Arturo Rodríguez García
Proceso
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- La celebración fundacional del país, instituida por Porfirio Díaz como una fiesta popular en el Zócalo capitalino, se convirtió por segundo año consecutivo en verbena exclusiva para los militantes del PRI mexiquense.
El acarreo, conducido y resguardado por miles de agentes de seguridad, sirvió para vitorear a un paisano y compañero de partido: Enrique Peña Nieto.
Si hace 15 días el Zócalo se convirtió en estacionamiento de potentados, esta vez el asta bandera monumental sirvió como pilar para colocar la enorme cúpula desmontable que hizo las veces de escenario para los artistas de Televisa y Tv Azteca, el duopolio televisivo, que esta vez envió para amenizar a la Banda MS, la joven Belinda y el cantante Joan Sebastian.
A lo largo del 15 de septiembre, la preparación para la concentración de los beneficiarios del programa de celebraciones patrias tomó las calles del Centro Histórico, allanó con vallas metálicas la plancha de la Plaza de la Constitución, dentro de las cuales, otro laberinto de vallas en forma de cuadrícula delimitaba zonas de acarreo con precisión, así como las graderías y corredores inaccesibles, destinados al desfile militar del día siguiente.
En las calles adyacentes un primer acarreo se registró desde temprano, cuando cientos de autobuses tipo turismo condujeron a los agentes de Policía Federal y guardias del Estado Mayor Presidencial, plenamente identificados por sus uniformes.
A media tarde, con el cerco de seguridad tendido, otra movilización inundó el Centro Histórico a bordo de unidades de transporte público mexiquense.
De que el acarreo es priista no cabe la menor duda pues al preguntarles todos presumen con orgullo su militancia.
La conocida simbiosis partido-gobierno esta vez lleva las siglas del asistencialismo gubernaental manifiesto: en los parabrisas o ventanas laterales de cada camión se observa una cartulina en la que se lee “DIF 8, DIF 22, DIF 43” y así, la numeración interminable.
Llegan con las caras pintas con los colores patrios, algunos con sombrero de palma ancha, banderas, matracas, con la debida acreditación, mantas indicativas de su lugar de origen y coreando las porras que desde hace al menos ocho años se han acostumbrado a corear: “Peña, Peña, Ecatepec”, “Peña, Peña, Ecatepec”…
Las mantas los distinguen. No importa que los uniformados les cierren el paso para revisar exhaustivamente bolsas y mochilas, que los niños sean revisados o que se les haga esperar en largas filas el acceso a cuentagotas a la plancha. Una vez traspuesto el cerco, aprovecharán las rejas metálicas para colgar sus mantas: Tultitlán, Tecámac, Neza…
Otra movilización
Se distinguía por la calle Correo Mayor. No lleva mantas ni arriba en camiones ni debe enfrentar los cuatro cercos de revisión que se realiza en todas las demás calles, si acaso uno, al pasar por un arco detector de metales. Son los invitados especiales que llegan a palacio en caravanas de lujosos vehículos.
Aun con chofer, un servicio de valet parking los espera en la esquina de Correo Mayor y Soledad. Sin contratiempos, policías y EMP les franquean el paso por los arroyos vehiculares que esta noche no tiene vehículos, desde Pino Suárez y Fray Servando Teresa de Mier.
Son los representantes de los tres poderes. Del Legislativo, los perredistas, Miguel Barbosa por el Senado y, Silvano Aureoles. Hay ministros de la Suprema Corte, altos mandos militares, los miembros del gabinete legal y ampliado, los dirigentes de cámaras y organismos empresariales, los amigos de la pareja «presidencial».
A ellos no se les reparten tortas, ni tlayudas, ni tlacoyos como a los de afuera. En su degustación preliminar, callo de hacha con infusión de cilantro, ceviches y camarones en salsa de tamarindo, son algunos de los manjares con los que evocan su mexicanidad.
A la hora de la arenga, los invitados especiales saldrán a los balcones de Palacio, excepto al balcón central, destinado para la familia «presidencial», como el gabinete, la familia legal y ampliada, pues está ahí la novia de Alejandro Peña, el hijo del Peña, que apenas hace unos días empezó a socializarse en las revistas del corazón como un amor adolescente.
