Edgar Escamilla
La Jornada
Espinal, Ver.- A una hora de distancia de la ciudad de Poza Rica se encuentra la comunidad de Melchor Ocampo, perteneciente al municipio de Espinal. Para acceder es necesario transitar por la carretera a Palma Sola, continuar hacia Furberos (Coatzintla) y seguir posteriormente por un camino de terracería hasta el ejido.
Conforme se avanza por el municipio coatzinteco, se pueden observar las huellas de la actividad petrolera; las enormes macroperas construidas en medio de las tierras de cultivos, innumerables caminos que conducen a los pozos, y a pesar de la disminución de las inversiones, se nota gran número de camiones pesados y camionetas de diferentes compañías transitando por estos lugares.
El progreso generado por la industria petrolera sólo llegó hasta la comunidad de Furberos; para llegar a Melchor Ocampo hay que transitar a través de un camino de terracería, que lo mismo se envuelve en una nube de polvo durante la sequía, que se convierte en un lodazal en tiempos de lluvias.
Para los habitantes de esta comunidad resulta muy cara la vida. Para viajar a Poza Rica deben desembolsar entre 50 y 60 pesos en promedio tan solo de ida. Los enfermos deben acudir al hospital de Entabladero, más cercano y pagar 15 pesos, cuando encuentran algún taxi que los transporte.
Aquí las familias sobreviven exclusivamente del campo, ya sea trabajando en jornales por 100 pesos diarios, o bien, dedicarse a preparar rollos de hoja de maíz, que por cada rollo reciben tres pesos, por lo que entre dos personas llegan a recibir en el día hasta 150 pesos. No hay más actividad de la cual obtener algún ingreso.
En su mayoría indígena, pero los más jóvenes están perdiendo la habilidad de hablar su lengua materna: el totonaco; no así los ancianos que lo hablan fluidamente y en algunos casos, no hablan el español, por lo que llegan a ser víctimas de maltrato.
Melchor Ocampo es una comunidad relativamente grande, con unos 6 mil habitantes, pero sólo un promedio de 170 familias son beneficiarias del programa Oportunidades, el cual lejos de representarles una apoyo para su desarrollo, ha servido de arma para mantenerlos amenazados a cambio de recibir los recursos.
Micaela es señalada de difundir entre la población los padecimientos de los pacientes que acuden a la clínica IMSS-Oportunidades, donde labora; así como de encargarse de sembrar rencillas entre los habitantes.
“Empezó a decir un montón de cosas a partir de una infección vaginal que presenté durante el embarazo, andaba incitando a las personas para hacer que mi marido me dejara”, comentó una de las agraviadas.
Pero la mayor parte de la población se queja de la mala atención que reciben de la citada persona, como se aprecia en un oficio redactado en mayo del 2013 y firmado por los habitantes de Melchor Ocampo, quienes buscaron el respaldo del entonces agente municipal, Genaro Hernández Cano.
En un nuevo oficio fechado el 16 de julio del presente año, nuevamente los pobladores piden la intervención de las autoridades para que Micaela sea retirada de la clínica de su comunidad, con base en la mala atención que brindó al señor Juventino Morales García, quien se enterró una aguja mientras reparaba calzado en su domicilio.
El señor Juventino relata que el 10 de julio, se presentó con su mano herida a la clínica en busca de atención médica, pero debió esperar casi dos horas para que Micaela se desocupara, porque se encontraba rellenando algunos formularios junto con su hija, de quien dijo la propia enfermera, se encuentra buscando quedarse en dicha plaza.
Al paso de cerca de dos horas, don Juventino optó por buscar a alguien que lo trasladara al hospital de Entabladero, momento en el cual Micaela por fin salió a atenderlo; sin embargo, ésta no realizó los procedimientos con la asepsia requerida y esa misma noche presentó una infección e inflamación de la zona afectada, por lo que se trasladó hasta la Cruz Roja de Poza Rica, donde por fin le indicaron el medicamento necesario.
Del mismo modo, Andrés de Luna refiere que han sido varias ocasiones en que la enfermera les niega la atención médica a sus padres, adultos ya mayores. Afirma que en lugar de prestar la atención debida a su trabajo, Micaela aprovecha las instalaciones de la clínica para citarse con uno de los pobladores, con quien se asegura mantiene una relación, según varias personas que los han sorprendido cuando acuden a solicitar la atención.
A pesar de que ha sido enfrentada por los habitantes para exigirle un buen trato y atención oportuna, esta los ha encarado y afirma ser inamovible, gracias a que está respaldada por su jefa, la doctora Bertha Carro.
“Aquí yo puedo hacer lo que quiera, yo manejo todo y digo a quien le pagan y a quien no”, ha sido la constante amenaza a las titulares de Oportunidades, a quienes utiliza para realizar faenas en la clínica y calles de la comunidad.
“Si usted vio, todas las calles están adornadas con piedras pintadas de blanco, porque la señora las obliga. Si por alguna cosa llegan a faltar, les cobra 100 pesos […] tú dices, prefieres perder 100 o los 400 pesos”.
Ante la necesidad, han aceptado las condiciones de la enfermera, mientras los habitantes ven con tristeza como hace más de 45 años ellos mismos ayudaron a levantar las paredes de la misma, que serviría para atender las necesidades de la población y dar trabajo a personal de salud, y ahora una de ellas las somete bajo la amenaza de retirarles el apoyo.
Comentan que en más de una ocasión han estado a punto de tomar medidas más drásticas para exigir la atención de las autoridades, “pero somos gente de bien, somos pacíficos y no queremos el día de mañana estar pagando por algo de lo que ella tiene la culpa”.
Cansados de esta situación, optaron por buscar el apoyo de los medios de comunicación para difundir los abusos que comete Micaela Vázquez y lograr que las autoridades de salud tomen cartas en el asunto.