La impostura de La Jornada

A mi abuela, quien ayer cumpliría 101 años

Gerardo Fernández Noroña

El diario de circulación nacional La Jornada, aparece como un diario crítico, de izquierda e independiente. Este diario, desde hace casi 11 años mantiene una campaña soterrada de desprestigio en mi contra y me excluye de manera absoluta y permanente de sus páginas informativas. Ni siquiera Televisa ha llegado a una conducta tan canalla en contra mía.

¿Cuál es la razón para que este medio mantenga un supuesto veto a mi persona? Simple, ha sostenido durante casi 11 años que promoví la quema de periódicos de esa casa editorial e incluso ha llegado a afirmar que quemé yo mismo periódicos de su edición. Ha ido más lejos, sosteniendo que en la primera plana de la edición posterior a la quema de periódicos (29 de marzo del 2004) está la fotografía de los hechos falsos de que me responsabilizan.

¿Sucedió realmente lo que directivos y trabajadores de La Jornada sostienen como una verdad absoluta? No, no sucedió nunca, basta con ver la foto de la primera plana del 29 de marzo de 2004 del citado diario y la nota periodística de Blanche Petrich y Renato Dávalos.



(Esta es la foto del ejemplar de La Jornada cuya portada aquí se reproduce. El pie de la imagen decía: «Ejemplares de La Jornada fueron despedazados en el congreso perredista cuando Gerardo Fernández Noroña pidió un «voto de censura» contra este medio luego de que Leonel Godoy asegurara que sus expresiones fueron usadas ´fuera de contexto y de manera vacilona´…». Foto María Luis Severiano. Se puede consultar aquí: http://www.jornada.unam.mx/2004/03/29/indexfla.php )

Como pueden observar, en ningún momento aparecen periódicos de La Jornada quemados y mucho menos aparezco yo quemando diario alguno. ¿Qué sucedió en la sesión del Congreso Nacional del PRD celebrada el 28 de marzo de 2004 realmente?

En una charla “off the record” de reporteros de la fuente del citado diario realizada el 27 de marzo, con el entonces presidente del PRD Leonel Godoy, en el marco del citado Congreso Nacional que fue la última etapa para superar la terrible crisis política sufrida por este partido por los llamados video escándalos, los reporteros de este diario preguntaron a Leonel Godoy qué opinaba sobre la propuesta del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas de que el presidente del partido ( es decir, él) disolviera todos los órganos internos del PRD. Godoy Rangel les respondió entre otras cosas «ni que fuera dictadorzuelo». La charla y la respuesta no sólo fueron publicadas al siguiente día en el citado diario, hecho que no debió suceder por ser producto de una charla y no de una entrevista, sino que además el encabezado de la nota reproducía la frase expresada por Leonel Godoy.

El Congreso Nacional del PRD ha tenido siempre una dirección colectiva de la cual invariablemente formé parte durante los congresos al ser integrante de la Comisión Organizadora del Congreso Nacional en turno. Ese año, 2004, no fue la excepción. Más aún, yo presidía la sesión del Congreso Nacional, bastante anodina por cierto, de la mañana del 28 de marzo de 2004, aunque en los pasillos había nerviosismo pues corría el rumor de que el ingeniero Cárdenas se encontraba muy irritado por la nota publicada en La Jornada de ese día y se aseveraba que asistiría a fijar una posición al Congreso Nacional.

Efectivamente así sucedió. Cárdenas acudió, pidió la palabra, se la otorgué y en esencia comunicó que renunciaba a todos los cargos de dirección que tenía en el partido, manteniendo sólo su militancia como una forma de protesta a la respuesta dada por Leonel Godoy a su propuesta de disolver todos los órganos de dirección del partido.

La intervención de Cuauhtémoc Cárdenas cayó como balde de agua fría al Congreso Nacional del PRD. Mucho se había trabajado para superar la crisis política generada por los video escándalos que habían concluido con la expulsión de Rosario Robles, Ramón Sosamontes y Carlos Imaz entre otros.

Leonel Godoy, quien era hijo político de Cuauhtémoc Cárdenas, pidió la palabra después de éste y se la otorgué, dio una explicación de lo sucedido, presentó su renuncia al cargo de presidente del PRD profundamente consternado, con los ojos rasados de lágrimas. La renuncia de Godoy al cargo de presidente sumía al PRD en una nueva crisis política mayúscula. He dicho ya, que yo presidía en ese momento el Congreso Nacional por ello, terminada la intervención de Godoy que había dejado helados a los congresistas, propuse de manera inmediata, un voto de confianza a Leonel Godoy y un voto de censura a La Jornada.

