Angélica Reyes Barragán
La Jornada
A fines de 2012 la desconfianza ante la posibilidad de la reforma educativa en México incidía en el ánimo de los profesores. Y es que a pesar de los argumentos válidos sobre su afectación laboral y las muchas críticas entorno a la situación socioeconómico-cultural de nuestro país –que objetaban el ansia de reformas arregladas por una élite empoderada y al servicio de intereses extranjeros– las reformas siguieron su curso hasta ser finalmente aceptadas de manera clandestina, con mucha premura, sin el apoyo ciudadano y con la pésima actuación del legislativo.
En el trasfondo de esta reforma laboral-administrativa, declarada constitucional en febrero de 2013 y promulgada por Enrique Peña Nieto, el día 25 del mismo mes, se ocultaron los intereses de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la ambición desmedida de una oligarquía ávida de control.
La desacreditación de la figura del educador no sólo favoreció al gobierno federal que tuvo un chivo expiatorio a quien echarle la culpa de las infortunadas cifras en cuestión de logros; sino que también tomó el control de un gran mercado: el educativo.
La amañada Ley del Servicio Profesional Docente permite despedir a maestros de base, también logra romper el sindicalismo como forma de defensa de los derechos de los trabajadores; el gobierno se quita el problema de la pensión de los jubilados y desarticula una serie de eventos secuenciales, afecta a maestros-plazas-sindicatos-pensiones, impide cualquier tipo de resistencia magiste¬rial. Además de crear la figura de contratos eventuales y de fraccionar el pago salarial de los maestros. Entre otras calamidades para los docentes.
Fueron estas calamidades las que crearon un ambiente de subversión y el 15 de mayo de 2013, los ánimos y la insatisfacción del magisterio ante tal panorama aumentaron gracias a la falsa promesa del gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, de pagar el bono sexenal acordado tiempo atrás con los sindicatos. El bono nunca llegó y esto coadyuvó para que esa punta de lanza arrojada desde la Presidencia caldeara las llamas agitadas por los vientos de reforma laboral que afectaba la permanencia en el trabajo.
En el estado de Veracruz para junio de ese mismo año, las posturas y declaraciones de distintos funcionarios, del gremio sindical y el magisterio comenzaron a prevalecer en los medios. Las escuelas cerraban o se mantenían de “brazos caídos”. Volantes y trípticos se repartían indiscriminadamente por las calles. La gente gritaba consignas y sonaban el claxon en apoyo al movimiento cuando sus vehículos pasaban a las afueras de alguna escuela tomada. Funcionaros y diputados tuvieron que realizar una serie de declaraciones tratando de calmar los ánimos ante una reforma que sin dudas se veía venir. Y vino… contra el magisterio.
A fines de agosto, contingentes de profesores procedentes de Xico, Orizaba, Coatepec, Ciudad Mendoza, Córdoba, Poza Rica, y Veracruz, entre otros, además de las cabeceras municipales, comenzaron a manifestarse. Se ignoraba a los líderes sindicales y cerca de mil 300 estudiantes de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana, recorrían las calles de Xalapa (cifra que aumentó). El delegado en Veracruz de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), Víctor Moreno Bolaños ya había declarado que con esta reforma se aniquilaba la gratuidad de la educación pública, y se instaba a los profesores a interponer un recurso de amparo contra dicha Ley. Maestros de la Universidad Veracruzana (UV) decían estar en desobediencia y desconocían el modelo educativo “robotizado” de la OCDE.
Delegados sindicales en las escuelas de las secciones 32 y 56 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) amenazaban a los insurrectos. El Sindicato Democrático de Trabajadores de la Educación en Veracruz (SDTEV) proclamó la suspensión de labores con la exigencia de que el gobierno estatal aseverara que las leyes reglamentarias de la reforma educativa no surtirán efecto en el estado, exigían se hiciera por escrito.
En Orizaba, Jesús Arenzano Mendoza, analista político observó que el Estado mexicano pretendía reprimir, incluso mediante la fuerza pública, al movimiento magisterial en el Distrito Federal, intensificando la campaña mediática para descalificar a los docentes y justificar el operativo que se preparaba. Lo cual se cumplió, porque a partir del 4 de septiembre de 2013 la protesta en contra de la reforma educativa fue en aumento hasta alcanzar proporciones de abuso de autoridad y agresiones físicas.
