Norma Trujillo Báez y Jair García
La Jornada
Con una bandera de México que medía 26 metros de largo, la marcha inició desafiando la campaña de miedo y de terror, Más de 6 mil estudiantes de la Universidad Veracruzana (UV), la Escuela Normal Veracruzana y miembros de la sociedad civil, lanzaron el grito: “¡fue el Estado!”, ante el asesinato de tres normalistas y la desaparición de 43 estudiantes de la escuela “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero.
Así la capital del estado se unió a la convocatoria nacional para que este 20 de noviembre se saliera a las calles a pedir justicia, una marcha que comenzó desde la facultad de Economía, Ávila Camacho, hasta llegar a Plaza Lerdo. Una concentración pacífica pero que dejaba claro que “no hay nada que festejar en un país en el que se ataca a sus estudiantes”.
El repudio era para el presidente de México, “Peña escucha exigimos tu renuncia” y también para el gobernador del estado por la inseguridad que se vive, “nos han querido aterrorizar, pero con tanto miedo lo que han hecho es que estemos en las calles”.
Cantaron afuera de las oficinas de la Secretaría del Trabajo, Previsión Social y Productividad, y de las instalaciones del Juzgado del Poder Judicial de la Federación “que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, esto no es un gobierno es una puta de cabaret”.
Ciudadanos, padres de familia se sumaban en todo el trayecto de Ávila Camacho, al llegar frente al Heraldo y el Diario de Xalapa, se escucha “prensa vendida, no somos uno, no somos 100, cuéntanos bien”; mientras el diario de la cadena de la OEM se protegió, puso tablas en su reja de entrada y en ventanas, a lo que estudiantes decían “en lugar de tenernos miedo, di la verdad”.
El contingente continúo pasó por el viaducto del Parque Juárez, siguió por Zaragoza y al llegar a Carrillo Puerto, muchos de los negocios que se ubican en esa calle empezaron a bajar sus cortinas. Una de las dependientas de un café sostuvo que “nos avisaron desde gobierno del estado que se iba a poner difícil, que venían porros con trapos negros”, pero la marcha pasaba y su cortina de metal se había atorado, la joven sudaba y solo atinó a decir “nos engañaron, vienen tranquilos”.
Cuando llegaron a la Plaza Lerdo, uno de los estudiantes de la normal de Ayotzinapa a través del micrófono expresó: “que este dolor que nosotros sentimos por los compañeros que están desaparecidos no les sea indiferente, pónganse en lugar de esos padres de familia, de sus hermanos, de sus hijos, no podemos dejarlo pasar, porque no nos pasó entonces no nos duele, ¿qué pasará el día que nos pase? […] No es la primera vez que se asesina a un normalista en Ayotzinapa. En 1978 mataron a un compañero de Campeche. El 12 de diciembre de 2011 mataron a dos compañeros en la autopista del sol. En enero de 2014 fueron atropellados dos por un trailero que se les fue encima cuando realizaban un boteo, ¿por qué no se informó a la sociedad? Y ahora lo del 26 de septiembre”.
Allí dos estudiantes de la Unidad de Humanidades, Julián Ramírez y una chica, hicieron un llamado a la comunidad internacional, en donde señalaron que la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la normal rural Raúl Isidro Burgos, en Iguala, Guerrero, “corona un proceso de décadas de perfeccionamiento del aparato represivo del Estado al servicio de los intereses de la oligarquía internacional, que pretende despojarnos de todas nuestros bienes y derechos, incluida la vida misma.
”El Estado mexicano ha puesto a su disposición el Consejo de Seguridad Nacional y ha modificado durante la última década la Constitución a través de la Ley de Seguridad Nacional para otorgar poderes plenipotenciarios al Presidente en caso de cualquier afectación interna de la seguridad.
”Nosotros somos esa afectación interna: los campesinos, los maestros, los estudiantes, los trabajadores, los jóvenes. La seguridad que exigen los de arriba para hacer sus negocios multimillonarios es la no oposición de los pobladores. Es la no crítica, el silencio de los de abajo. Para ellos somos un obstáculo. En sus leyes nos llaman terroristas, delincuentes, vándalos. Nosotros le llamamos rebelión”.
