José Gil Olmos
Proceso
MÉXICO, D.F. (apro).- Hace 20 años Carlos Salinas de Gortari desplegó una campaña en medios, que incluía entrevistas con algunos reporteros, para promover y convencer a la sociedad de que el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá abriría a México al Primer Mundo.
Hoy Enrique Peña Nieto sigue la misma estrategia mediática para persuadir a la gente de que sus reformas energéticas son lo mejor que le podría pasar al país, pues con la privatización del petróleo los beneficios sociales se verán pronto en el aumento del bienestar social.
Cuando en 1994 Salinas pregonaba la entrada de México al Primer Mundo, en Chiapas el EZLN mostró el verdadero rostro del país, con sectores sociales marginados, olvidados y empobrecidos a los que el TLCAN nada beneficiaría sino al contrario, los haría más desdichados, pues la reformas que entonces promulgó Salinas, como la privatización del campo y la minería, sólo beneficiarían a las empresas nacionales y extranjeras, como al final sucedió.
Dos décadas más tarde Peña Nieto, que representa el regreso del PRI al régimen, cierra ese ciclo privatizador iniciado con Salinas y anuncia que ahora sí habrá dividendos sociales con el paquete de reformas en materia energética aprobadas hace unos días por PRI y PAN en el Congreso de la Unión.
“El rostro del país cambiará en los próximos años”, auguró el individuo en un programa que el exvocero salinista José Carreño Carlón, ahora como titular del Fondo de Cultura Económica (FCE), le preparó especialmente al priista mexiquense para que luciera sus logros, como parte de una estrategia mediática que incluye “entrevistas casuales” en programas de entretenimiento en televisión.
Tanto Salinas en su momento como ahora Peña Nieto, con la complicidad del PAN en ambos casos, impulsaron la aprobación de reformas estructurales a pesar del rechazo en amplios sectores sociales.
Las encuestas que se aplicaron para los dos sujetos es que no contaban con el respaldo social para hacer los cambios a la Constitución y privatizar los sectores que hasta entonces eran considerados como exclusivos del Estado.
A pesar de este rechazo, ambos siguieron su plan reformista que fue aplaudido en el extranjero por los corporativos trasnacionales.
Peña Nieto tiene un nivel de aprobación menor del 50% en varias de las encuestas aplicadas en los últimos días. No obstante, en el programa “Conversaciones a fondo”, presunto intercambio de ideas que se quedó en la superficie, dijo que se sentía satisfecho con lo que había hecho y que pronto se verán los beneficios sociales.
Si en 1994 hubo manifestaciones en las calles en contra de las reformas privatizadoras de Salinas, ahora las protestas y hasta burlas en contra de las reformas de Peña se dieron en las redes sociales, donde se hicieron “memes” del programa del FCE en el que participaron seis conductores de programas de televisión elegidos por la oficina de la «Presidencia».
El discurso de Peña Nieto no convenció ni a los periodistas invitados desde la «Presidencia» y mucho menos a la gente que en las redes sociales fustigó a algunos de los invitados, como Lily Téllez, y al propio Peña que no supo cómo contestar los cuestionamientos sobre la corrupción que ha generado el PRI a lo largo de 80 años de gobierno.
La corrupción es “un tema casi humano”, fue la peor definición que Peña Nieto dio para salir al paso sobre los leves cuestionamientos que lo enfadaron en su discurso preparado con antelación, pero que no soportaría cuestionamientos de fondo sobre la indolencia de su partido y su gobierno sobre casos de desvío de recursos públicos y de corrupción en los que están involucrados personajes como Carlos Romero Deschamps, el líder sindical de los petroleros.
A Peña Nieto le pasará lo que a Salinas, que su discurso modernizador se topará con la realidad y, si hace 20 años fueron los indígenas zapatistas los que derribaron el proyecto salinista, en esta ocasión será algo más terrible, la violencia del crimen organizado que no para de golpear a la sociedad y sigue produciendo miles de muertos y desaparecidos en todo el país. Frente a este infierno ningún discurso modernizador tiene cabida.