Angélica Enciso L.
La Jornada
En un corredor biológico, con alta diversidad de especies marinas y migratorias, al norte de La Paz, Baja California Sur, se planea establecer el proyecto Marina Azul en 500 hectáreas, con miles de cuartos con fines turísticos, club de yates, campos de golf, una planta desaladora y centros comerciales, así como dos marinas.
Esto incrementará la presión sobre la zona de manera importante y pondrá en riesgo la sustentabilidad del área marina protegida Espíritu Santo, lo cual no está contemplado en la manifestación de impacto ambiental (MIA), señala Rafael Riosmena, de la Universidad Autónoma de Baja California Sur. El proyecto plantea la construcción de 3 mil 970 viviendas de varios tipos y seis hoteles con 980 cuartos.
Este desarrollo es uno más de los que recientemente han sido presentados en la región, entre ellos Cabo Dorado y El Anhelo. Éste está planeado en el municipio de Los Cabos. La península de Baja California está “surcada por proyectos especulativos que fueron concebidos en el pasado con promesas vagas y el apoyo de funcionarios inescrupulosos. Parte de ellos fueron posteriormente abandonados”, señalan los investigadores Exequiel Ezcurra y Octavio Aburto en el análisis del proyecto Cabo Dorado.
Enumeran entre las obras abandonadas el muelle de Santa Rosalita; el Canal Seco de la Escalera Náutica; el proyecto de Loreto Bay, que tuvo que ser rescatado con dinero del erario; el desastre de la bahía de Puerto Escondido al pie de la Giganta, a medio construir y abandonado desde hace décadas, y el “otrora bellísimo” Mogote, de La Paz, destruido por otro costosísimo plan que al final fue abandonado.
Estas son sólo algunos ejemplos de esa “larga cauda de proyectos especulativos, destructores del ambiente e insustentables que han dejado una estela de acuíferos agotados, tierras erosionadas y comunidades empobrecidas”, subrayan.
La MIA de Marina Azul tiene grandes problemas, “ya que se presentan omisiones en cuanto a los ecosistemas marinos y costeros, en el registro de especies endémicas y además se construirá sobre una terraza pleistocénica, aunque dicen que no lo realizarán, pero al sobreponer el plano del proyecto con la zona paleontológica se observa una coincidencia y, por tanto, su eventual destrucción”.
En un análisis sobre este proyecto, Riosmena agrega que los promotores plantean que, al contrario de Cabo Dorado, en Los Cabos, usarán agua salina de un pozo costero, de donde se supone que captarán 40 por ciento del volumen, “pero esto no asegura que cuando el proyecto esté desarrollado las compañías que venden agua embotellada en La Paz se instalen en esta zona, generando presión sobre el acuífero de esta ciudad”.
Además, apunta, esta obra obligará al gobierno a construir vías de comunicación que no han sido consideradas, lo cual impactará al área natural protegida Balandra y sus zonas aledañas. Indica que hay estimaciones de que este proyecto podría atraer una población de 400 mil personas en una zona donde no hay más que vida silvestre, misma que sería destruida.