Peña da mensaje atrasado del 28 de diciembre

Gerardo Fernández Noroña

El día de ayer, Enrique Peña Nieto dio un mensaje a la Nación por el inicio del año que en realidad parecía pensado para el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes. Sólo tomándolo como un mensaje de profundo humor negro sería digerible, y ni así.

Para comenzar, quien detenta el poder ejecutivo federal, a 101 días de la desaparición de los 43 normalistas, ni siquiera tocó el tema y menos ofreció información alguna sobre su paradero. No le mereció una mísera línea de su discurso este abominable crimen de estado, ni siquiera alusión implícita hizo al tema. Esta omisión es más grave aun frente al creciente señalamiento de la participación del ejército en la desaparición de los jóvenes normalistas.

Tampoco mereció en su mensaje ningún señalamiento sobre la grave violencia, el baño de sangre y la impunidad que existe en el país. No comentó tampoco la fuerte devaluación del peso frente al dólar, ni los fraudes a ahorradores como es el caso de FICREA.

En cambio, prefirió hablar de supuestas buenas noticias para el año, siendo éstas francamente fatuas y falsas.

Empezó señalando que bajó el costo de la luz. Así, usando el término popular con que se conoce a la energía eléctrica. Miente y en el mejor de los casos está por verse si hay una disminución y de qué magnitud será ésta. La verdad es que desde el gobierno de Zedillo se inició el proceso silencioso de privatización del sector y el costo de la energía eléctrica ha venido aumentando de manera pertinaz.

Mintiendo de manera flagrante aseveró que no habrá más «gasolinazos» (sic). Omitió decir que el primer día del año se incrementó la gasolina en un solo golpe, lo que en años anteriores se hacía de manera paulatina, mes a mes. También calló que la Secretaría de Hacienda declaró que podría haber nuevos incrementos en el costo de la gasolina, aunque posteriormente la citada dependencia haya corregido esta declaración. Es evidente que por impopular no habrá incrementos de aquí a junio de 2015 en que se celebrarán los comicios federales pero que, después de esa fecha, la posibilidad de incrementos es real.

Planteó como un gran logro de «sus reformas» el que las llamadas de larga distancia tendrán el mismo costo que las llamadas locales. Lo que no dijo es que tenemos un servicio de telefonía fija y celular de los más caros del mundo, que están prácticamente manejados por un monopolio.

Quizá una de las partes más graves de su declaración es lo que señaló como un enorme esfuerzo del «gobierno federal» para dar pantallas planas de TV a mexicanos de escasos recursos. Las familias más pobres no comen tres veces al día, no tienen acceso a servicios de salud, no tienen acceso a educación, no cuentan con vivienda propia, viven en situación de pobreza extrema y lo que a Peña se le ocurre es regalarles pantallas de televisión.

Estoy cierto de que detrás de la compra de esas pantallas debe existir un escándalo de corrupción y un negocio ilegal de amigos y familiares de Peña. Pero lo más delicado es que se apueste a seguir envenenando la mente y alienando a los mexicanos mediante la televisión, en vez de corregir la situación de hambre, miseria y desesperanza en que se debaten millones de mexicanos.

Por otra parte, planteó apoyar los negocios que emprendan jóvenes entre 18 y 30 años, situación que me parece una declaración demagógica más que real. No dice con qué cantidad de recursos, a qué número de jóvenes del universo total existente, ni cuál sería el marco general de esta iniciativa. Peor aún, lo que la mayor parte de estos jóvenes requiere es acceso a educación media superior y superior y, lo que Peña Nieto ofrece en su discurso son créditos que en la realidad pura y dura, son balas.

Dijo que hará un programa de vivienda sin precedente, una vez más sin montos, sin un universo específico a atender, sin determinar las necesidades de la población, ni los plazos en que se realizaría. El único programa de vivienda exitoso que el pueblo percibe es el del círculo cercano a Peña promovido por la empresa HIGA.

