Benito Jiménez
Reforma (Foto: Sanjuana Martínez / La Jornada)
La Huacana, Michoacán, (12 agosto 2014).- El 18 de diciembre de 2013, dos balas del Ejército mataron a una mujer e hirieron a otras dos.
El hecho fue el parteaguas para el surgimiento de las autodefensas en este Municipio de la Tierra Caliente michoacana.
El incidente se registró entre las localidades de Zicuirán y El Chauz, ambas de La Huacana, cuando un grupo de 11 mujeres y dos varones se transportaban en una camioneta para apoyar una barricada de autodefensas.
En su paso se encontraron con dos camionetas de militares que, en ese momento, estaban dedicados a desarmar a los pobladores de la zona.
Érika Zárate, una agrónoma de 26 años, conducía.
Érika Zárate. Operada de urgencia. Una bala del Ejército se alojó en su garganta y de milagro no perdió la voz. Ahora no puede gritar, pero exige con firmeza que la Sedena repare el daño causado.
«Prendí mis intermitentes y la luz interna, como se hace siempre, pero un soldado nos disparó a pie de carretera», dijo Zárate en entrevista.
Una bala calibre 7.62 milímetros perforó el estómago de Monserrat, de 18 años de edad, quien falleció al recibir las primeras atenciones médicas.
Otro proyectil entró en el brazo derecho de Julisa, de 17 años, luego atravesó su pecho y salió por su brazo izquierdo.
Terminó alojado en la garganta de Érika.
«Si la bala hubiera salido de mi cuello, hubiera muerto, me hubiera desangrado», afirma la joven michoacana.
Ambas mujeres fueron hospitalizadas por sus medios y con sus recursos.
Mientras era trasladada a un hospital de Morelia, Érika tuvo que escupir toda la saliva para evitar ahogarse.
Recuerda que podía tocar el proyectil con su lengua.
Fue operada de urgencia, se le colocó una placa de metal y sus heridas cerraron en mes y medio. Dice que la hospitalización le causó dolores en el cuello y problemas para digerir los alimentos.
Los médicos le dijeron que de milagro salvó la voz.
«Puedo hablar de milagro, a veces me incomoda hablar, pero ya es ganancia que pueda hablar, lo que no puedo es gritar». Julisa tiene ahora seis cicatrices, dos en cada brazo y dos en el pecho.
«Sólo recuerdo que vi soldados, el tronido cuando nos dispararon, los gritos, estaba muy asustada. Ahora tengo pesadillas con eso, cuando veo soldados me da miedo», lamenta la joven, quien entre las risas de sus familiares, luce seria.
El Ejército intentó remediar el asunto con 350 mil pesos para la familia de la mujer fallecida y 49 mil pesos para cada una de las heridas, dicen las afectadas.
Las mujeres y la madre de Monserrat no están de acuerdo con la propuesta de la Sedena.
«Sólo yo me gasté 300 mil pesos en mi operación y medicamentos.
«Si yo le disparo a un soldado en el cuello soy capaz de dar los 50 mil pesos como pago», replica Erika.
Leticia, madre de Monserrat, quien dejó huérfano a un niño de 2 años, exige una pensión para el menor, para sus estudios y alimentación.
«Quiero justicia. Ese niño necesita el apoyo durante toda su vida: le quitaron a su madre.
«Eso por un lado, por el otro quiero justicia para el responsable.
«Si mi hija no puede ver la luz ya, que ése que disparó no la vea tampoco», expresa la madre molesta.
El caso se encuentra en la CNDH y se negocia con la Sedena una indemnización que satisfaga a las víctimas.
Mientras tanto, las afectadas indicaron que en la última audiencia, el Ejército comenzó a argumentar que las mujeres viajaban armadas el día del incidente y por eso se les disparó.
«Ellos saben quién disparó, y saben que no íbamos armadas. Tenemos todas las pruebas y vamos a demostrarlo en todas las instancias», anticipó Érika.
«Tenemos miedo, pero no nos vamos a dejar. Nos vamos a armar de huevos y llegar a donde tope contra el Ejército. Ellos cometieron la pendejada y tienen que pagar por eso», aseveró doña Lety.