También sostuvieron que el sentido de la justicia y dignidad ha sido ofendido, “nuestra rabia es enorme y nuestro duelo es profundo. Tan profundo como las fosas que inundan de cadáveres nuestras tierras; tan profundo como los pozos que fracturan los ejidos en miles de comunidades en busca de petróleo, minerales e hidrocarburos; tan profunda como los pactos y la secrecía que se guardan el crimen organizado y el Estado para enriquecerse y fortalecer los cuerpos represivos y el paramilitarismo con el fin de garantizar los saqueos y el despojo de miles de habitantes; tan profunda como la política de miseria y muerte que pretende legitimar el uso de la fuerza pública para acallar nuestra rabia”.
Marchan varios sectores sociales
Todavía no llegaba el último contingente de personas a la Plaza Lerdo y ya lucía llena, y el principal orador, Isaúl, estudiante de Ayotzinapa, ya estaba dando su discurso con un mensaje central: “no les creemos”.
La expectativa generada por esta convocatoria fue superior a la esperada hasta para los propios organizadores, quienes confiaban en sumar 2 mil personas entre universitarios y normalistas, pero la cifra rebasó los 5 mil, pues a ellos se les unieron el Sindicato de Telefonistas (STRM), maestros pensionados, académicos de la Universidad Veracruzana, agrupaciones como VIVE, MOPI y colectivos civiles.
Tal como se había anunciado, la marcha transcurrió de manera pacífica, ordenada y con una sola exigencia: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
Fueron tres principales contingentes los que se organizaron para marchar, por un lado los integrantes de la Normal Veracruzana salieron desde sus instalaciones y avanzaron por la avenida Xalapa, hasta llegar a la Facultad de Economía donde esperaban los universitarios y agrupaciones civiles.
Desde ahí se unieron y desfilaron por Ávila Camacho, donde a la altura del Teatro del Estado se sumaron los estudiantes de la Facultad de Teatro, quienes interpretaron durante el resto de la marcha un performance titulado “La familia presidencial”.
Durante su trayecto, a pesar del caos vehicular que se estaba generando fueron decenas de automovilistas quienes les manifestaron su apoyo y todos colaboraron para ceder el paso a la megamarcha.
No hubo incidentes, ni siquiera porque los llamados “orejas” o informadores políticos se acercaban al contingente a fotografiar los rostros de aquellos estudiantes que tenían a su cargo la organización del evento. En varias ocasiones fueron señalados por los estudiantes, por lo que salían corriendo, pero en la siguiente cuadraba enviaban a otro grupo distinto a seguir tomando fotos tanto a los universitarios como a los medios de comunicación que cubrían el evento.
“Ahora eres mi hijo”
Isaúl, estudiante de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa se convirtió en el principal orador de la megamarcha en Xalapa. Tomó el micrófono y acusó al gobierno federal de mentir y de apostarle al olvido, pero dijo que hoy México está despertando y pidió el apoyo para que esto no suceda.
Relató que él fue una de las personas que había asistido a Iguala a realizar un boteo, como normalmente lo hacían para la manutención de su escuela y no tenían ni idea del informe de labores de la presidenta del DIF, María de los Ángeles Pineda.
Luego de varias horas de haber boteado y cuando se dirigían de regreso, él fue de los afortunados que sí pudo llegar a la escuela, cuando se enteraron por teléfono que sus compañeros estaban siendo masacrados.
Su relato de cómo fueron muriendo algunos de sus compañeros, otros más que fueron heridos, incluso algunos perdiendo dedos de las manos a consecuencia de los balazos conmovió a los presentes, a las madres que iban acompañando a sus hijos estudiantes.
Justo cuando terminó de hablar y se hizo a un lado para permitir que otros tomaran el micrófono, al menos una veintena de señoras lo rodearon y todas buscaron abrazarlo, besarlo, le dieron bendiciones y una no dudó en decirle “ahora eres mi hijo”.
Una más se despojó de su rebozo, se lo enrolló en el cuello y lo tapó, mientras que otras sacaron el dinero de su monedero y se lo entregaron para que lo diera a las familias de sus compañeros asesinados, heridos y desaparecidos.
Por varios minutos, las madres de estudiantes xalapeños, tuvieron un hijo más, a uno que sin conocerlo, que sin haberlo visto antes y que no salió de su vientre, ya se encontraba en su corazón.