Gerardo Fernández Noroña
Derivada de una extraordinaria asamblea celebrada el día de ayer en la plaza pública, me reuní por la noche con un grupo de cholultecas que se oponen a la destrucción de la zona arqueológica que busca dar paso a los negocios privados de Rafael Moreno Valle.
Producto de esta firme, consecuente y valerosa lucha hay cuatro presos políticos, debido la represión desatada por Moreno Valle y tanto el desgobierno local como el desgobierno federal, han desgastado en pláticas sin fin a los representantes del movimiento de resistencia sin alcanzar resultado alguno. Los presos políticos siguen presos y la destrucción de la zona arqueológica sigue en curso.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia autorizó un proyecto que incluye la destrucción de toda la zona periférica, de bases de la pirámide, de restos arqueológicos que cada excavación superficial genera e inclusive del panteón histórico de los cholultecas. La zona en que pretende hacer sus negocios el represor Moreno Valle es no solamente un centro ceremonial antiquísimo y una zona arqueológica patrimonio de la humanidad, sino que es un centro religioso vivo muy importante para los habitantes de esta región de Puebla.
Los habitantes de San Andrés y San Pedro Cholula que se han movilizado de manera masiva se han topado con un gobierno represor totalmente respaldado en sus negocios por el gobierno federal.
El desgobierno de Peña, de la mano del desgobierno de Moreno Valle, no se conforman con privatizar el petróleo, la energía eléctrica, los minerales, el agua, las playas, las carreteras y tantas y tantas cosas más, además privatizan y destruyen las zonas arqueológicas.
Tenemos que reaccionar. Los agravios hacia el pueblo mexicano son demasiados. No hay nada que negociar con estos desgobiernos, lo que tenemos que hacer es correrlos. ¿Cómo?, me preguntan. Con una rebelión no violenta. Con la desobediencia civil.
La desobediencia civil es ilegal, pública, consciente y no violenta. La desobediencia civil es un arma poderosísima del pueblo. Pero el pueblo debe estar decidido a enfrentar los riesgos de la desobediencia civil: cárcel, represión, persecución y descalificación, entre otras lindezas.
Habrá quien me diga: si ese es el camino prefiero no recorrerlo. El problema es que el pueblo recorre ese camino con o sin desobediencia civil. Las desapariciones forzadas, los secuestros, los asesinatos, los encarcelamientos son el pan nuestro de cada día. Estamos frente a una tómbola macabra y no sabemos en qué momento nos tocará la bola negra, deseando que no nos toque y corriendo el riesgo de que eso suceda. Debemos superar ese miedo y asumir con determinación la necesidad de levantarnos y generar una rebelión no violenta.
Al terminar la reunión me enteré del despido, que no es otra cosa que censura y represión, de Carmen Aristegui. Una vez más la pregunta se levanta: ¿Qué hacer? Es una ingenuidad pensar que quienes están reprimiendo modificarán su conducta. No lo harán. Debemos correrlos.
Hoy más que nunca esperar al 2018 es suicida. El cambio es ya, el cambio es ahora, el momento de demostrar de qué estamos hechos ha llegado.
Les pido que difundan, discutan, valoren esta propuesta de lucha no violenta. En breve, haremos una convocatoria a una reunión para discutir un plan de acción en torno a la desobediencia civil y veremos quiénes nos quieren acompañar en este camino.
Hoy que la desesperanza parece más fuerte que nunca, es justo el momento en que la esperanza- mediante la lucha- se alza como una posibilidad real, firme y contundente.
Adenda
En mi artículo de la noche de ayer sobre lo que está sucediendo en el país, establecí que el pueblo debe decidirse a correr el riesgo de sufrir cárcel, persecución, desapariciones, campañas de linchamiento en los medios y asesinatos, entre otras lindezas.
Así planteado, pareciera que se está convocando al pueblo al martirio. Como lo señalo de manera puntual en mi artículo, en esa condición se encuentra ya el pueblo en este momento aunque no mueva un solo dedo para sacudirse al desgobierno represor de Peña Nieto.
Pero la rebelión del pueblo encierra más de una paradoja, aunque sólo hablaré de ésta: el riesgo que he comentado es real y la paradoja consiste en que en la medida que el pueblo de manera masiva se levante, ese riesgo de represión prácticamente desaparece o disminuye de manera exponencial.
Es evidente que si la desobediencia civil se generaliza, al desgobierno de nada le serviría la represión. No le alcanzarían las cárceles, las fuerzas represivas, ni ninguna medida que buscará acallar la rebelión no violenta del pueblo.
Considero importante que esta reflexión sea considerada en una discusión sobre mi propuesta de impulsar un profundo proceso de desobediencia civil en nuestro país, encaminado a lograr la renuncia del gobierno de Peña y a facilitar un poderoso camino de transformación. La renuncia de Peña sería el primer paso en ese proceso de transformaciones, encaminado a convocar elecciones extraordinarias y a realizar un Congreso Constituyente, pasos necesarios -desde mi perspectiva- para impulsar el proceso de cambios en beneficio de nuestro pueblo.
«El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz».
Gerardo Fernández Noroña.
San Pedro Cholula, Puebla a 15 de diciembre de 2015.