¿QUIÉN ES Y QUÉ HAY DETRÁS DEL SINIESTRO JORGE MARIO BERGOGLIO ALIAS «PAPA FRANCISCO»?

La podredumbre jesuítica y la espectacularidad de don Francisco

Anel Hernández Sotelo
Proyecto 21.20

De indignante y rabiosa estampa, el siglo XXI –este siglo de las “autopistas informativas”, de las ciberculturas y de la consolidación de organismos-empresas defensoras de los “derechos humanos”- es el siglo de los analfabetas. Según cifras oficiales, hasta abril de 2015 existían en el mundo 58 millones de niños sin escolarizar, mientras que este sistema desigual, criminal e inmoral arrebató a 100 millones de menores la oportunidad de concluir sus estudios de educación básica (Roldán). A estos números, seguramente maquillados por la UNESCO habida cuenta de que el oficialismo internacional no puede superar el rango de la mentira institucionalizada, hay que sumar otros tantos millones de adultos que no saben ni leer, ni escribir y un montón más de “milloncitos” de personas que conocen las técnicas para decodificar los mensajes escriturales pero carecen de la capacidad para interpretarlos y comprenderlos… porque leer, querido lector, no es decodificar.

Los analfabetas funcionales –como son conocidos los sujetos de la última categoría, es decir, aquellos que saben escribir y decodificar pero que no saben leer- son, a mi juicio, quienes engrosan las filas que sustentan discursivamente el indignante estado de la humanidad en el siglo XXI. Porque son ellos quienes “estudian” licenciaturas, maestrías y doctorados del mismo modo que un loro “aprende” a repetir sentencias sueltas, sin contexto y sin sentido. Llenan sus cerebros del alfabetismo oficial, despreciando la crítica, la glosa, el apunte, la consideración, el cuestionamiento y su propia condición humana. Pero, además, ese desprecio lo despliegan en nombre de la ciencia y el saber, acusando de ignorante a quienes criticamos, glosamos, apuntamos, consideramos, cuestionamos y dignificamos nuestro lugar en el mundo. Más que funcionales, este tipo de analfabetas son disfuncionales porque funcionan, sí, pero en detrimento de ellos mismos, para enaltecer y consagrar a la clase político-empresarial que los ha convertido en esclavos de sus propias aspiraciones artificieras.

Pues bien, la figura de Jorge Mario Bergoglio, venido a Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, Apostólica y REmona el 13 de marzo de 2013, luego de la inusitada e histórica renuncia a la silla vaticana de Joseph Ratzinger –quien, dicho sea de paso, arrasó con la doctrina de la Teología de la Liberación de la mano del santísimo defensor de pederastas Karol Wojtyła- condensa la perversidad de nuestro siglo y evidencia la prostitución de los sistemas educativos mundiales, la prostitución mediática y la prostitución de buen feligrés. Bergoglio, el primer pontífice hispanoparlante de origen latinoamericano y de extracción jesuita, no “ganó” la cabeza del Estado Vaticano ni por sus buenas y santas intenciones, ni por su consolidada carrera política como defensor del amor y del respeto promovido por el histórico Jesús de Nazaret. Para entender el poder político y simbólico de este argentino, hemos de hacer algunos apuntes.

En primer lugar, es necesario tomar en cuenta que el corrupto, arcaico y autoritario sistema vaticano con el que se eligen a los pontífices no tiene nada que ver con el discurso de la democracia occidental. A los papas los eligen secreta y discrecionalmente los cardenales que integran la Corte Vaticana; éstos, a su vez, son también elegidos a dedazo por los delegados arzobispales y así, ad infinitum, hasta llegar a la elección del párroco que ocupará la iglesia parroquial del pueblo más inmundo de este mundo. En este sistema de castas, la “sangre azul” de los monarcas es suplida por la “santa estola” de los políticos venidos a sacerdotes, por lo que el Estado Vaticano es, en verdad, un estado autoritario donde el feligrés sólo es tomado en cuenta para hacer política de barrio, para la recolección de limosnas o para “hacerle el caldo gordo” a los pontífices durante sus giras artísticas a lo largo y ancho del orbe.

