Gerardo Fernández Noroña
(@fernandeznorona)
Carlos Loret dio a conocer en la tarde-noche de ayer, que los legisladores el PRD han renunciado a su fuero. No sé si la nota es veraz, pero entraré al tema de fondo más allá de la solidez de la información presentada por ese comunicador.
Nadie puede renunciar al fuero. El fuero es una garantía constitucional para quien ostenta el cargo del legislador, de gobernador, de presidente, de secretario de Estado y a los ministros de la Corte en nuestro país. A pesar de ello, la presión para desaparecer el fuero se centra fundamentalmente en el de los legisladores.
El artículo 61 constitucional dice a la letra: «Los diputados y senadores son inviolables por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos y jamás podrán ser reconvenidos por ellas. El presidente de cada cámara velará por el respeto al fuero constitucional de los miembros de la misma y por la inviolabilidad del recinto donde se reúnen las sesiones».
De la lectura del artículo se desprende que, en el caso de los legisladores, la libertad de expresión llega hasta el grado de que durante el debate y en el ejercicio de su cargo, no deben ser sancionados o reprimidos por sus opiniones.
Lo anterior no les da impunidad. El fuero dificulta que desde el poder se te quieran inventar delitos para retirarte del ejercicio de tu cargo como legislador. Pueden inventar delitos, pero les sirve de poco ya que tendrían que acudir a dar un debate de cara a la nación, en el Congreso, para quitar el fuero y proceder posteriormente, penalmente, contra el político acusado.
Sería muy fácil que siendo un opositor duro, desde el poder te acusaran por ejemplo de hostigar sexualmente a alguien. Se te llevaría preso y durante el tiempo que estuvieras sujeto al proceso, se librarían de tu participación en debates fundamentales de los temas de interés nacional.
Es conocida la afición de inventar delitos desde el poder y de encarcelar a opositores sin mayor dificultad. Sin el fuero, sería muy sencillo mandar a la cárcel a legisladores de oposición al poder en turno.
Esto ya ha sucedido a lo largo de nuestra historia, ello explica en buena medida la figura del fuero. Agustín de Iturbide envío a la cárcel a cerca de cien diputados del primer Congreso Mexicano por plantear modificar la forma de gobierno del imperio a República Federal.
Victoriano Huerta fue más lejos y, con todo y fuero, asesinó a varios legisladores de la Cámara de Diputados, como Serapio Rendón, y cerró su carrera criminal con el asesinato del Senador Belisario Domínguez. No contento con estos crímenes, disolvió el Congreso Mexicano, antes de ser depuesto por las armas de los revolucionarios mexicanos.
López Obrador fue desaforado con el invento de que había violado un amparo al construir una calle que daba acceso a un hospital privado y habría terminado en la cárcel, de no ser por la poderosa movilización popular que combatió lo que a todos luces era una patraña jurídica, para quitar del camino a la presidencia de la República en el 2006 al entonces Jefe de Gobierno de la ciudad.
Justo con ese último ejemplo percibimos que al desaforar a un legislador o funcionario público, el pueblo puede percibir si la acusación es verídica o tiene un fundamento de represalia política. El fuero obliga al debate de cara a la Nación, en el Congreso y, de ser válida la acusación, el político desaforado se ve obligado a responder ante la ley.
Podría traer muchos ejemplos más pero es insustancial, pues la presión de los medios de comunicación que insisten en desaparecer el fuero, han conseguido que buena parte de la población lo relacione con la impunidad imperante en nuestro país.
Les mostraré con un solo ejemplo que se equivocan y que la impunidad es producto de la red de complicidades y del nulo estado de derecho existente en México.
La corrupción se da en todos los ámbitos de gobierno, desde el presidente la República con el ejemplo monstruoso de la Casa Blanca de Sierra Gorda 150, hasta el alcalde más modesto. Salvo honrosas excepciones, la corrupción carcome a políticos de todo el espectro partidario, pasando por gobernadores y legisladores de los diferentes ámbitos.
En este marco, las detenciones de alcaldes y su procesamiento por hechos de corrupción son francamente excepcionales. Ningún alcalde goza de fuero y a pesar de ello, la inmensa mayoría de los que han incurrido en actos ilegales siguen impunes. ¿Por qué siguen impunes si todos carecen de fuero? Simple, porque no es el fuero el que da la impunidad, sino como ya lo dije, surge de la red de complicidades y del nulo estado de derecho.
En realidad lo que está dominando estos supuestos debates sobre el fuero, sobre los diputados de representación proporcional, los partidos, la política y temas relacionados, es la absoluta ignorancia de nuestra historia y del funcionamiento de nuestras instituciones y una envidia y mezquindad feroz, azuzada por los medios de comunicación, además de la enorme irritación de la población ante la prepotencia y arrogancia de políticos que han sido desnudados en sus ilegalidades y que se burlan del pueblo.
El ejemplo más bárbaro es el del propio Peña Nieto, quien adquiere una casa de cien millones de pesos y que todavía en noviembre de 2014 buscaba ocultar que fuera de su propiedad. El equipo de reporteros encabezado por Carmen Aristegui lo pone en evidencia y después de casi un año, Peña sigue impune, mientras que los reporteros fueron cesados de su trabajo. ¿Es el fuero lo que protege a Peña Nieto? La respuesta es categórica: no.
Las instituciones del país están envilecidas y su deterioro no tiene que ver con el fuero o con la representación proporcional o con que hay que deshacerse de los partidos, de los políticos ni de la política.
De lo que hay que deshacerse es de la apatía, de la ignorancia y del odio como motor. Lo que debemos generar es una discusión de fondo que produzca conciencia, conocimiento, estudio, trabajo y ejercicio del enorme poder que el pueblo tiene para transformar nuestras instituciones y a nuestra sociedad.
No se quiere entender y no se quiere asumir que lo que el país necesita no son parches o reflexiones aisladas. Lo que requiere es una profunda transformación, una revolución no violenta que modifiqué la estructura económica, política y social de la Nación.
Tenemos que recuperar la independencia y la soberanía nacional. Tenemos que construir instituciones que verdaderamente representen y sirvan al pueblo. Tenemos que construir un país donde nuestro pueblo tenga derecho a vivir y a ser feliz. Esto no se logrará desapareciendo el fuero, ni la representación proporcional, ni a los partidos ni a la política. Se logrará construyendo una sociedad completamente diferente a la actual y esa transformación pasa obligadamente porque cada uno de nosotros asuma su condición de hombre o mujer libre y actúe en consecuencia.
Lo que se requiere es barrer con todas las estructuras económicas, políticas y sociales caducas y corruptas que hay en el país. Ni un parche más. Ni una ocurrencia más, ni una necedad más. Requerimos una profunda politización de nuestro pueblo, y lo que hoy está dominando es justo su contrario, una majadera despolitización.
Cierro comentando el caso de Guatemala. El presidente del vecino país fue evidenciado en hechos de corrupción. No sé si tiene fuero o no, pero el pueblo se ha levantado, está realizando paros a lo largo y ancho del país y está exigiendo su renuncia. No habrá fuero que lo salve y si tuviese fuero, sería sometido a un proceso de desafuero que incrementaría la presión popular para obtener su renuncia. Es el poder del pueblo el que debe ejercerse para poner de pie a un país que está de cabeza. Ya discutiremos en un Congreso Constituyente las nuevas instituciones de la República y ahí se verá qué destino habremos de darle al fuero constitucional.
«El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz».
Gerardo Fernández Noroña.
México D.F. a 31 de agosto de 2015