Finalmente habló de la creación de nuevas zonas económicas con desarrollo especial en Tehuantepec, Lázaro Cárdenas y Puerto Chiapas nuevamente sin dar mayores detalles de las características de la iniciativa.

Sus puntos son bastante superficiales, sin profundidad ni consistencia. Como de pasada, habló de combatir la corrupción y la impunidad. Baste este punto para señalar su falsedad, el primero que tendría que ser encarcelado por corrupción, si el combate a la impunidad fuera a fondo, sería él mismo, por la Casa Blanca de Sierra Gorda 150, su departamento en Miami, sus obscuros negocios y su tráfico de influencia.

La simulación y la mentira con que Peña Nieto se desenvuelve es patológica. Valga esta aparente digresión: Leí hace poco «El impostor» de Javier Cercas y » El adversario» de Emmanuel Carrère. El primer caso trata de Enric Marco, un catalán que se hace pasar por sobreviviente de los campos de concentración nazis, una de la gran cauda de mentiras. Se descubre que no es así y se pone en evidencia que su vida es un invento. Acaba defenestrado y como el gran maldito en la sociedad española. El caso presentado por Carrère es peor, trata de Jean-Claude Romand quien asesinó a su mujer, a sus dos hijos de 7 y 5 años, a sus padres, a su perro y muy probablemente a su suegro, además de intentar asesinar a su amante, para evitar que se supiera que toda su vida era una farsa, una gran mentira.

En ambas lecturas, pero sobre todo en la última, pensé inevitablemente en Enrique Peña Nieto, por su similitud con los personajes reales antes citados. Alguien me podría decir que exagero, pero no es así. Enrique Peña Nieto es un gran farsante, un absoluto simulador y un temible impostor. Su vida y su carrera política están plagadas de mentiras, engaños e imposturas. Pero mientras los personajes de los libros aquí mencionados han pagado su farsa, el primero con el desprecio de la sociedad española y europea y, el segundo, con una cadena perpetua (aunque saldrá libre este año, pues la máxima sentencia a sufrir en Francia es por 20 años), Peña Nieto goza de absoluta impunidad. Cierto es que su legitimidad y su prestigio se encuentran en franco declive, pero ese repudio público no es castigo suficiente por sus crímenes.

Considero que es ya insostenible que un político pueda mentir, engañar, distorsionar, enriquecerse ilegalmente, evadir sus responsabilidades y siga gozando de impunidad. Esto no debe seguir existiendo en nuestra sociedad. Pero no es un problema exclusivo de quienes nos dedicamos a la política, es un deterioro de todos los ámbitos de nuestra sociedad. Se tiene que reconocer que el mal de nuestra sociedad no está sólo en los políticos, sino en la estructura política, económica y social racista, clasista, caduca, corrupta e inhumana que viene imponiéndose a la mayoría de los mexicanos. Los políticos cínicos y corruptos son un reflejo chocante de lo que es actualmente nuestra sociedad.

Cierto es, de cualquier manera, que debemos empezar por cambiar la estructura política y que para barrer con toda ella se requiere lograr la renuncia del gran simulador, de Enrique Peña Nieto. Ésta no se logrará con medidas de catarsis sino con una auténtica rebelión popular que cimbre y desmantele la estructura política caduca y corrupta que rige los destinos de nuestra Patria.

Peña Nieto empieza el 2015 de la única manera en que sabe hacerlo: mintiendo. «Mal empieza la semana a quien van a ahorcar en lunes», reza el refrán. Así las cosas, creo que el Teatro de la República, donde en 1867 fue juzgado Maximiliano, debe ser el escenario donde se juzgue, una vez que sea depuesto, a Enrique Peña Nieto por traición a la Patria. Y de igual manera que en 1917 el Teatro de la República fue la sede del Congreso Constituyente, se realice ahí nuevamente -una vez depuesto y juzgado el actual «titular» del ejecutivo federal- el Congreso Constituyente que restituya lo esencial del marco constitucional surgido de la Revolución y se sienten las bases para que nuestro país sea una nación independiente, libre, soberana y de oportunidades para todos.

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