En segundo lugar, no hay que olvidar que el Vaticano existe jurisdiccionalmente como un Estado, mismo que se encuentra dentro de la capital (Roma) de un Estado nacional (Italia), cuyo territorio ocupa solamente 44 hectáreas y su población apenas alcanza el millar de habitantes. Sin embargo, la ridícula mancha urbana que supone la Ciudad del Vaticano dentro de Roma no representa el poderío territorial que ostenta por todo el mundo pues es necesario recordar que cada una de las iglesias, conventos, eremitorios, hospitales de la caridad e, incluso, algunos centros educativos, le pertenecen al Estado Vaticano independientemente de su ubicación geográfica. El Estado Vaticano, en este sentido, es el mentor de lo que hoy conocemos como los protectorados, los Estados Libres Asociados y los territorios no incorporados promovidos por los Gobiernos del Norte a lo largo de la historia contemporánea. Piénsese, como ejemplo, la situación político-administrativa de Puerto Rico e imagínese que cada una de las iglesias católicas edificadas o por edificarse hacen las veces de ese Puerto Rico pero… ¡¡en todo el mundo!!

Solamente de estas dos genéricas, muy genéricas, consideraciones se desprende la alusión a la opacidad sin parangón con la que el Estado Vaticano ha implementado y desarrollado su política, al menos, desde hace cinco siglos. Para el lector exquisito aclaro que aquí no me interesa hacer un recuento histórico de la conformación de los Estados Pontificios y del surgimiento de la Ciudad del Vaticano como la conocemos ahora. Baste señalar que la dimensión política de los pontífices quedó evidenciada durante el Saco de Roma, cuando el emperador Carlos V logró recluir en Sant Angelo a Clemente VII durante meses, luego de que envió tropas españolas y alemanas a invadir los edificios de la Santa Sede, allá por 1527. Más recientemente, en 1998, el triple asesinato en las dependencias de la Guardia Suiza –que custodia la Ciudad Vaticana- vinculado con dineros mal habidos del Instituto para las Obras de Religión (IOR) o, lo que es lo mismo, del Banco Vaticano y con el Opus Dei (Discípulos de la Verdad); así como la detención, en 2014, de un vehículo con placas diplomáticas del Vaticano en Francia, propiedad del ¿entonces? cardenal argentino Jorge María Mejía, donde se transportaban cuatro kilos de cocaína y 150 gramos de marihuana, no hacen más que evidenciar el hecho de que la estola no quita ni lo corrupto, ni lo mañoso, ni lo asesino (“Francia: detienen…”).

Para el analfabeta (dis)funcional que, además, se asume como bondadoso feligrés de la corrupta empresa de la fe que es el Vaticano, estos exiguos ejemplos de las conductas que se permiten al interior de la Corte pontificia entran en la categoría de “chisme” y no menoscaban su fanatismo religioso, ni su carencia de conciencia. Antes bien, el fanático religioso espera ansiosamente la visita a México del “representante de Dios en la tierra” dispuesta para el próximo mes de febrero, defendiendo que tanto Bergoglio como el resto de la clase sacerdotal están luchado contra el terrorismo de Estado mediante bendiciones, pregones y vacías oraciones pues, como “representantes de Dios”, su influencia en la esfera política de los pueblos está contenida en Padres Nuestros, Aves Marías, Novenas y Rosarios. Pero ya se ha esbozado aquí que, como cabeza de un territorio reconocido jurisdiccionalmente como un Estado moderno, Jorge Mario Bergoglio es, antes que sacerdote, un político. Y no es cualquier político, Bergoglio es un político jesuita.