Puse a votación mi propuesta y el Congreso Nacional la apoyó de manera unánime. Se declaró un receso y ante la emoción de lo sucedido cientos de delegados aventaron por los aires los ejemplares del diario La Jornada de ese día. En cuestión de minutos, la crisis que se avecinaba quedó resuelta. Durante el receso recibí felicitaciones hasta de mis más acerbos adversarios al interior del partido. Como pueden observar en la foto de la primera plana, lo que se ve son justo los periódicos que fueron lanzados por los aires, se ven en el suelo del auditorio donde se realizó el Congreso, ninguno destrozado, ninguno quemado y menos aún quemado por mi.

Si pasan a leer la nota que aquí anexo de los dos reporteros que cubrieron el Congreso Nacional, más allá de los sesgos de ésta, podrán percibir que en esencia relatan lo que aquí reproduzco (La nota va anexa al final de este artículo).

Hace casi dos años, acudí como observador a la elección de Nicolás Maduro para presidente de Venezuela. Como recordarán, fue una elección muy cerrada, la derecha no reconocía el triunfo de Maduro y buscaba sumir en una profunda crisis a ese hermano país. Yo regresé a la ciudad de México algunos días después de la elección y estando en la sala VIP del aeropuerto de Caracas, escuché a un hombre que hablaba por teléfono diciendo que la crisis de ese momento no duraría más pues Capriles Radonski, candidato de la derecha, ya había dado su brazo a torcer. Este personaje había hablado en voz lo suficientemente alta como para que yo oyera la conversación a una considerable distancia. Al terminar este hombre su llamada, le dije que no había manera de evitar escucharlo y le pregunté que si era confiable su fuente. Me contestó que era absolutamente confiable e iniciamos una conversación. Hablamos de libros y lecturas, recuerdo que en algún momento me preguntó: ¿Cómo alguien que leía, tanto como yo decía hacerlo, había promovido la quema de periódicos de La Jornada? Me dijo que yo no lo conocía pero él a mí sí. Resultó ser un altísimo funcionario del citado diario. Reprodujo la insidia que comenté al principio de este artículo: que yo había quemado diarios, que estaba en la primera plana de su edición y que tenían el testimonio de este suceso. Le respondí que mentían. Que era una calumnia que habían mantenido durante demasiados años y que lo retaba a que me mandara la foto y la nota correspondiente. Todo el intercambio fue en términos bastante cordiales. Hasta la fecha sigo esperando la foto y la nota.

Este fin de semana, platicando con un amigo muy cercano que a su vez platicó con un destacado colaborador de La Jornada, volvió a repetir la misma nefasta historia falsa, insidiosa y perversa en mi contra. Al contarme mi amigo que el colaborador de La Jornada sostenía que yo había quemado periódicos y que la información había aparecido en la primera plana del citado diario, estallé como hace mucho no lo hacía. Que un amigo muy cercano y muy querido diera por cierta la información de que yo había quemado diarios me sulfuró al extremo. Volví a decirle que era falso lo que sostenían en esa casa editorial y lo invité a pedir la nota correspondiente que probaba que yo había quemado diarios. Mi amigo no solicitó la nota al diario, la buscó él mismo y es la que hoy les estoy compartiendo.

¿Por qué razón el diario La Jornada durante casi 11 años ha insistido en reproducir de manera dolosa una infamia en mi contra, justificando con ello una política editorial de veto a mi persona y ha producido una actividad soterrada de descalificación de mi trabajo político? Francamente no lo sé, pero sí sé que se han empeñado en dañar mi imagen, en mentir en torno a un hecho donde ellos actuaron sin ética y han distorsionado los hechos al grado de mentir respecto a lo sucedido ese domingo 28 de marzo de 2004. Pero no han parado ahí, han mantenido durante casi 11 años un veto permanente a mi actividad política sostenido en una falacia absoluta e indigna de un diario que se presume de izquierda, independiente y veraz. Como ya lo dije, ni siquiera Televisa ha llegado a un trato tan infame y tan infamante en contra de mi persona. Televisa ha participado en la política de muerte civil que me han aplicado casi todos los medios de información durante los últimos dos años, negándose a publicar una sola nota respecto a mi persona como si yo no existiera, pero La Jornada lleva casi once años aplicándola, dando cabida en su páginas informativas a personajes siniestros de la vida pública nacional y excluyéndome de éstas de forma sistemática y permanente tomando como pretexto una burda mentira.

Creo que ha llegado el momento de que La Jornada reconozca esta política arbitraria, incorrecta, injusta y falaz y modifique su línea en torno a mi persona. Son casi once años de injuria y de silencio ominoso a mi actividad pública. Son cerca de once años de una condena sostenida en falsedades a sabiendas de que mienten. Ningún diario que se diga veraz y de izquierda debe persistir en tal injusticia. Es una impostura que La Jornada está obligada a superar.

(Aquí la nota de La Jornada http://www.jornada.unam.mx/2004/03/29/003n1pol.php?origen=index.html&fly=1 ).

«El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz».

México, DF a 22 de diciembre 2014

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