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Una de las principales obsesiones de Felipe Calderón Hinojosa a lo largo de su sexenio fue monitorear la popularidad de Andrés Manuel López Obrador y Peña Nieto, figuras principales del perredismo y priísmo en ese entonces.
A cada acción o expresión de López Obrador seguía una encuesta para conocer el impacto entre la opinión pública. De Peña Nieto comenzó a medir desde 2007 su aceptación y conocimiento entre la ciudadanía, práctica que se volvió más frecuente a partir de 2011.
En su administración, mandó realizar mil 368 encuestas, con un costo para el erario de 275.7 millones de pesos, de acuerdo con cifras obtenidas por medio de la Ley de Acceso a la Información Pública.
En las 40 mil preguntas realizadas, según el cálculo hecho a partir de los estudios de opinión, se cuestionó de todo: economía, guerra contra el narco, el papel de su esposa Margarita Zavala, la muerte de Juan Camilo Mouriño y hasta la inocencia del cantante Kalimba, pero la “obsesión” de Calderón fue medir a lo largo de seis años la popularidad de Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard.
En la primera encuesta, el 1 de diciembre de 2006, el michoacano preguntó: “Para usted ¿quién es ahora el Presidente legítimo de México?”
Para Ricardo de la Peña, de Indagaciones y Soluciones Avanzadas (ISA), una de las encuestadoras de Presidencia, las inquietudes de Calderón tenían que ver con obtener información para la toma de decisiones. Asegura que desde que se creó el área de Opinión Pública en Los Pinos, en el sexenio de Carlos Salinas, los mandatarios han estado obsesionados con las encuestas.