Los orígenes de la congregación religiosa llamada la Compañía de Jesús –de ahí el nombre de “jesuitas” que reciben los sacerdotes que la conforman- datan de finales del siglo XVI. Su fundador fue el militar vasco Ignacio de Loyola. El discurso hagiográfico, es decir, el discurso escritural sobre la vida de los santos, cuenta que Loyola fue herido en campaña cuando peleaba contra los franceses en la defensa de Pamplona, hacia 1521. Este evento lo obligó a permanecer inactivo durante mucho tiempo y fue entonces cuando “llegó a conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban el él, uno del demonio y otro de Dios” (Pavone 16). Pronto, el militar se convirtió en un asceta y desarrolló, en sus Ejercicios espirituales, un método o sistema de oración con el que el creyente podía acercarse a Dios mediante el examen de conciencia, el misticismo, la oración, la confesión, la comunión y el desprecio de las cosas mundanas. A pesar de que la Inquisición española lo persiguió, acusándolo como alumbrado –una corriente heterodoxa del misticismo-, en 1540 el papa Pablo III le otorgó una aprobación oficial para fundar la orden religiosa de la Compañía de Jesús. Es por eso que, además de los tres votos consuetudinarios que profesan los miembros de las órdenes religiosas –pobreza, castidad y obediencia-, los jesuitas determinaron en sus constituciones un voto más: el de la obediencia directa a la Santa Sede, es decir, al pontífice.

Históricamente, los miembros de la Compañía se han codeado con las clases pudientes de todo lugar donde fundaron cenobios e iglesias. Además, los jesuitas se han caracterizado por su labor educativa dentro de los sectores sociales más acomodados. En la época virreinal, fueron los jesuitas quienes fundaron colegios para los criollos e incluso se ha estudiado la influencia del pensamiento jesuítico en la conformación del criollismo que, hacia mediados del siglo XVIII, dio paso a las “identidades nacionalistas” previas a las “luchas independentistas” americanas en el siglo XIX. Justamente por la fuerte influencia de la Compañía de Jesús entre la aristocracia occidental, así como por el voto de obediencia ciega al pontífice romano, entre otras cosas, las monarquías católicas de Portugal, Francia y España decidieron la expulsión de los jesuitas de sus reinos durante la segunda mitad del siglo XVIII y la posterior supresión de la congregación. En 1814, el papa Pío VII decretó la restauración de la Compañía pero este hecho no impidió que aún en el siglo XX diferentes gobiernos decretasen nuevamente su expulsión.

Si bien, los apuntes escritos hasta aquí no pasan de ser meras generalidades, lo que me interesa señalar es la dimensión ascético-militar, política y educativa que históricamente han detentado los sacerdotes de la Compañía de Jesús. No es casual, por ejemplo, que fuese una institución jesuita –la Universidad Iberoamericana- la que se haya prestado a otorgar el título de Licenciado en Administración de Empresas a Vicente Fox en 1999, a pesar de que habían pasado 35 años de que el flamante guanajuatense había concluido los créditos universitarios. Tampoco es casual que hayan sido los mismos jesuitas quienes en 1988 fundaron el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Prodh (Centro Prodh) para apoyar “los procesos de democratización y justicia en el país” (“Acerca del Prodh”) pero, inexplicablemente, en este centro que hoy apoya los casos vinculados a las represiones en Atenco o a los ecocidios, no se trabaja en la exigencia de justicia y esclarecimiento de asesinato de Digna Ochoa, quien fuera defensora de derechos humanos abanderada por el propio Centro Prodh. Los jesuitas, como buenos políticos, han escogido sus luchas a discreción.