En la capital del estado de Veracruz, fueron 11 días en los que las múltiples denuncias por intimidación y amenazas se acrecentaron. Los docentes sufrían la intervención de teléfonos celulares y el acoso por parte de las autoridades que amenazaban con aprehenderlos; hasta que en la madrugada del 14 de septiembre en la capital del estado se perpetró la agresión en contra de maestros, alumnos de la Universidad Veracruzana y personas de la tercera edad, esto aconteció un día después del desalojo magisterial en el Zócalo capitalino.
Para entonces 40 por ciento de las escuelas de la región sur realizaban protestas pacíficas; otros más avezados tomaban carreteras en el sureste, al grito de “Salario de docente para el presidente”, “Salario de profesor para el gobernador”, “Si Peña reprueba, también se queda fuera”. Llamaban a dicho movimiento: “la insurrección magisterial” o “la primavera magisterial”.
Profesores adheridos a los sindicatos Único de Trabajadores al Servicio de la Educación y el Magisterio (Sutsem), Democrático de Trabajadores de la Educación de Veracruz (SDTEV) y Sindicato Estatal de Trabajadores al Servicio de la Educación (Setse), entre otros, se proclamaron contra la Ley, sumándose al paro nacional de labores convocado por la CNTE y en el cual se sumaban 25 estados; y no obstante que en la subsecretaria de Educación Básica, Xóchitl Adela Osorio, afirmara sobre sanciones desde económicas, al descontarles los días no trabajados, hasta administrativas, los docentes siguieron con las marchas.
Las escuelas de Bachilleres de la capital del estado cerraban y abrían, en una constante zozobra para el alumnado y el magisterio, cartulinas con textos como: “Exigimos evaluación imparcial y justa a los docentes”, “No a la privatización de la educación”, “Esta es una reforma laboral de conveniencia política”, “Yo sí lucho por mis derechos”; de manera extraña desaparecían.
Y mientras el gobernador Javier Duarte de Ochoa aseguraba que el magisterio de Veracruz tenía garantizada su estabilidad laboral, la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV) cerraba continuamente la página de Internet Innova para que los maestros no pudieran ver sus estados de nómina e imprimirlos para sus trámites de amparo contra la Ley de Servicio Profesional Docente.
Para el 5 de septiembre cerca de mil maestros protestaban por las principales calles del Puerto de Veracruz, en lo que sería la primera marcha multitudinaria, se unieron petroleros y electricistas de varios municipios de la zona sur para exigir el freno a las reformas estructurales en el Congreso de la Unión.
El 7 de septiembre, el líder del Sindicato de Trabajadores en la Educación Normalista en Veracruz (STENV), Daniel Domínguez Aguilar, admitía que las protestas magisteriales se habían salido de control, pues no había un líder.
En contraposición, el presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) en Veracruz, Jorge Coffau Kayser, criticaba a las autoridades por permitir las manifestaciones y exigía que se impidieran.
Entre el profesorado había indignación por los comentarios de Gabriela Capistrán Carreón, alumna de secundaria en el Instituto Patria e hija de la diputada federal del VII Distrito, Verónica Carreón Cervantes, del Partido Nueva Alianza colocaba en su página de Facebook: “Los maestros son una bola de revoltosos! Unos huevones que en vez de dar clases están haciendo sus desmadres! Cuántos hipócritas vinieron a molestar a mi familia. Eso sí, ahorita en Navidad van a venir de lambiscones (lamehuevos) a pedirle regalitos a mi mamá c: aquí van a estar sus regalitos.I. : @ (sic)”.
A las oficinas generales de la Sección 56, un grupo considerable de agremiados se unió con el objetivo de desconocer públicamente a Manuel Arellano como su dirigente, de modo que el 11 de septiembre, la maestra Ruth Carina Callejas desconocía a Manuel Arellano, como secretario de la Sección 56 del SNTE, acusándolo por haberse vendido a las autoridades. Por su parte, en la Sección 32 del SNTE, la maestra Teresa y agremiados opositores, desconocían también a Juan Nicolás Callejas Roldán.
En Orizaba un aproximado de 20 mil personas, entre maestros, padres de familia e incluso alumnos se manifestaban con consignas “si no hay solución habrá revolución”; en Veracruz 5 mil maestros marcharon de manera simultánea a la protesta de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) realizada en la ciudad de México, con frases como: “de sur a norte, de este a oeste, seguiremos esta lucha cueste lo que cueste”, “maestro agachado, seguro diputado”.
En el Norte, en Tuxpan Veracruz, maestros de los municipios de Naranjos, Tancoco, Cerro Azul, Tamiahua, Tepetzintla, Álamo junto con Poza Rica se unían al paro nacional al grito de “somos docentes, no delincuentes”. En el Sur, en Minatitlán y Cosoleacaque cerca de 20 mil personas se manifestaban por la avenida principal; algunos profesores acusaban a la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) de incitar a los padres de familia a un enfrentamiento.
