años y medio desde la oposición, con un gobernador que los ha mantenido sometidos, los priístas recibieron a Mario Marín como el héroe de la película… que hoy anhelan ver.