La lucha del pueblo francés contra la «reforma» laboral, un recordatorio histórico para los mexicanos

Francia ha vivido los meses más aciagos de su historia reciente, luego de que François Hollande, actual presidente del país galo, presentara en febrero una polémica reforma que desató el repudio y la inconformidad de miles de trabajadores franceses, pues reduce los derechos laborales de la población con el pretexto de «facilitar que las empresas puedan crear más empleos». Sí, se trata del viejo cuento de «prosperidad» neoliberal basado en quitarle derechos a las mayorías y ampliar los privilegios de los ricos.

Mucho antes de que la reforma pasara a trámite parlamentario, se denunció que tanto la Unión Europea como el Banco Central del continente habían estado presionando al gobierno francés para adoptarla. Su imposición otorgaría facultades a las empresas para realizar despidos indiscriminados, reducir sueldos, multiplicar las plazas temporales sin obligaciones contractuales, y otros tantos atropellos como los que actualmente padecen los trabajadores mexicanos que acataron en 2012 una contrarreforma muy similar.

Desde entonces, sindicatos, organizaciones laborales y ciudadanía en general, se han volcado en las calles de Francia para expresar su repudio contra la iniciativa de Hollande, genuflexo por fin a los intereses neoliberales de la llamada troika europea. Si bien las marchas y protestas se realizaron de forma pacífica durante las primeras semanas, el pueblo francés tiene la histórica reputación de ser un pueblo bravo, muy proclive a expresar con «vehemencia» —por decirlo suave— su descontento. Recordemos, si no, la Toma de la Bastilla del 14 de julio de 1789, revuelta popular que culminó con la decapitación de los despóticos reyes y, por su enorme relevancia, se tiene como el fin de la Época Moderna y el inicio de la Contemporánea en la historia de la humanidad.

La testarudez de Hollande está reactivando esa feroz beligerancia incrustada en los genes de la ciudadanía francesa. «Cuando no se nos escucha, hay que hacerse oír», advirtió el lunes 16 de abril Philippe Martinez, líder de la Confédération Générale du Travail (Confederación General del Trabajo, CGT), el sindicato más importante de Francia. De ahí que la intensidad de las protestas comience a derivar en enfrentamientos con la policía francesa, siempre dispuesta a cumplir el mandato represor de sus amos.

Pero los efectos del movimiento contra la reforma van más allá de las imágenes de violencia tan codiciadas por los grandes «medios» internacionales, ocupados en desprestigiar la lucha social y no en informar sobre lo que realmente está ocurriendo en Francia, porque si el «gobierno» de Hollande ya comienza a hacer agua, no es por la violencia policiaca encaminada deliberadamente a precipitar una ruptura social —para justificar aún más la represión—, sino por las huelgas de los trabajadores que han provocado severas afectaciones en todos los sectores de la vida nacional. Camioneros, transportistas, choferes, personal de puertos, aeropuertos, ferrocariles y otros tantos gremios han hecho sentir de qué lado está realmente el poder.

Hollande y sus titiriteros apuestan a la «Eurocopa» de futbol para obnubilar a la ciudadanía francesa, pero el repudio contra la «reforma» neoliberal no escampa a medida que se acerca el anhelado show de enajenación. Hoy se difundieron imágenes de las movilizaciones populares, que exhiben las decenas de miles de personas volcadas en las calles a más de dos meses de presentada la iniciativa para despojarlos de sus derechos laborales.

Foto: TeleSur English
Foto: TeleSur English

En un acto temerario, Hollande reiteró su negativa a dar marcha atrás a la reforma, cuya aprobación se perfila consumarse a finales de julio según los tiempos parlamentarios del país galo. La estrategia de hacerlos coincidir con el calendario futbolero podría funcionar perfectamente en México —y ha funcionado—, cuyo pueblo es gobernado por la dictadura totalitaria de la televisión, pero en Francia la cosa es muy distinta por más que la oligarquía mundial haya avanzado en el embrutecimiento global. Allá están más conscientes de su historia, su capacidad de hacerse respetar como mandantes por encima de los mandatarios, y sobre todo su obligación como pueblo de salvaguardar sus derechos. Dos meses de protestas ininterrumpidas lo demuestran.

Tenemos mucho en común con el pueblo francés aunque las diferencias parezcan abismales y la brecha histórica profunda. Ambos pueblos hemos padecido explotación y abusos de la «clase» gobernante, ambos hemos sobrevivido a revoluciones y ambos enfrentamos el actual embate de los imperios neoliberales, obstinados en implantar un «moderno» feudalismo esclavista global en pleno siglo XXI. La causa, la lucha y el enemigo es el mismo.

Hoy que nuestros maestros alzan la voz en defensa de sus derechos laborales, y que nuestros campesinos resisten férreamente el despojo de la tierra, el agua y la vida misma, llegó quizá el momento histórico en que las luchas de pueblos en apariencia remotos, deban coincidir en una auténtica revolución de conciencia que marque el inicio de una nueva etapa en la historia de este convulsionado planeta.

Toca a los mexicanos hacer nuestra parte de este lado del océano. Así que NO HAY MAÑANA PARA ESCRIBIR DIGNAMENTE NUESTRA HISTORIA Y DAR EL PASO DEFINITIVO HACIA LA LIBERACIÓN.

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