Ante tal situación, el 12 de septiembre, el gobernador Javier Duarte de Ochoa y los dirigentes de los 18 sindicatos magisteriales instalaron la Mesa de Trabajo de la Armonización de la legislación local con la reforma educativa con el propósito de dar la certidumbre laboral de los docentes. Aunque por supuesto sabían que era una reforma federal y que su armonización quedaría sin efecto como de hecho fue en abril de 2014.
El viernes 13 de septiembre los docentes acusaron a Adolfo Mota Hernández y a los secretarios generales de los sindicatos magisteriales por las agresiones contra el profesorado que estaba en las afueras de las oficinas de la Sección 32 del SNTE, cuando en la madrugada del día anterior alrededor de 60 personas desalojaron a los maestros con garrotes, piedras y armas, les quitaron algunas pertenencias como: mochilas, víveres y el saqueo del auto de un maestro. De igual forma y el mismo día, un grupo de choque agredió a maestros que se encontraban en la Sección 56.
En la capital Xalapa, la gente rumoraba las triquiñuelas, el mal manejo y la manipulación de los medios informativos por parte de la Coordinación de Comunicación Social de Veracruz.
Los maestros se reunían para acordar acciones, mientras estaba latente el temor de ser infiltrados por el gobierno. Y no era para menos, pues ya se había detectado ciertos oscuros personajes que se hacían pasar por docentes, algunos de ellos eran parte activa de un grupo de maestros que con argucias trataban de incidir en los ánimos caldeados del profesorado, pues en realidad eran “orejas” de gobierno.
Ese mismo viernes 13, en Xalapa, soldados patrullaban el palacio de gobierno, mientras un helicóptero vigilaba el área. Julio Cerecedo, director de Política Regional del gobierno del estado, “otorgó” 20 minutos para dialogar con los manifestantes, mas ellos solicitaron la presencia del gobernador.
Al poco tiempo, llegaron estudiantes de la UV como apoyo, pues sabían las agresiones propinadas a los maestros que se encontraban en el plantón permanente en el Zócalo del Distrito Federal.
Lamentablemente la agresión también se perpetró en Xalapa, en la madrugada del día 14 de septiembre. Testigo de los hechos, la maestra de telesecundaria Angélica Huesca, comentó que a la una de la mañana se aproximó el director de Política Regional, Julio Cerecedo a decirles que estorbaban para los preparativos del Grito de Independencia y les dio de plazo una hora; sin embargo cuando los docentes y alumnos de la UV acomodaban sus pertenencias para retirarse –no habían transcurrido los 20 minutos– policías comenzaron agredirlos. De ahí siguieron arremetiendo contra hombres, jóvenes y hasta ancianos. Algunos estudiantes tomaban los tubos de la carpa, dejados a un lado, para empujar a los policías e impedir el abuso contra las maestras, pero fueron derribados a toletazos y descargas eléctricas; perseguidos, golpeados por varias calles y privados de algunos de sus objetos personales como carteras y teléfonos
Tras estos acontecimientos, el sábado 14 por la mañana, el inexperto subsecretario de Gobierno Marlon Ramírez Marín, sostuvo una reunión intempestiva en el recinto de la Legislatura, estuvieron diputados, funcionarios y un grupo de profesores. La fuerza del Estado ejercida contra los opositores a Ley del Servicio Profesional Docente, contribuyó a que maestros accedieran al encuentro con la salvedad de que no se tomaran fotos ni hubiera prensa, sólo permitieron (entre ellos) la asistencia de una reportera de La Jornada Veracruz para tomar nota de lo sucedido.
Flavino Ríos Alvarado con desenfado y risa sardónica hizo comentarios fuera de lugar, sin darle importancia a los actos violentos contra la gente que se había reunido en la Plaza Lerdo la noche anterior.
Como parte del grupo estuvo también la subsecretaria de Educación Media Superior y Superior de la SEV, Denisse Uscanga Méndez y el director de Recursos Humanos de la SEV, José Ojeda. Otros diputados fueron, por parte del Movimiento Ciudadano, Armando Méndez de la Luz, el más ecuánime del grupo; la esposa del legislador David Velasco, Mariana Munguía Fernández; y la ex dirigente de la Asociación de Padres de Familia, Diana Santiago Huesca y Brenda Abigail Reyes; éstas últimas con participaciones muy breves.