Bergoglio pertenece a esta mafia jesuítica y la representa con suma magnificencia. Porque una de las bases históricas de la popularidad de los miembros de la Compañía entre el pueblo llano fue y ha sido el despliegue de una retórica muy particular. Como predicadores y misioneros, durante el siglo XVII los jesuitas se sirvieron de “devotas y santas invenciones” recientemente recuperadas por el historiador Fernando Bouza:

Martín de Lanaja, también jesuita y principal biógrafo del padre valenciano [Jerónimo López], a quien conoció en plena actividad, no duda en afirmar que Jerónimo López “llegó a conseguir tan grande imperio y señorío sobre los corazones de sus oyentes que los movía como y hacia donde quería”. Para conseguirlo, para imperar y enseñorearse con tanta eficacia de su auditorio, López se hizo famoso tanto por el consumado uso de su voz como por sus “espectáculos” (de las calaveras, del cuadro de las ánimas, etcétera). En suma, el jesuita parece haber llevado a sus últimos extremos la panoplia entera de recursos que era posible movilizar en una misión, de las voces a las imágenes e, incluso, a los olores.

En cierta ocasión, se había ocupado de lo mucho y variado que cabía en los equipajes de una misión, señalando que:

“Un padre misionero llevaba perfumes, para el día de la Comunión general, y esto usado con la moderación conveniente, se recibe bien. Copia de premios para cebar los Niños en la enseñanza de la Doctrina Cristiana, es posible llevar. Algunos llevan Diálogos en verso sobre los Misterios de Nuestra Santa Fe para que los representen niños de buena voz y gracia y, verdaderamente, conviene usar de estas santas y devotas invenciones para adelantar el ministerio tan provechoso de la enseñanza de la doctrina” (Bouza 311-312) [La modernización ortográfica es mía]

Así, perfumes, premios y espectáculos son los elementos que constituyeron y constituyen la máquina de persuasión jesuítica. Por eso, cuando en 2010 se llamó a Bergoglio para declarar sobre los crímenes de la dictadura argentina, éste –que entonces eran provincial de la Compañía de Jesús- se limitó mañosamente a deslindar las responsabilidades de los jesuitas argentinos en la cacería de brujas entre 1976 y 1983, con una retórica mañosa que ni acusa, ni defiende, como puede verse y escucharse en el siguiente enlace:



Ya como pontífice, los perfumes, premios y espectáculos de este hombre siniestro se han traducido en la indulgencia plenaria que concedió el 27 de julio de 2015 a los Legionarios de Cristo, fundados por el michoacano pederasta y drogadicto Marcial Maciel, indulgencia ésta concedida “con motivo de los 75 años” de la fundación de esa criminal organización disfrazada de congregación religiosa (“Papa Francisco…”) y en la entrevista orquestada entre Televisa y la Sede Apostólica, realizada en marzo de 2015, donde Bergoglio aseguró que México quedó excluido de su gira por América del Sur y por Estados Unidos de América porque “se iba a armar un poco de barullo porque… ¿cómo va ahí [a México] y no viene a ver a la Señora, a la Madre [a la Virgen de Guadalupe]?”. Según el parecer de este fascista argentino adornado con estola, los problemas de México no se deben al autoritarismo de su camarada fascista Peña Nieto, sino a que el diablo se ha adueñado de nuestro país:



Los fanáticos analfabetas (dis)funcionales celebran los dichos del tal Francisco porque, en su cortedad de mente, son verdades. Y es que consideran que el hecho de que en la mencionada entrevista Bergoglio se haya referido a los 43 normalistas desparecidos forzadamente por el Estado mexicano, ya supone una postura benigna y bondadosa a favor de las demandas de los pueblos latinoamericanos… Mal hacen, porque semanas después de la entrevista con la vedette Alazraky, un contingente de madres de los normalistas se presentaron en Filadelfia, en el Encuentro Mundial de las Familias, y el jesuita siniestro no sólo no las recibió, sino que mandó a decir con su vocero Federico Lombardi que no tenía noticia de que las madres se encontraban allá. Para esto sirve la caridad cristiana.

