La sociedad idiota

La Jornada

México es un país de débil configuración institucional. Esto, porque arrastra problemas de legitimidad de origen y porque, básicamente, no existe una ciudadanía activa y responsable. Antes, es una sociedad incivil que civil. Una sociedad idiota en el sentido griego; ajena, desapegada e indiferente de los asuntos públicos.

Ahora el Instituto Nacional Electoral en voz de uno de sus consejeros afirma que estudios recientes realizados por ellos muestran que la sociedad mexicana no cree en sus instituciones.

Hay razones axiomáticas que explican el porqué y que pueden ser fácilmente verificadas. La sociedad mexicana no participa de la política y las decisiones públicas porque ha sido inoculada de ello. Los valores que se aprenden en el contexto familiar y escolar, pese a tener una gran carga gregaria, no tienden hacia la socialización y la asunción de responsabilidad –individual, desde luego, pero también socializada- sino hacia el aislamiento y la mera persecución del beneficio individual, incluso cuando éste contraviene el interés de la comunidad. Es por ello que una cáfila parasitaria se ha apropiado de los mecanismos de acción y representación política en interés de su patente partidaria o de cualquier facción interna.

Idiotizado, enajenado en el sentido de que se ha hecho ajeno a los asuntos públicos, el ciudadano –si acaso- prefiere desentenderse de lo que le atañe y esto es alentado e incluso asegurado por el estamento político; por un sistema de complicidades entre actores y organizaciones que se ha apropiado de las representaciones políticas y de los mecanismos para llegar a ellas.

Los reflejos y condiciones de la idiotización son cuidadosamente cultivados por las concepciones religiosas que alimentan el aislamiento de la sociedad y la disolución de la responsabilidad individual. Así, en pleno siglo XXI, México enfrenta la realidad desarmado de ciudadanía. ¿Cómo pueden construirse relaciones y acuerdos de participación en la toma de decisiones sobre la base de la indiferencia y la no participación de los individuos de la sociedad?

Se desconfía de las instituciones con razones para ello pero se evade la participación para hacer de las instituciones activos confiables. Se vota pero no se piensa que el voto sea efectivo. Se simula y como hay procesos electorales se acepta sin mayor discusión que se vive en democracia cuando ni siquiera hay democracia electoral confiable.

El panorama podría ser desolador. No necesariamente lo es. Existe la razonable probabilidad que el propio desencanto en las instituciones sea el motor que impulse la organicidad responsiva de la sociedad. Eso es la sociedad michoacana que asume la necesidad de su propia defensa. A unos se les desgasta y a otros se les encarcela cuando están por entrar y tomar un activo estratégico de la economía informal, el puerto michoacano de Lázaro Cárdenas.

La mexicana es una sociedad agraviada y ahora sistemática agredida. Pero en efecto, debe aceptarse como punto de partida que, por lo pronto, la sociedad mexicana es una sociedad básicamente incivil.

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