Marlon Ramírez Marín, sonreía despectivamente. Negó los arrestos, el uso de la fuerza y el abuso de poder y presumió haber hecho todo con mesura. Contradiciéndose de manera continua y con algunos equívocos en su pronunciación como “eficientación” o “vucablos”, aseguró que durante más de 10 días se les había permitido a los profesores manifestarse, por eso “fue adecuado el uso de la fuerza”, además de argüir que la gente apostada en la Plaza Lerdo no eran maestros, y tampoco se habían violentado sus garantías individuales; sino sólo eran “unos cuántos” y alrededor de 60 alumnos de la universidad.
De forma cínica dijo que la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) avaló el procedimiento e incluso lo grabó y documentó. A pesar de las quejas de los maestros, por los desaparecidos e internados en el Centro de Especialidades Médicas, el joven Marlon atestiguó no tener ningún reporte y “casi” amenazó a los abatidos maestros: “yo sí quiero ser muy claro, la Ley General del Servicio Profesional Docente ya fue publicada, no se puede hacer nada […] y miren, el Estado mexicano es muy fuerte y nadie le gana”.
Por su parte, la profesora Mayra (omitió su apellido) de telesecundaria narró con voz entrecortada y lágrimas en los ojos el impacto que tuvo al observar una amenazante valla formada por policías; dijo sobre sus ruegos y peticiones para que les permitieran levantar algunas de sus pertenencias, así como unas lonas. La maestra atestiguó que entre las 12:40 y las 3 de la mañana corrían tratando de huir de los golpes. Entre la gente había ancianos descalabrados tirados en el suelo, recibieron golpiza hasta de mujeres-policías que con saña descargaban su ira contra cualquiera que estuviera cerca; además las ambulancias tardaron en llegar, ya que las entradas estaban cerradas. Fueron alrededor de 100 personas las que había en la Plaza Lerdo.
Angélica Huesca, afirmó: “los profesores no se enfrentan porque no son delincuentes ni enemigos del gobierno” y le dijo al subsecretario Marlon Ramírez Marín. “Usted dice que fueron 11 días, pero nosotros desde el 15 de mayo insistimos en ser escuchados”. La reunión concluyó tras continuas interrupciones de los funcionarios tratando de acallar lo evidente: la intolerancia y la represión fueron su estandarte.
Ese 15 de septiembre por primera vez, se sintió un ambiente de duelo en una fiesta patria que debió llevarse a toda costa por la vía de la conciliación, la gente lamentó la pésima actuación de la policía y de los altos mandos en el estado. El movimiento que por sus características se pensaba lograría echar para atrás la ley laboral; tuvo la intervención de autoridades, legisladores y líderes sindicales, que vendieron su primogenitura por un plato de lentejas, logrando desarticular parte del movimiento, con infiltraciones de grupos de choque y los ardides aprendidos durante los 70 años, heredadas de los gobiernos priístas.
La violencia ejecutada en la madrugada del día 14, y posteriormente la del 2 de octubre en Corral Falso, cuando se amenazó e intimidó a docentes que intentaban desplazar a la capital de Veracruz para la manifestación de ese día, son claro ejemplo de las cosas que no se deben volver a permitir a ninguna autoridad.
Muchos matices, altas, bajas y entuertos sindicales acontecieron al magisterio; no obstante que después de estos hechos se obstaculizaron carreteras y se bloqueó la entrada a cientos de vehículos de carga al recinto portuario en el kilómetro 13.5., o de que también cientos de maestros, padres de familia y alumnos de la zona sur marcharon por el malecón al grito de “Si tocan a uno, tocan a todos”, el movimiento magisterial, fue en cierta manera desmovilizado.
Desenmascararon algunos infiltrados y el desanimó llegó a ser una gran loza pesada cargada por los “trabajadores educativos” que todavía luchan ante la impunidad. Y pese a este desanimo acentuado por actos violentos en un estado fallido de derecho, el movimiento magisterial aún pervive.
Podemos estar seguros de que esta lucha ya dejó su huella histórica en Veracruz y en nuestro país, no precisamente por un buen desempeño por parte de las autoridades; sino por las multifacéticas artimañas de que se valieron los funcionarios, entonces a cargo de cuidar la seguridad de los ciudadanos, pero que de manera arbitraria fueron socavando un movimiento que a toda costa se mantiene como una auténtica defensa por los derechos de los maestros y en resguardo de una educación gratuita y legítima, cuyo galardón sea el desarrollo del espíritu humano: el verdadero sentido educativo.