Como premio a las atenciones de pontífice con el pueblo mexicano, el jefe de gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, anunció desde noviembre que en febrero la plebe jodida y humillada tendrá la oportunidad de ver cómo Bergoglio es recibido en la Ciudad de México con una réplica de la Capilla Sixtina instalada en la plancha del zócalo… ¡Claro está! Sin informar cuánto dinero nos costará a los contribuyentes ese grotesco espectáculo –atendiendo a que sólo pagaremos la logística y la seguridad ya que la muestra correrá “a cargo del equipo del Papa Francisco” (Aldaz)-, ni cuánto se robarán los miembros del GDF que andan en el asunto cacareando como gallinas.

Bergoglio encubre crímenes de guerra, juega con la figura retórica del demonio como lo hicieron los jesuitas del siglo XVII, miente y distrae con una verborrea al gusto de los analfabetas, habla de Ayotzinapa y no recibe a las madres de los normalistas que se encuentran a unos metros de él… ¡¡Ahhh!!, pero… ¿Qué tal bendice a Peña Nieto y a la Rivera? ¿Qué tal recibe a Velasco y a Anahí? ¿No son éstos, querido lector, los mismos perfumes que presumía Lanaja para la enseñanza de la doctrina? ¿No es éste un espectáculo de ínfima calidad que sigue alimentando al monstruo usurero llamado Iglesia Católica? ¿No está aquí suficientemente referida la podredumbre jesuítica y la espectacularidad de un tal don Francisco?

El día que los pueblos exijan a cada quien las responsabilidades políticas que les competen, ese día, quizá, los perfumes, los premios y los espectáculos serán, al menos, de mejor calidad y estaremos en condiciones de aplaudir. Hoy no.

¡¡Despierta mexicano!!

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4 comentarios:

  1. Es enserio todo lo que dicen aqui tanto se quejan de la religion de la politica de su patetica vida que no son si quiera de cambiar no solo el pensamiento de los demas generando odio leo miles de notas miles de opiniones pero que invitan a la gente a informarse los llaman desebrabados pues eso lo son todos ustedes que me leen yo me quedo con lo que indago y base a eso tomo mis decisiones y hago que los demas tomen las suyas si ellos se van a un barranco muy sus vidas pateticas yo solo los veo caer no tengo porque moldear o hacer creer a los demas ni opinion se llama nota no opinion debe basarse en echos estrictamente reales no opiniones con datos de la wikipedia hagan labor periodistica y dejen de poner en sus notas su opinion personal bastante tengo con los idiotas que comentan aqui gracias los amo bye y me vale lo que me digan 😉

  2. Mi maestro fue el jesuita Félix Palencia. Me enseñó plomería, electricidad, herrería, filosofía y teología, entre muchas otras cosas.
    Hice los ejercicios espirituales de un mes.
    Soy un ciudadano (según yo) normal.
    Aprendí a vivir con lo menos posible, pero agradeciendo a Dios por todo.
    Mi inspiración es un Jesús pobre. Vivo pobre y entre los pobres.
    Participo en las luchas populares, pero no creo en caudillos.
    Pocas veces he criticado y denunciado a la jerarquía católica, pero
    si lo he hecho.
    En cuanto al Papa, me parece un hombre con claros deseos de cambiar el estatus quo de la jerarquía católica. Pero creo que es la participación de los feligreses, lo que debe cambiar. Y no digo a esperar que llegue un estudiante jesuitico, como Miguel Hidalgo, José María Morelos o Sebastián Guillén (subcomandante Marcos) a que nos lleve a las armas contra el gobierno, sino a que seamos verdaderos sujetos de cambio en nuestro país.
    No soy cura, ni estudiante jesuita en la actualidad.
    Si soy católico.

  3. ME BASTÓ LEER la descalificación que hacen de la forma en que se elige a un papa, y lo que creen que es una ELECCIÓN EN LA DEMOCRACIA… para rechazar este artículo… Con elecciones democráticas, México tiene acada vez peores, presidentes, gobenadores, senadores y diputados… Hoy, la democracia en países con masas de gente inculta como es México, es un fraude, porque con mercadotecnia y muchos anuncios, se engaña a las masas.

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