“A huevo”
Un equipo de conductores comenta el acto masivo y presenta a los artistas. Su imagen se reproduce en las cuatro pantallas gigantes colocadas dentro de la cúpula-escenario, sincronizadas con las que se han colocado en cada esquina del Zócalo.
La festividad poco tiene de la refinada atmósfera interior, donde llegan hombres de atuendo formal y mujeres con vestido largo. Ahí, afuera, las expresiones exaltan lo mexicano en postulados de vulgaridad:
“¿Verdad que a huevo no es una mala palabra? Por las mañanas todos comemos huevo, el huevo forma parte de nuestra alimentación. A ver ¿qué pasa si pongo un huevo en el microondas? Pues me aplasto los dos….”
El show de Belinda ha concluido, lo mismo que el de la Banda MS. Son casi las 9:00 de la noche y, aunque lo han anunciado por varios minutos, Joan Sebastian no aparece. En todas las calles que conducen al Zócalo, las líneas de granaderos se van cerrando agolpando miles de personas que no pueden aproximarse ni a dos cuadras del evento.
“Si yo les digo chilangoooooooos, ustedes contestan haueeeeeevo”, dice el conductor a quien los asistentes responden con tibieza. Parece desconocer que son mexiquenses.
Por todos los accesos el reclamo se expresa en pequeños grupos que, por error de logística o descuido de su dirigente seccional, no alcanzaron el sticker que abre las vallas. En Correo Mayor y Moneda, la discusión:
–Déjenos pasar, venimos de Tecamac –dice Sonia Pérez.
–Si vienen de ahí ¿por qué no traen su calcamonía? –repone un agente del EMP.
La discusión se reproduce en esos u otros términos por todos los puntos de acceso. En el caso de Sonia y sus compañeros de autobús, salieron por la mañana de su pueblo, y han recorrido de 20 de Noviembre a Tacuba, de ahí a Correo Mayor y luego a Madero.
“Mexicanooooooos”, llama el conductor del evento y el Zócalo responde “a hueeeeeeevo”.
En Tacuba y Palma, el coro es el conocido “eeeeeeeeeeeeee putos”, a los granaderos que han reforzado con una línea y otra y otra, hasta diez formaciones, el bloqueo.
Mientras Joan Sebastian hace su aparición y entona los temas que le han dado popularidad, en ese cruce los insultos empiezan a caldear los ánimos. Las trompetillas tricolor vuelan impactándose en los escudos y los granaderos las regresan hacia la muchedumbre.
“No las regresen, no las regresen, hay niños”, ordena un mando por altavoz cuando en esas, un tambo anaranjado de señalización de obra vuela encima de las formaciones policiales.
Por Tacuba, 5 de Mayo, Madero y 16 de Septiembre, las concentraciones de gente estancada se prolongan hasta Eje Central. Bajo la presión, ya como a las 10:30, otro cerco se implementa en Isabel La Católica. Son miles de familias o grupos de jóvenes que no traían el sticker de acceso y sólo podrán entrar hasta que Peña Nieto haya dado el grito.
Muy a lo lejos, no en la plancha, la rechifla apenas si se percibe entre quienes no pudieron entrar.
“Peña, Peña, Peña Nieto; Peña, Peña, Peña Nieto”, corea la muchedumbre frente al balcón central y responden con vivas a la arenga tradicional. Entonces, los cercos policiales se abren y el gentío que esperaba desde las 9:00 puede pasar apenas para ver algo de la pirotecnia que se prolonga por 15 minutos.
Para los que estaban en el Zócalo y los que por fin pudieron pasar, la celebración ha terminado. Para los que están adentro, la cena de gala ha iniciado y empiezan a servirse los chiles en nogada, los filetes de res en sala de pulque, el pollo en salsa de flor de calabaza.
Esta vez, el Peña Nieto no debe salir precipitado, como el año anterior, para atender los daños por lluvias en alguna entidad. El anuncio está hecho: será hasta después del desfile militar del 16 de septiembre cuando acuda a Baja California Sur, para iniciar con las labores de reconstrucción por los daños que provocó el huracán “Odile”.